El embajador argentino ante la ONU, Ricardo Lagorio, dejará su cargo en los próximo días y volverá en noviembre al país. En su lugar, asumirá el embajador Francisco Tropepi, otro diplomático de prestigio, quien secundaba en Washington al embajador argentino Gerardo Werthein.
La salida de Lagorio ocurre mientras se agudizan las tensiones internas que se viven en la Cancillería que encabeza Diana Mondino, entre sectores que responden a la línea profesional y los que se identifican con el ideario libertario. Fuentes diplomáticas admitieron que además de la misión permanente en Naciones Unidas hay otras posiciones que tambalean en el Palacio San Martín.
En la Casa Rosada quieren que la diplomacia sintonice de manera fiel con el alineamiento que expresó Javier Milei en la última Asamblea General de Naciones Unidas, donde planteó duras críticas a los organismos internacionales y a los consensos que están plasmados en la Agenda 2030, renombrada ahora como Pacto por el Futuro. El Presidente quiere convertir a la Argentina en “faro del mundo” en materia de libre mercado y de posiciones más conservadoras en materia social y política.
En este contexto es que los hermanos Milei le dejaron en claro al embajador Lagorio su disconformidad con la actuación que había tenido en la Misión Permanente de la ONU, uno de los destinos más importantes en la carrera diplomática, y donde el presidente interpretó que no se habían presentado sus ideas de manera adecuada. El malestar llegó al punto de que se barajó la posibilidad de excluir al embajador del discurso ante el pleno de la Asamblea.
Ese cortocircuito quedó superado pero tanto el embajador -que tiene una carrera diplomática de 42 años- como la Casa Rosada interpretaron que esa posición debía ser reemplazada. Fue un episodio inscripto en un panorama general de tensiones cruzadas
Karina Milei -que esta semana se va a Francia a un viaje oficial- decidió hace un par de meses ejecutar primero una supervisión del Palacio San Martín con el envío de una abogada, Úrsula Basset, de perfil conservador, que se especializa en Derecho de Familia y que hizo las veces de “filtro” de temas de género y ambiente. Y después, promovió la designación de Nahuel Sotelo, como Secretario de Culto y Civilización, un joven que tiene comunicación directa con el trípode del poder.
Con la salida de Lagorio, Diana Mondino perdió una pieza clave en el funcionamiento de la Cancillería, al mismo tiempo que refuerza una línea libertaria “paladar negro”, que también asedia otra posición clave: la secretaría de Exteriores, virtual viceministerio, a cargo hasta ahora de Leopoldo Sahores. Si bien corrieron rumores de que podría seguir el mismo camino que el embajador en la ONU, a sus íntimos les dijo que continuará en su cargo. Resiste, aunque es consciente que su posición está cercada.