Se acabó una era en la Argentina. Tanto se trastocó la realidad que ahora los hombres -como ocurre desde hace años- se esconden tras las fortalezas femeninas. Los varones peronistas alardean más de lo que concretan y prometen más de lo que hacen. Es la época de las mujeres.
Esta polémica afirmación se deriva del cierre de las listas en la interna peronista. Las elecciones para elegir autoridades partidarias se realizarán el 17 de noviembre, pero hasta los últimos días anteriores al cierre, sólo quedaron en la cancha Ricardo Quintela y Cristina Fernández de Kirchner.
Quintela, que había alardeado poseer los apoyos que se supone que había cosechado, finalmente no logró cerrarlos y sus aportantes se fueron masivamente tras la expresidenta, que en cuando chasqueó los dedos los alineó, dejándolo en soledad.
¿Aprender de los errores?
Esto ocurrió a pesar de los múltiples errores que cometió en el camino la expresidenta. Por de pronto, existen tres nombres que jalonan los senderos equivocados que transitó el peronismo bajo su conducción: Daniel Scioli, Alberto Fernández y Sergio Massa.
De todos modos, todas las enmiendas que se le realicen a sus decisiones políticas son pocas comparadas con las que deberían hacérseles a sus rivales internos. Nadie se equivocó más que ella, pero nadie tampoco construyó más que ella.
En estos días, a la hora de jugar en los tiempos de adversidad que vive el peronismo, nadie jugó. No hubo machos alfa que tomaran las banderas y las alzaran con sentido de política y de construcción. Muchos acompañaron a la exvicepresidenta, pero nadie dio un paso al frente antes que ella.
Porque ella fue el puntal de los últimos años, a pesar de las diatribas, las acusaciones y la Bersa calibre .32 que un marginal le gatilló a centímetros de su cabeza.
Incluso, la victoria de Javier Milei comenzó a construirse tras el atentado contra la exvicepresidenta. Aquel 1° de septiembre de 2022, terminó abruptamente una serie de movilizaciones que habían tenido como epicentro la vivienda de Cristina, que se había convertido en un centro de peregrinación de miles de militantes, dispuestos a recrear la mística que solía rodear a su figura.
La respuesta del peronismo al intento de magnicidio fue lábil. No hubo más que declaraciones de compromiso, cuando en realidad el ataque fue contra todos, no sólo contra Cristina. Además, la agresión había sido precedida por una serie de matoneadas policiales contra los manifestantes, que incluyeron gaseadas, bastonazos y la instalación de vallas intimidantes, que por momentos convirtieron al barrio casi en una zona de guerra.
Todos estos episodios represivos doblegaron la voluntad del peronismo. Luego, otras defecciones dieron el pie para los conatos de inútiles discordias internas, que culminaron con la dispersión de un proyecto que, de todos modos, lucía agotado.
Hasta hoy, Cristina nunca se había mostrado interesada en conducir el peronismo. Más bien intentó otros caminos alternativos, como la conformación de Unidad Ciudadana, Unidos y Organizados y, finalmente hasta hoy, de la coalición Frente de Todos.
De todos modos, está por verse si el nuevo proyecto político que propone Cristina estará a la altura de las expectativas del Pueblo argentino. Los desafíos de estos días ya no tienen que ver con el abandono del neoliberalismo que lideró Néstor Kirchner en 2003. De todos modos, será necesario un proceso de reconstrucción del Estado y del país de distinto tenor al post-2001, bajo un ataque contra el Estado de inéditas características, que lidera en estos momentos Javier Milei.
De esta manera, las tareas de producir historia y de retomar la senda del trabajo y el crecimiento que es abandonada por el liberalismo cada vez que llega al poder, no serán iguales a las anteriores. La tradición reconstructora del peronismo tendrá en esta ocasión nuevas condiciones. Dentro de dos años -al día de hoy, el triunfo no está asegurado-, el Estado estará reducido a su mínima expresión, pero no podrá ser reconstituido hasta su anterior dimensión, en razón de las nuevas tecnologías y en que el rol que debe cumplir debe ser el de planificar, impulsar y controlar el desarrollo económico y social, además de garantizar los derechos y las obligaciones de los ciudadanos, con menos volumen de personal, pero con proyectos claros.
Una épica social del desarrollo
Leopoldo Marechal, desarrolló su Teoría de las Dos Batallas y particularmente, en el transcurso de su Rapsodia II de Megafón o la Guerra, las sabias palabras del mayor Aníbal Troiani, uno de aquellos soldados que ya no existían -ni existen hoy, es bueno señalar-, que le espetó en un mítico encuentro en su chalet de Flores, que “yo, en tu lugar, buscaría en el Pueblo la vieja substancia del héroe. Muchacho, el Pueblo recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El Pueblo es una gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que buscar esas botellas y refrescar esa memoria”.
La memoria no es retrógrada, sino que impulsa hacia el futuro. Los problemas son siempre los mismos, pero las soluciones son diferentes, porque cambian los pueblos, los políticos y las relaciones de poder.
El desafío argentino es el de pelear por más soberanía, por planificar su propio desarrollo y por encarar los problemas reales, que suelen ser disfrazados por los medios de comunicación, que los presentan de manera distorsionada y así los invisibilizan.
La épica del desarrollo no servirá si existe desunión, si los conflictos se profundizan y si, por lo tanto, priman las discrepancias. Las discusiones no fueron racionales en los últimos años, por lo que las soluciones lo fueron aún menos. ¿Será posible comenzar a hablar de política alguna vez, en lugar de utilizar el lenguaje procaz de los imbéciles?.