Los archivos del Movimiento Rural fueron donados a la Universidad de General Sarmiento

Los archivos del Movimiento Rural fueron donados a la Universidad de General Sarmiento

La dirigente rural Beatriz Noceti entregó los documentos a la biblioteca universitaria. Poco se sabe de la experiencia de las Ligas Agrarias, cuyos dirigentes fueron encarcelados, exiliados, asesinados y obligados a adversidades inenarrables.


Este jueves, Beatriz “Tudy” Noceti entregó sus archivos de más de 40 años de militancia en el Movimiento Rural de la Acción Católica, en PUCAM (Por un Campo Mejor) y en las Ligas Agrarias del Noreste argentino a la Universidad de General Sarmiento. De este modo, los historiadores de las luchas campesinas de las décadas de 1960, 1970 y 1980 contarán con un valioso material de archivo para documentar sus tesis y sus historias. En la tarea tuvieron una destacada participación los historiadores Cristian Vázquez y María Florencia Contardo.

Pero un archivo no es sólo un archivo. Contiene las historias, los sueños, las luchas y las controversias políticas de un pasado reciente que aún no está saldado. Todos los derechos que fueron el objeto de aquellas luchas de las Ligas Agrarias del Chaco, de Formosa, de Corrientes, de Entre Ríos de Misiones, de Santa Fe, de Santiago del Estero y de otras provincias están siendo vulnerados hoy mismo, ante el avance de los poseedores del dinero, del poder y, por consiguiente, de todas las cosas materiales. Inclusive, sus comunicadores mercenarios se encargan de difundir su interpretación de las historias del pasado, haciendo gala de una supina ignorancia y de una estolidez no menos importante. De allí proviene la importancia de que la posesión del archivo permanezca en manos de la academia y no de las aves palmípedas anseriformes (gansos) de la comunicación.

Existen otras historias, que a veces no llegan a los medios de comunicación y permanecen en el subsuelo de la memoria de los pueblos, que cada vez que encaran una lucha es como si todo comenzara de nuevo, sin pasado, sin experiencia, sin aciertos, sin errores. En su presentación, Tudy Noceti expresó que “quiero rendir un reconocimiento muy especial, a todas las personas con las que he compartido los diferentes momentos de mi vida. La experiencia que hoy quiero compartir con ustedes no intentará describir toda mi actividad personal. Propondré una experiencia de trabajo llevada a cabo durante más de 40 años, para permitir que las protagonistas de esa experiencia estén permanentemente presentes: me refiero a las trabajadoras campesinas y aborígenes de nuestro país. Especialmente, quiero rendir un homenaje a todas las mujeres con las que me tocó trabajar, por todo lo que aprendimos juntas, porque nos permitimos entrar en nuestras vidas y buscar juntas los porqué de tantas cosas que tienen que ver con el día a día y de cómo ir haciendo realidad una convivencia más digna, más solidaria, más justa, más participativa, para poder construir una sociedad de iguales entre varones y mujeres”.

La organizadora del Movimiento Rural relató luego que “uno de sus lemas era ‘del igual por el igual’, por lo tanto desde el sector campesino trabajamos para que los mismos fueran los conductores de su propio movimiento. Mi contacto con las mujeres campesinas se dio, durante en esta etapa, en los cursos de capacitación que realizábamos. La presencia de mujeres era numerosa y su participación también. La gran mayoría eran jóvenes con deseos de capacitarse”.

Luego, Noceti dijo que a mediados de los ’60 “llegaron los años de aplicación del Concilio Vaticano II, de la Conferencia Episcopal de Medellín, del documento de la Iglesia originado en San Miguel. En el documento sobre la Justicia de Medellín,(1968) en el párrafo 1, decía: “la juventud reclama… La mujer reclama su igualdad de derecho, los campesinos reclaman mejores condiciones de vida, seguridad en la comercialización. Esta 2a. Conferencia General del Episcopado Latinoamericano no quiere dejar de expresar preocupación pastoralpro el amplio sector campesino. que requiere una atención urgente. Esta promoción no será viable sino se lleva a cabo una auténtica y urgente reforma de estructuras y de las políticas agrarias.” (Doc de Justicia, 14).

Luego, Tudy oceti manifestó que “con los compañeros varones del Movimiento Rural que en su mayoría ya habían pasado a integrar las Ligas Agrarias en cada provincia, tuvimos discusiones sobre la oportunidad de llevar adelante la tarea de concientización de las campesinas. Ellos consideraban que primero debía darse el cambio de estructuras, para no debilitar las fuerzas. Pero la temática había desbordado y ya formaba parte de las preocupaciones de las mujeres campesinas. Y así llegamos a la concreción del 1er y 2° Encuentro de mujeres campesinas de las Ligas Agrarias de las diferentes provincias del Noreste, en los años 1973 y 1974”.

En esa circunstancia, relató la militante rural, “las campesinas querían hablar de su vida, de lo cotidiano, de su trabajo, de la familia, de los hijos, de la organización, pero también quisieron saber cuál había sido la participación de la mujer en la historia. Habían comprobado que en la historia que nos habían enseñado, escrita por varones, estaba ausente la participación de la mujer, o en todo caso, estaba mencionada como anécdota, algo parecido a lo que pasa aún en la transmisión del Evangelio. Y no sólo quisieron conocer la historia y su participación en los procesos políticos, sino que quisieron que la información la diera una mujer, para poder preguntar sin vergüenza”.

Para graficar la situación, Noceti relató que “ya entonces, las mujeres consideraban que la lucha por los precios de su producción era fundamental, pero que como organización gremial, tenían que incorporar oíros reclamos además de los económicos, pues de lo que se trataba era de construir una sociedad más justa para toda la familia. Y esta presencia activa de las mujeres es lo que dió una característica diferenciada, más integral, a las Ligas Agrarias. Las justas demandas de las mujeres comenzaron a marcar un tiempo nuevo, se comenzaba a gestar un bosquejo de un nuevo paradigma. Las campesinas empezaban a reconocer su identidad, ya no decían soy la mujer de fulano o la madre de Juan y María, decían me llamo… y soy campesina. Y en este caminar juntas, fuimos aprendiendo a profundizar sobre las causas de la situación.

“Comenzamos a visualizar las diferentes estructuras de nuestra sociedad -prosiguió Tudy Noceti- y lo que desde ellas se nos había dicho que debía ser la mujer: desde la familia, la escuela, la iglesia, las instituciones. Vivíamos en dictadura, aunque no había llegado lo peor. La primera víctima del Movimiento Rural fue Norma “Coca” Morello, maestra rural, perteneciente al Movimiento Rural de la Diócesis de Goya, que fue secuestrada y torturada brutalmente en noviembre del año 1971″.

Luego, la activista campesina narró que “monseñor Distéfano, Obispo de Sáenz Peña, llamado Obispo del algodón, que era un referente importante en ese momento de los campesinos, le pidió al presidente, el general Alejandro Agustín Lanusse, que visitara el Chaco. Él y su gabinete concurrieron al Chaco en 1972. La intención de la visita era que el gobierno escuchara sin intermediarios, los justos reclamos de los campesinos/as de las Ligas Agrarias del Noreste. Dentro de los numerosos reclamos de parte de más de 5000 campesinos reunidos, se pidió a los gritos la libertad de Coca Morello. Al poco tiempo, Coca fue dejada en libertad, pero la dictadura no soportó a un pueblo organizado, que reclamaba de pie justicia por su trabajo. Llegaron las elecciones, el triunfo del peronismo, la esperanza de tiempos mejores, la muerte de Perón, la presencia de la triple AAA. Comenzó la persecución, luego vino el golpe del 76 y la dura represión no tardó en llegar, primero contra los dirigentes de las Ligas Agrarias de las diferentes provincias y luego, indiscriminadamente”.

Fueron tiempos duros, según el testimonio de Noceti, “muchos/as compañeros fueron víctimas de la cárcel, otros muertos y desaparecidos. El miedo se fue apoderando de la población campesina, las injusticias no dejaban de multiplicarse. La soledad se apoderó de muchos por temor a comprometer al otro. De todos modos, la solidaridad siempre estuvo presente, a pesar del miedo. Un ejemplo de ello es el testimonio de Remo Venica e Irmina Kleiner, nuestros compañeros del Movimiento Rural y luego de las Ligas, reflejado en el libro ‘Monte Madre” de Jorge Micelli. Estos años negros de la dictadura, en el campo, merecen un capítulo aparte”. La pareja Kleiner-Venica se refugió en El Impenetrable, huyendo de la represión y se quedaron allí durante cuatro años, viviendo de la caza y de lo que el monte les entregaba. Hasta tuvieron una hija. En 1979 pudieron partir al exilio y así salvaron su vida milagrosamente.

La situación empeoró rápidamente. “Volviendo a las mujeres en general y a las campesinas en particular -continuó Tudy Noceti- creo que a nosotras nos costaba mucho más entender tanta crueldad para combatir lo que considerábamos justo. Y esto sin duda tenía que ver con la ingenuidad que la mayoría tenía para el análisis del sistema político- económico del capitalismo. Habíamos tomado conciencia de las estructuras injustas, denunciadas por los documentos del Concilio Vaticano Segundo, Medellín, San Miguel, pero poco conocíamos acerca de los recursos que utilizan y de lo que son capaces de hacer los que ejercen el poder en defensa de un sistema y de sus intereses”.

Con el fin de la dictadura, comenzó otra etapa. “Por la lucha del pueblo, accedimos a la democracia en 1983. En esos años Alberto Sily entró en mi vida para siempre. Agradeceré siempre el compañero que me tocó, pues no es fácil encontrar quien entienda tu lucha, la comparta y te quiera. El trabajo con las mujeres campesinas había quedado trunco, pero con otras compañeras fuimos reconstruyendo los lazos que teníamos con el interior. Ya se había dado comienzo a la reorganización en algunas provincias y en el año 1989 realizamos el 1er Encuentro de Mujeres Campesinas, pertenecientes a grupos incipientes. Los temas tratados y la metodología participativa, partiendo de su realidad, junto a un análisis crítico, nos fueron confirmando que el camino que estábamos recorriendo respondía a las necesidades de las mujeres. Y lo seguimos transitando aún hoy. En el año 1990 se realizó en San Bernardo, provincia de Buenos Aires, el Encuentro Latinoamericano de Mujeres Feministas. Participé en el taller de Mujer Rural, con pocas representantes campesinas. Las brasileñas, con una delegación y experiencia mayor, propusieron realizar un 1er Encuentro de Mujeres Trabajadoras Rurales (ENLAC). El primer paso fue consultar en cada país, la viabilidad. El segundo y fundamental, trabajar en cada país la preparación y, tercero, realizar el 1er ENLAC en Fortaleza, Brasil, en 1996”.

Entretanto, en Argentina, Tudy informaba que “ya habíamos constituido el Centro de Promoción Rural (CEPRU), con otras instituciones gubernamentales y no gubernamentales que trabajaban en el medio rural. Nos articulábamos y desde allí trabajamos en capacitación, consolidación de los grupos de campesinas, abarcando una diversidad de temas de interés de las mujeres y también en función de los temas que trataríamos en el futuro ENLAC. En temas puntuales, convocábamos a profesionales que compartieran nuestra metodología, es decir partir siempre de lo que saben las mujeres, trabajando en equipo, para luego seguir profundizando con los aportes específicos. Sergio Di Piero de FLACSO, nos acompañó en varias oportunidades. Los temas tratados eran los que tienen relación con la vida, análisis de la realidad y de la coyuntura, trabajo, autoestima, salud, educación, educación sexual, medio ambiente, tierra, violencia, privatizaciones, política, organización. Pero también se tocaban temáticas que insertaban la realidad del país en Latinoamérica y el mundo, Desarrollo Rural, MERCOSUR, Globalización y Tratados Internacionales”.

El trabajo comenzaba a rendir sus frutos, por lo que consideraban que uno de los logros más importantes del CEPRU, en relación a la temática de la mujer, fue posibilitar el encuentro de mujeres campesinas de diferentes regiones, que en la mayoría de los casos nunca habían salido de su comunidad, para que pudieran darse cuenta que los problemas que consideraban personales y únicos, se repetían en cada participante. Esta realidad permitió profundizar la problemática: ¿Porqué somos así las mujeres? ¿Porqué tenemos vergüenza de hablar? ¿Cuál es nuestra identidad? ¿Porqué tenemos tan baja nuestra autoestima? ¿Porqué no valoramos y no valoran nuestro trabajo? ¿Porqué no conocemos nuestros derechos? ¿Porqué no conocemos nuestro cuerpo? ¿Porqué se apropian de nuestro cuerpo y no reaccionamos? ¿Porqué aceptamos la violencia? ¿Qué es la sexualidad? ¿Porqué sólo las mujeres debemos ser abnegadas, dulces, serviciales, generosas, sumisas, prudentes? ¿Qué diferencia hay entre sexo y género? ¿Por qué existe una doble moral? ¿Qué organización queremos? ¿Qué Desarrollo Rural? La Declaración Universal de los Derechos del Hombre de 1948 fue sin duda muy importante, pero sólo regulaba los derechos de los varones. Ya entonces en París la voz de una mujer, Olympe de Gouyes, hizo sentir el reclamo haciendo una declaración de los derechos de las mujeres. Hoy decimos se trata de una igualdad real de oportunidades y de trato. Profundizando el proceso de toma de conciencia, analizamos la sociedad patriarcal, donde nos toca vivir, quién decide y quién ejerce el poder”.

Profundizar en la problemática, prosiguió Tudy Noceti y “analizar todo esto nos permitió visualizar que vivimos en un Sistema de género, que es patriarcal pero que es modificable. ‘Él siempre fue así’ ya no se aceptaba tan fácilmente. No es lo mismo hablar de los pobres en general, que hablar de las mujeres pobres. La acción colectiva de las mujeres por los derechos civiles y políticos, les permitió el acceso a la vida social y política. El derecho al sufragio femenino, impulsado por Evita en 1947, abrió la puerta a la participación de la mujer y al reclamo de sus derechos. ‘Allí donde hay una necesidad, hay un derecho’, ya nos decía. Muchas leyes sancionadas desde entonces, gracias a la lucha de las mujeres, han ido equiparando los derechos de las mujeres, aunque todavía falta que se conozcan y se apliquen”.

En ese marco, el Siglo 20 no fue sólo el discepoleano de “la maldad insolente”, sino que “la lucha de las mujeres por sus derechos, aunque no se quiera reconocer, ha sido casi el hito más importante del Siglo 20. Cuatro Conferencias Internacionales convocadas por Naciones Unidas, con la participación de más de 180 países en Beijing, para tratar la situación de la mujer y lanzar su Plataforma de Acción, más los 20 Encuentros Nacionales de Mujeres, multitudinarios, en los que las mujeres católicas con mandato jerárquico, sólo trataron de impedir y romper el desarrollo de temas conflictivos, queriendo imponer sus opiniones sin respetar la legítima pluralidad, en las discusiones producidas en los talleres Salud Reproductiva y Procreación Responsable y Despenalización del aborto, entre otros. La perspectiva de género y la especificidad del derecho de las mujeres tienen un desarrollo específico en el derecho internacional de los derechos humanos. La violencia y la discriminación contra las mujeres son los principales ejes temáticos en torno a los cuales gira la protección internacional. Toda esta problemática la fuimos transmitiendo durante 15 años desde el CCPRU, mediante la realización de dos o tres Encuentros anuales de delegadas de organizaciones campesinas y aborígenes, de trece provincias y la publicación de la revista Campesinas. La Casa Nazareth, de los Padres Pasionistas, fue el lugar elegido para los encuentros, donde las campeaina» y aborígenes se sienten en su casa , acogidas y respetadas”.

Luego, Tudy Noceti expresó que “quiero destacar que la principal tarea la realizaban las campesinas, al volver a sus grupos u organizaciones, transmitiendo, elaborando, actuando, multiplicando. Nuestro objetivo desde el comienzo, fue que ellas mismas se reconocieran mujeres campesinas ciudadanas, con derechos y deberes, organizadas y protagonistas del cambio y del desarrollo”.

El objetivo comenzaba a cumplirse, según relataba la curtida activista cristiana, cuando “en el 2005 se constituyeron como Mujeres Campesinas y Aborígenes Argentinas (MUCAAR) y ese mismo año participaron en el II ENLAC realizado en México, con la participación de campesinas y aborígenes de 22 países Latinoamericanos y del Caribe. Las conclusiones del II ENLAC denuncian y claman justicia, pero también hacen propuestas. Hoy día, los grupos de mujeres campesinas reciben un fuerte apoyo técnico y de organización de instituciones gubernamentales y de Ong’s en las diferentes provincias y su problemática y su lucha por sus derechos se ha hecho más visible. La lucha sigue, su desafío es grande, pero están de pie. Con la creación de su propia organización -MUCAAR-, en 2006 el CEPRU da por cumplido su objetivo, con la tranquilidad de que muchas organizaciones siguen acompañando el proceso”.

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