Gabriel Ocampo: “Antes venían unas 15 o 20 familias, hoy son 64”

Gabriel Ocampo: “Antes venían unas 15 o 20 familias, hoy son 64”

Por Catalina Gianelli / Especial para Noticias Urbanas

La actual crisis económica provocó un aumento en la cantidad de personas que asisten a los comedores populares.


El mismo día en que asumió el gobierno de Javier Milei, el Ministerio de Capital Humano detuvo la distribución de alimentos a comedores populares y merenderos en todo el país.

Desde entonces, diferentes organizaciones sociales denunciaron esa falta de asistencia. Según el Registro Nacional de Comedores y Merenderos Comunitarios (ReNaCoM), se estima que hay alrededor de 34.782 comedores a lo largo de todo el territorio argentino, en los que colaboran 134.449 personas, que a su vez entregan alrededor de diez millones de porciones de alimentos cada día, según la organización social La Poderosa.

La Recovita del Once

Con un pañuelo blanco graffiteado como símbolo de paz en la entrada, se presenta “La Recovita de Once”, un merendero popular de autogestión comunitaria que ofrece un refuerzo alimentario, ubicado en Sarmiento 2987, barrio de Balvanera. Cada día crece la cantidad de familias que se acercan a buscar sus viandas para llevar algo de comida a sus mesas. Al mismo tiempo, son cada vez más las instituciones y los vecinos que se acercan para solidarizarse con quienes más lo necesitan.

Mientras los cucharones de madera descansan dentro de las ollas vacías, aumentan los reclamos por la falta de alimentos para la asistencia de las personas que dependen de esta ayuda para sobrevivir. Gabriel Ocampo, camarógrafo, es el primer vocal de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP) y fundador de La Recovita. Asegura que el estado no les ofrece las condiciones ni los alimentos necesarios para las personas que asisten al establecimiento.

Relató además que toda la comida ingresada la aportan los vecinos y Acción Comunitaria del Mercado Central, un espacio donde los comedores se anotan y una vez a la semana reciben frutas y verduras que no pueden salir a la venta al menudeo.

“Cuando arrancamos venían entre 15 y 20 familias. Hoy son 64”, confesó Ocampo. En ese entonces la metodología era distinta, ya que “poníamos las verduras y paquetes de comida en partes significativas y cada uno se llevaba lo correspondiente. Hoy hacemos ollas populares, porque no nos alcanza”.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), en septiembre de 2024 la Canasta Básica Total estableció que una familia de cuatro integrantes necesita $964.620 para no estar bajo el umbral de pobreza. Consecuentemente, se conoció que en el mismo mes el salario mínimo vital y móvil en Argentina es de $268.056,50, lo que deja en evidencia la disparidad que existe entre los salarios y los precios en Argentina.

Ocampo comparó la gestión anterior con la actual e hizo hincapié en que ahora no sólo recibe a gente en situación de calle, sino también a jubilados y trabajadores. “Cuando arrancamos con las ollas, era una especie de símbolo de protesta, pero ahora, frente al hambre y a la necesidad quedó como una acción real de intervención en los barrios”, agregó.

Además, el merendero expandió su punto de partida y ahora también se encuentran en la esquina de las avenidas Pueyrredón y Córdoba. “Muchas personas prefieren caminar algunas cuadras más para ir a ese punto, porque piensan que el lugar de la sede es feo. También hay personas que mandan a los chicos porque les da vergüenza hacer la fila”, relató.

A veces, mientras se reparten las viandas, la gente se manifiesta con ruidazos, en reclamo al no aumento de las jubilaciones, entre otras cosas. Para el merendero, la red social Facebook es la manera de mostrar “la bitácora del trabajo”. Allí postean cuando los comerciantes del barrio o los vecinos colaboran con los alimentos y buscan que la gente recurra a estos espacios comunitarios si lo necesitan.

En la actualidad, pelean para que el Renacom registre La Recovita de Once como merendero legítimo. Porque cuando la asistencia del estado es escasa, el corazón de los vecinos es gigante, cuando se trata de panzas vacías. “A estxs pibxs nada ni nadie los para”, sentenció Gabriel en sus redes.

Hay quienes prometen que una nueva Argentina está naciendo, pero la sola existencia de estos espacios de contención social muestran el rostro de un país que se niega a abandonar los viejos estigmas de la exclusión social y la construcción de miseria con que los popes del neoliberalismo azotan a la Argentina desde 1976.

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