A partir del fallecimiento del ex Ministro de Salud, Ginés González García, usted declaró que fue un aporte para la salud pública argentina. ¿Cómo es compatible con el vacunatorio VIP?
El vacunatorio VIP está dentro de los nuevos aportes… el de los errores. El vacunatorio VIP no tiene disculpa. Pero Ginés tiene una historia en la salud de 30 años. Lo que quise hacer con mi declaración es justamente resaltar que su gestión no solo fue el vacunatorio VIP que, repito, es imperdonable. Ginés fue el sanitarista que organizó la salud pública durante 30 años en el país. Era la voz de referencia.
¿Cuál diría que fue el aporte más importante?
Mantener la directriz desde el Ministerio de Salud. Argentina tenía muchos caminos en salud y esto se ha ido deteriorando mucho. A partir de que Cavallo desarticula el sistema nacional de salud, fue muy difícil mantener el control. Vos tenías planes de vacunación, monitoreo de datos, controles de epidemia y todo tipo de funciones que en cualquier país desarrollado son facultades del Estado nacional. Eso estaba en grave en riesgo. Ginés logró mantener el Ministerio a flote con las reuniones mensuales, el impulso de la recolección de datos con la Dirección de Estadísticas e Información de Salud (DEIS). Con esto, él logró mantener una política de salud en un país que empezaba a perder, y ahora efectivamente la está perdiendo, su orientación nacional.
Uno de los indicadores de la crisis de la salud pública es la enorme cantidad de vacantes que quedan vacías para puestos que antes eran altamente codiciados. ¿A qué se debe este súbito desinterés?
Es una gran pregunta. El gran problema es el deterioro de la cultura organizacional de la salud pública. Es decir, cuando se perdió el orgullo por pertenecer. Lo salarial es importantísimo, pero no es el punto. La realidad es que el salario para el hospital público siempre fue malo, pero se compensaba con el trabajo afuera. Y ahí es que nos damos cuenta de que en realidad fue el deterioro del trabajo en el privado lo que hizo que se tornara insuficiente el ya magro ingreso del médico público. Además, al desaparecer la cultura del hospital nacional, se empezó a politizar muchísimo. Y la politización del hospital llegó a lo que estamos viendo hoy: el director del hospital cambia según cambia el intendente o el gobernador. Esto es un disparate. A esto se le suma una cultura sindical que, en muchos casos, no fue positiva. También está la aparición de muchas mafias. Y también el deterioro de la cultura académica de la salud en Argentina.
¿El deterioro académico responde a una falta de inversión?
En parte, sí. Pero a mi entender, es más por el deterioro general del país. La pérdida de liderazgo en Argentina entró en una debacle tal que politizó todo, desde las universidades hasta los hospitales. Y eso ahuyentó a los talentos locales. Pensá que Argentina tuvo 3 Premios Nobel de Medicina y podría haber tenido 5. Roberti y Braun Menendez no fueron ganadores por un pelín. Todo eso hizo que se perdiera el impulso por lo público. Otro tema es cómo la izquierda, a partir de diversas organizaciones latinoamericanas, tomó esta cuestión. Y la realidad es que no le daban tanta relevancia a la salud pública, sino más bien a la salud comunitaria. Todo eso mezclado es lo que nos llevó a la situación actual.
El sistema de obras sociales ha sufrido una serie de modificaciones desde la asunción de Javier Milei. ¿Cuál es el riesgo más grande de que el Estado no regularice este área?
El riesgo más alto es lo que estamos viendo. Cuando vos tenés algo que debería funcionar como un sistema y empieza a funcionar como un “sálvese quien pueda”, empezás a tener varios problemas. El primero es que la excelencia médica se va del país. Lo segundo que ves es un aumento de la corrupción. Vos pensá que los sistemas de salud están entre los más corruptos del mundo. ¿Por qué? Porque manejan una cantidad de recursos inmensa. Es el 10% del PBI de la Argentina. O sea, se invierte más en salud que en energía, que es el 8%. La cultura organizacional es fundamental para cualquier sistema de esta magnitud. Imaginate si hubiera un relajamiento de las costumbres dentro de las fuerzas de seguridad. Sería un despelote. Bueno, en Argentina, son contados con los dedos de una mano los médicos que cumplen con los horarios. De esta manera, las organizaciones pasan a ser lideradas por la política y las mafias. Y esto es muy difícil de revertir.
Usted habló de la necesidad de regular el vínculo entre las obras sociales y los sindicatos. ¿Por qué?
Las obras sociales nacionales conforman el Seguro Nacional de Salud, dispuesto por dos leyes: la 23.660 y la 23.661. Los sindicatos son los que gestionan las obras sociales nacionales, porque cada una de ellas está adscripta a un gremio distinto. Como ha cambiado todo y ha cambiado el mundo, hoy en día tenemos una enorme cantidad de obras sociales. De las 230, hay 70 que tienen muy pocos afiliados y que no tiene sentido que sigan existiendo. Ahora, el principio general de aportes y contribuciones sobre el salario en bruto, una parte pagada por el empleado y otra parte por el empleador, para financiar un sistema de salud gestionado por los trabajadores, en principio es muy bueno. De hecho, es el principio que se usa en Alemania. El problema es que ese dinero es casi un impuesto. Entonces, el Estado no puede desentenderse de la forma en que se gestiona ese cuasi impuesto. Y para eso, más allá de la Superintendencia, debería haber más regulación para poder garantizar la transparencia del manejo de los fondos y después la eficacia. No son todas las obras sociales iguales y la realidad es que todas deberían brindar el mismo servicio y por supuesto, un buen servicio. Algunas están bien gestionadas y otras mal gestionadas.
Usted fue muy crítico de una de las últimas resoluciones del Gobierno, que determinó que profesionales de la cartilla médica pueden emitir recetas y órdenes de tratamiento. ¿En dónde ve la mayor falla?
Si la resolución de la Superintendencia de Salud se cumpliera a rajatabla, los pacientes sólo podrían recibir recetas de su médico de cartilla. Cuando lo ves desde el lado médico, el médico solo tenía una receta válida para los pacientes dentro de su cartilla. Ahora bien, dado que la totalidad de los pacientes que se pueden atender en un consultorio privado tienen o una obra social o una prepaga, la conclusión es que el médico no podía trabajar si no era dentro de una cartilla. Si el médico puede trabajar solo dentro de una cartilla, automáticamente el médico está condicionado por el financiador. Porque si no hace lo que le establece el financiador, lo echan de la cartilla. Y si se va de la cartilla, no puede trabajar. Entonces, de un saque inmovilizaba la atención privada de 150 mil médicos en Argentina. Además, de los inconvenientes enormes que tienen para el paciente. Por ejemplo, deslegitimaba todas las recetas de los hospitales públicos. Y esto es un tema porque hay muchas especialidades que están mucho más desarrolladas en los hospitales que en el ámbito privado. Y además de todo, era anticonstitucional. El ejercicio de la medicina, como cualquier profesión libre, estaba cercenado por esta norma.
Uno de los temas que se está debatiendo es el del acceso a la salud de los extranjeros. ¿Cómo cree que debería estar regularizado?
En cualquier país serio, vos para atender tu salud, tenés que estar inscripto en algún seguro nacional. El gran problema de la Argentina es que no tiene ningún dispositivo de inscripción para las personas que no tienen cobertura. Y estamos hablando del 50% de los argentinos. Sería indispensable crear un sistema de inscripción para esa gente, que es lo que proponía en su momento el ministro de Salud, Jorge Lemus, es decir, crear un seguro nacional de salud. Entonces, si vos no estás inscripto, en cualquier país desarrollado, vos tenés que pagar tu atención médica. Al mismo tiempo, inscribirte implica, entre otras, tu trámite migratorio. Si no tenés regularizada tu situación migratoria, entonces el hospital le puede cobrar a los seguros internacionales de salud. Acá es un “viva la pepa”, que no le importa a nadie. Los médicos, entonces, se ven obligados a trabajar a la marchanta. Para poder brindar servicios de salud a la altura de los avances científicos, además de todo, es un desafío organizacional. Vos podés tener muy buenos médicos. Pero si no están organizados, no sirve de nada. Y esta desorganización está incentivada por el deseo de destrucción de las organizaciones públicas en Argentina. La salud es una de ellas y es donde más te vas a ver afectado, pero también pasa en la educación.
¿Cree que educación y salud van de la mano?
Indudablemente. El desmantelamiento de los sistemas de salud escolares es parte de eso. Antes, había oficinas de salud en las escuelas y universidades. Eso te garantizaba que cuando el chico iba a la escuela, se le daban las vacunas y que recibía, aunque sea, lo básico. Hoy en día, los chicos están con una crisis de desnutrición y también en términos de vacunación. Argentina está vacunando menos que hace 10 años. Y esto tiene que ver con la destrucción de las capacidades públicas.
Durante el gobierno de Mauricio Macri, usted fue titular del PAMI. ¿Qué hubiera hecho distinto?
Lo que más me angustia es no haber hecho el cambio que proponíamos, que era la tecnificación total del PAMI. Dos, no haber hecho un sistema nacional de hospitales del PAMI, porque los teníamos y los tiene el PAMI. Eso hubiera permitido atender un montón de problemas que son fundamentales y de alta complejidad. Y después, lo otro que queríamos hacer era el sistema de oncología en todo el país, lo que te iba a permitir racionalizar los tratamientos. Y la cuarta era una reforma total de los geriátricos que son propios del PAMI. Hay en Santa Fe, Lomas de Zamora y queríamos hacer más en Esteban Echeverría, al lado del hospital para los pacientes mayores de altísima dependencia. Son pacientes que están cursando los, muy probablemente, últimos meses de su vida y con demencia muy avanzada. Requieren de mucha asistencia y, por lo tanto, es fundamental que estén cerca de los hospitales. De hecho, nosotros los queríamos poner al lado de los hospitales. Esto es fundamental, porque si no el nivel de atención que tienen es una catástrofe. Es indigno.
¿Por qué no pudieron llevarse a cabo estos cambios?
Tiempo. Durante mi gestión se hicieron muchos cambios, pero me faltó tiempo para hacer todo lo que me hubiese gustado reformar en el PAMI. Estos cambios requieren, en algunos casos, años de implementación.
¿Y cómo ve la política de salud en adultos mayores del gobierno actual?
La política de salud de este gobierno tiene un punto a favor que es que ha obligado a sincerar muchas realidades. Muchas de ellas, tristes. Pero el sinceramiento no puede ser una autodestrucción. Tiene que ser parte de un proceso constructivo. Ese proceso no tiene una parte de anarquía implícita. El neoliberalismo cree que la etapa de anarquía es parte del proceso constructivo. Bueno, yo creo que no. Eso es lo que yo veo como negativo. Es como hacer una gran cirugía. El riesgo de tocar un órgano vital es mayor si el mal está tan extendido. Hay que tener mucho cuidado. Paramos cuando le duele, pero ya es muy tarde. Creo que tenés que recomponer las organizaciones y reorganizarlas para hacerlas evolucionar y transicionarlas. Eso se logra con informática, transparencia e intervención ciudadana. Se tienen que sacar de la órbita política. ¿Cómo? Por ejemplo, las autoridades no deberían tener nada que ver con los gobernantes de turno.
Por último, ¿considera que una campaña de vacunación contra el dengue es necesaria para combatirlo?
Es indispensable. La vacuna del dengue es eficaz y segura a partir de los 4 años de edad hasta los 100. El riesgo de dengue moderado y mortal es a cualquier edad. El problema es que el dengue vino para quedarse. No es una epidemia. Las epidemias tienen ciclos, cuando son de contagio de persona a persona, que después se extinguen. Lo vimos con el COVID. Hay epidemias que no, como el caso del sarampión y por eso, tenés que estar todo el tiempo vacunando para tener un grado de vacunación por encima del umbral del rebaño. Cuando la epidemia está movida por una zoonosis, es decir un vector no humano, ahí la segunda binamia que tenés que atender es la del vector. Y el vector mosquito depende del clima. Hay calor, hay lluvia y hay mosquitos. En todo el mundo, lo que se está viendo es que se ha corrido la lluvia, me refiero al clima tropical y subtropical, a otras latitudes y hacia el sur. Cuando se está esperando que el dengue no nos afecte más, se está esperando que los mosquitos no se extiendan. Y entonces, están esperando que el cambio climático se resuelva solo. Es una esperanza cósmica. Es ridículo el planteo. Por eso, vos tenés que combatir al vector. Uno, tenés que fumigar. Y dos, tenés que vacunar, porque la vacuna funciona. Cuanto más casos de dengue hay, más contagios hay y más casos mortales hay y es lo que está pasando. La mortalidad se está duplicando año a año.
¿Y los testeos?
Hay una segunda etapa que es diagnosticar dengue y tratar dengue. Ojo, que cuando no están bien llevados son responsable de más daño, porque es una enfermedad que tiene sus vueltas. Entonces sí, tener el método de diagnóstico es indispensable.
¿Es muy costoso?
Costosísimo. Pero es indispensable. Todo en salud es costoso. Pero para eso existen alternativas. ¿Qué está haciendo Brasil? Está haciendo su propia vacuna. Además que cuando vos avisás al laboratorio un año antes, el laboratorio puede empezar a fabricar la vacuna. Acá, nos dedicamos a decir pavadas el año pasado. Hay que hacerlo.