Luciano Frangi: “Cromañón nos pasó a todos”

Luciano Frangi: “Cromañón nos pasó a todos”

El sobreviviente y autor del libro “Las cenizas siguen ardiendo” habló con Noticias Urbanas.


Primero que nada, ¿cómo es su historia? ¿Por qué fuiste al concierto esa noche?

Empecé a escuchar a Los Callejeros a fines del 2003. En esa época, yo trabajaba en Dexter. Y en el local, los poníamos siempre. Fui a verlo a Obras con mi amiga Laura. Después, fui a verlos a Excursionistas. También, cuando tocaron el Día Mundial del HIV. A Cromañón fui también porque tocaban Los Perez García y yo era seguir de ellos. Éramos varios, entre ellos, mi hermana, mi primo y Diego que era mi compañero de laburo en ese momento. Eso fue la primera fecha. El 30 yo iba a ir con Laura. Y me acuerdo que ese día, me dolía mucho la cabeza. Casi cancelo. Dormí una siesta y cuando me levanté, me sentía bien. Así que, la llamé a Laura y a último momento, me dice que no iba a ir, que se  bajaba. Ahí, es cuando le digo a Diego que viniera.

¿Tenían entradas?

Laura las conseguía. Así que, terminamos yendo Diego y yo directo a Cromañón. Y cuando vamos a la boletería, nos dicen que no habían más entradas. Yo ahí les insisto tanto que al final, me las venden. Me acuerdo que el jefe de la boletería le dice al que estaba vendiendo: “Vendé estas dos y no vendas más”. Nunca voy a saber si en serio me dieron las últimas dos entradas al infierno o si siguieron vendiendo. Bueno, de ahí, encaramos la entrada.

¿Cómo era el tema de la Seguridad?

Nos palparon muy bien. Nos hicieron sacarnos las zapatillas, hasta las plantillas. En el medio de la cola, veo como se llevaron a dos pibes. Uno tenía una bengala y creo que el otro, una entrada falsa. Me acuerdo que me llamó la atención. En fin, a cinco metros de la entrada, estaba el hall. Y ahí estaba Papu, que es un amigo que tocaba en Zumbadores, una banda que era ricotera también. Acordate que los Reondos se habían retirado en 2001 y empezaron a surgir bandas como que seguían esa línea ricotera. Y Callejero era una de éstas. Me acuerdo que le pregunto al Papu cómo había estado la noche anterior que yo no había ido.

¿Mencionó algo que le haya llamado la atención?

Antes, yo había quedado re caliente de la primera fech porque no había podido ver nada por la cantidad de bengalas. Eso es la cultura del aguante. Y el Papu justamente me contestó que la segunda fecha estuvo bueno porque se ve que revisaron bien en la entrada y hubieron re pocas bengalas. Cuando me dijo eso, entré re ilusionado. A mí me súper importa poder ver bien el show. Y además soy muy obsesivo. Cuento los temas para saber cuál viene después. Y también, contaba las bengalas. Y me acuerdo que ya se habían prendido dos bengalas cuando tocaban Ojos Locos. En el break entre Ojos Locos y Callejeros, van dos pibes al pogo y prenden dos bengalas más. Ya eran cuatro. Ya ahí, le digo a Diego que voy al baño. “Che, vas a tardar un montón”, me dice Diego porque justamente los baños estaban arriba. Pero yo ya lo tenía todo calculado. Era obvio que en el primer tema de Callejeros, la gente se iba a ir de los baños. Y así fue. Bajé para escuchar el segundo tema. Y la verdad es que si me quedaba en el baño un rato más, no sé qué hubiera pasado conmigo. Porque el humo tóxico va para arriba.

¿Llegó a escuchar a Chabán cuando le grita al público justo antes de que empezaran a tocar Los Callejeros?

Sí. Yo no sabía que era él, pero me lo imaginaba. Gritó: “Negros de mierda, dejen de prender bengalas que no vamos a poder salir todos por una sola puerta. Nos va a pasar lo mismo que en el shopping de Paraguay”. En ese momento, me pasó algo medio paranormal. Siento como una voz interna que me dice: “No, no hagas la cola del baño”. Nunca voy a saber qué fue eso. Np me hice caso. Me contradije a mí mismo. Hice la cola tranquilo y bueno, fui al baño. Y cuando salí, todavía no había empezado el show. Estaba Pato Fontanet gritando que nos íbamos a portar bien. Sí me acuerdo que cuando bajaba, me re costó. Había un montón de gente. Cuando llegué a planta baja, empezó el recital.

¿Se volvió a encontrar con Diego?

Sí. Lo veo y voy a donde estaba él. Nos abrazamos y empezamos a saltar, cantar, todo. Ahí, veo cómo prenden dos bengalas más. Ya eran seis en total. Y de repente, veo que prenden una que era distinta al resto porque era esto que se llama candela. Y estaba adelante. Porque se prenden bien adelante, donde está el pogo. Ahí, veo como unas chispas empiezan a pegar en el techo. Rebotaban y caían al público. Me acuerdo que lo empiezo a alertar a Diego. Pero no se escuchaba nada. Lo codeo y le señaló arriba. Ahí, me empecé a preocupar.

¿Pudo ver entonces el inicio del incendio?

No había fuego. Había como una combustión. Salía humo humo negro. Esa era la espuma que estaba cubriendo el techo. Cuando las chispas llegan a la media sombra, ésta empieza  colgar y de repente, se abre todo un círculo gigante y ahí, se expande todo el fuego. Ahí, sí había fuego. Un sol de fuego.

¿Y la gente?

Ahí, la gente se empezó a desesperar porque a los 5 segundos más o menos, se corta el sonido y a los otros 10 segundos, 20 segundos, se corta la luz. Perdí a Diego. No se veía nada. Era negro total. Lo único que se veía era el cartelito que decía “Salida”. Yo me fui para ese cartel. Porque era parte de la entrada que ya sabía dónde estaba. No conocía otra salida. Dicen que en la salida de emergencia también había un cartel. Yo, sinceramente, no lo vi. Vi la entrada principal y apunté ahí. Y acá, tomé una decisión importante. Porque cuando se abre toda la gente de la pista al caer las gotas de fuego, queda un vacío en el medio. Yo tenía dos opciones. O hago una L para un lado o una L para el otro, teniendo un montón de distancia hasta la salida. O corro por el medio de la pista que no había nadie, pero esquivando el fuego que caía del techo. Y bueno, hice eso. Me la jugué y dije, bueno, acá tengo que ganar tiempo porque esto es grave. Corrí y no me quemé. Pasé por el medio y no me quemé. Choqué contra la masa de la gente y ahí sí quedé muy apretado. Intentaba sacarme la remera que tenía en la cintura y no me la pude sacar nunca. Yo estaba en cuero. Con los brazos me cubría el pecho con los dos puños. Eso lo había aprendido en la cancha, en las avalanchas. Íbamos avanzando medio A paso de tortuga, ¿viste? Todos como si fuera un scrum de rugby. Si viste la serie la viste, lo que te puedo decir es que estábamos más apretados de lo que se ve. Y ahí había más oscuridad. Pero bueno, es difícil filmar la oscuridad.

¿Cuándo empezó a sentir miedo?

Yo no estaba desesperado. Hasta que escuché que gritaban: “Abran las puertas”. Ahí, dije listo, acá me muero. Me acuerdo de pensar que loco morir tan joven.

¿Tardó mucho en salir?

Y eso no lo sé, porque todo lo que estuvimos ahí, perdimos la noción del tiempo.

¿Cómo surgió la necesidad de escribir sobre esto?

Fue muy loco. Obviamente, la gente me vivía preguntando por Cromañón. Y a mí, me desgastaba mucho revivirlo y contarlo todo el tiempo. Así que, lo escribí y lo mandaba por mail. También, porque sabía que si pasaba el tiempo, me iba a olvidar de detalles importantes. Uno de los capítulos de mi libro «Las cenizas siguen ardiendo» (2024), es el testimonio de esa noche. Se llama «Presagios de esa noche».  Bueno, y aprovecho para cerrar. Como te estaba diciendo, cuando empiezo a escuchar los gritos, yo ya estaba rendido. En eso, empiezo a sentir algo debajo de mis pies. Era gente. Intentamos ayudarlos. Pero era imposible por lo apretados que estábamos. Me acuerdo de sacarme una de las manos del pecho para ayudar a los que estaban en el piso y fue terrible. La gente se te trepaba. Me acuerdo de al día siguiente, tener dolor en todo el cuerpo. Y no solo eso: marcas de las zapatillas de los otros en mi espalda, rasguños. Bueno, la gente estaba desesperada. Lógico.

¿Cómo conservó el oxígeno?

Eso fue un tema. Yo no soy muy alto. Pero no sé por qué sentía un poco más de aire. Eso fue lo que me permitió avanzar, avanzar. Avanzar sintiendo siempre piernas, pies, cuerpos. Eso fue lo peor. Y me empiezo a sentir peor cuando veo una columna blanca delante mío. Yo sabía que esa columna estaba ahí nomás de las puertas que te llevaban al hall. Y la salida la seguía viendo. Avanzaba, derechito. Pero mi miedo era estamparme la cabeza contra esa columna. En eso, escupo. Era algo oscuro. Pensé que era sangre. Pensé que me estaba muriendo. Que ya estaba envenenado por el humo tóxico.

¿Recuerda si alguien lo ayudó?

Había un flaco al lado mío. Pelado. Cruza el brazo para agarrarse de la columna. Claro, para no estamparse. Imaginate, el brazo del pibe me sacaba el aire. Pero bueno, ahí estábamos. Me acuerdo que nos alentabamos. Cuando avanzamos, empiezo a sentir mi respiración. Ahí, dije: “Bueno, me queda poco”. Pero no daba más. Le digo al pelado que me voy a desmayar. Y me dice: “Aguanta, ya salimos”. No sé cuánto tiempo pasa, pero siento que se descomprime la cantidad de gente. Me agarro del pelado y salgo con él. Veo un resplandor de luz y veo a un bombero, la sombra de un bombero entrando con una manguera.

¿Sabe quién fue ese hombre que salió con usted?

No, nunca más supe de él.

¿Qué pasó cuando salió finalmente de Cromañón?

Era una típica noche de verano. Imaginate, fines de diciembre. Más de 30 grados. Así y todo, no sabés todo el aire de la calle que me venía. Fue un volver a nacer. Claro, comparado con adentro era un paraíso. Según las pericias, dentro del local la temperatura llegó a ser 150 grados.

¿Y Diego?

Diego estaba en el lugar que habíamos puesto por si nos perdíamos. Estaba saltando y gritando mi nombre. Y nos encontramos. Me acuerdo que vimos las ambulancias, pero no nos subimos porque había gente que estaba mucho peor.

Usted dijo que las bengalas representaban la “cultura del aguante”. ¿A qué se refiere?

Yo nunca prendí una bengala. Nunca me gustó. Me chispeaba, me quemaba y aparte no me gustaba porque el humo porque me tapaba la visual. Pero desde mi experiencia, creo que las bengalas tienen que ver con que los pibes quieren ser protagonistas. Y es algo más popular. En un concierto de Charly, no está tanto eso. Es algo más del rock barrial. Y ahí también está esa cultura del aguante. Cuanto más apretado estás, más bancas a tu banda preferida. No quiero romantizar la situación. La realidad es que no se tienen que prender bengalas en un lugar cerrado. Y creo que es algo que se aprendió.

En el libro, usted habla de una “cadena de irresponsabilidades” que comienza en los noventas. ¿Qué ocurrió en ese momento?

Cromañón no fue solo en el 2004. Cromañón arranca en los noventas. Primero, los pibes que estábamos esa noche eramos hijos de los noventas y también, del 2001. Entonces, fuimos una generación que no tenía unidades básicas donde militar.  Nosotros tomábamos los recitales y las letras de las canciones como nuestra política. Cantabamos que al aborto sea legal hace 25 años. Más allá de eso, yo me remito al año 1997. Ese año, se fundó Callejeros. Y coincide con la habilitación de Cromañón.

Una habilitación polémica, ¿no?

El inspector había arreglado una coima con Rafael Levy, uno de los dueños del local. Directamente, cambió los planos de manera tal que se pueda habilitar. Había además de todo, una cuestión impositiva. Lo habilita con menos metros cuadrados de los que tenía de verdad para que no le cobrabran tantos impuestos a Levy. Lo ponen como un salón clase C. Y lo más loco es que a ese tipo no se le conoce la cara entonces no tiene condena social. Tampoco condena legal, porque su condena proscribió y no llegó a ir preso.

La avaricia cobrándose vidas…

Sí. Avaricia y codicia. Yo lo llamo capitalismo salvaje. Ponele, una de las puertas que cierran es la que daba al hotel también de Levy. La cierran por el tema del ruido y para no tener quilombo con los huéspedes. Pero la otra, la alternativa, la cierran porque de esa manera, Chabán se ahorró contratar cinco pibes de seguridad. Y toda la trampa mortal que fue. Metieron el triple de la cantidad de gente que podían solo para recaudar más. Era como Auschwitz. Fue una cámara de gas donde mataron a miles.

¿Cree que el descuido por parte de los dueños del local tuvo algo que ver con esta creencia de que el público era “inferior” para ellos? Me refiero a cuando Chaban los tilda de “negros de mierda”.

Bueno, la prensa se encargó de estigmatizarnos. Imaginate, una banda de rock and roll de la Matanza. La prensa, Chabán, Levy y también gran parte de la sociedad nos veían como negros drogones. Y nos veían como inferiores. Y por lo tanto, que no había que cuidarnos. Nadie nos cuidó. El Estado tampoco.

¿Los involucrados tuvieron alguna víctima?

No, ninguno. Incluso, me acuerdo de que el hermano de Chabán estaba en la barra, Yamil. Y hay testigos que cuentan cómo Chabán, cuando ve el fuego, corre a la barra para salvarlo. ¿Lo más gracioso? Antes de irse, pasa por la boletería para agarrar la recaudación.

¿Por dónde se escaparon?

Mirá, no sé por qué puerta salió, pero él tenía muy cerca la salida principal. Habrá salido por la salida de mujeres o por la entrada de mujeres, que estaba como pegadita. Hay una puerta que ellos le llamaban de emergencia, que no era de emergencia. Habrá salido por esa.

¿Cómo recolectó la información para hacer el libro?

En el año 2013, yo empiezo a militar la causa Cromañón con otros compañeros que con los que me encontraba en la Legislatura. Varios eran de la Matanza. Ellos ya tenían una agrupación armada y me habían comentado que habían tratado de hacer ley un proyecto, pero que durante dos años no habían conseguido nada. Los legisladores se hacían eco de todo eso. En ese momento, empiezan a militar también otros autoconvocados como yo. Pero nos dimos cuenta de que el reclamo iba a ser más fuerte si nos uníamos. Cuando presentamos nuestras demandas, nos exigieron que no hablemos de culpabilidades. Y nos enfocamos únicamente en que la ley pase de manera tal de mejorar la calidad de vida de los pibes y los familiares. Ahí, empiezo a entrevistar a varios de los involucrados. Y obvio, se super abrían y me contaban de todo. Y medio que ahí surgió la idea de hacer el libro a partir de estos reportajes. Lo bueno es que ellos también se coparon con la idea.

En el libro, hay testimonios por fuera de los sobrevivientes y familiares. ¿Hubo algo que le haya sorprendido?

Me di cuenta que también era interesante entrar desde otro lado. Entrevisté a músicos, periodistas, sociólogos, psicólogos, políticos, trabajadores sociales, médicos y enfermeros que estuvieron esa noche. Yo quería hacer una investigación y saber las causas y las consecuencias. Es decir, no quería que sea solo informativo. El libro incluye tres testimonios en primera persona. Y los otros catorce capítulos son el resultado de la investigación que hice. Una de las cosas que más me sorprendieron fue cuando lo entrevisté a Aníbal Ibarra.

¿Cómo fue eso?

Lo fuimos a entrevistar dos veces. No me dejó que lo grabara. Entonces, me acuerdo que las dos veces fui con alguien que tomaba nota de todo. También, me ayudó mucho Facundo Martínez Reyes. Él no estuvo en Cromañón, pero tiene mucha sensibilidad.

¿Qué fue lo que más le chocó de la entrevista?

Su personalidad, su negligencia. Es un tipo muy individualista que nunca confió en lo colectivo. Un tipo muy egocéntrico y hasta podría decir, un poco miserable. Y vinculado a esto, otra cosa que me llamó la atención fue cuando entrevisté a la Directora de Asistencia a la Víctima en el momento que sucedió Cromañón que era Mara Brawer. ¿Sabés lo que me dijo? Que tenían una orden de arriba de no decirle a los padres que sus hijos estaban fallecidos. O sea, los padres recorriendose todos los hospitales de la Ciudad. Y pensá que no había Whatsapp. Fue un desastre.

¿Se refería a Ibarra?

Cuando le preguntó si él había mandado la órden, me dice que sí con la cabeza.

¿Y que razón le dio?

A medida que iba entrevistando a otras personas, entre ellas médicos y enfermeros, fui entendiendo. Lo que concluí es que no querían mostrarle a los padres los cuerpos de sus hijos en el estado que estaban. O sea, estamos hablando de cuerpos tirados uno encima del otro, hospitales colapsados. Pedirle a un padre que reconozca a su hija en una pila de cuerpos es terrible. Al otro día, mandaron todos los cuerpos a la morgue de Viamonte que era la más grande de todas. Ahí, cuando los cuerpos estuvieron en condiciones y bien acomodados, les empezaron a avisar a los familiares.

¿Qué sintió cuando lo vio cara a cara a Ibarra?

Me puse en el rol profesional, en el rol de periodista. Obviamente, sentí rabia. Y más a medida que me iba contando todo y confirmaba todas mis sospechas. Pero me contuve. Él me dijo orgulloso que había echado a más de 300 inspectores supuestqamente corruptos. Y yo ahí me quedé, ¿pero y donde están los otros nuevos inspectores para poder llevar adelante el trabajo? Ese tipo de negligencias, ¿entendés?

Recientemente, se aprobó un proyecto que mejora la ayuda que reciben los sobrevivientes y familiares. ¿Qué es exactamente lo que cambió?

Hago un repaso primero. En el 2005, se creó un empadronamiento al que no se le dio mucha difusión entonces nos empadronamos como pudimos. Y además, cuando ibas, te ponían muchas trabas. Ese padrón era para poder recibir el subsidio mensual que era irrisorio, pero servía para cubrir medicamentos y alguna que otra consulta médica. El tema es que esa cifra nunca se actualizó. Nos daban alrededor de $600 y eso duró hasta 2013. Para que se entienda, en el 2005 eso representaba el 70% del salario vital móvil. Casi diez años después, era solo el 5%. Y cuando asumió Macri como Presidente, nos amagaron con sacarnolso. Y ahí estaba la raíz del problema: que no lo teníamos asegurado. Y lo que es peor, que cada seis meses teníamos que volver a empadronarnos. O sea, cada seis meses, teníamos que revictimizarnos y llorar para que no nos saquen del padrón. Y repito: no todos pudieron hacerlo. Los que quedaron afuera yo los llamo los “invisibles”, el Estado no los contiene.

¿Y en el 2024?

Nos ponemos de acuerdo con todas las organizaciones de pedir que el subsidio sea vitalicio. Justamente, para no tener que tener que renovarlo todo el tiempo. Y asegurarnos de que no lo vamos a perder. Reclamar todo el tiempo esto es insólito. Es traumático además tener que revivirlo todo el tiempo. Otro pedido en el que acordamos todos es que el padrón sea abierto. Y logramos las dos cosas. O sea, con respecto a lo último, logramos que aunque sea lo dejen abierto dos años. Logramos una ley espectacular.

¿Y el monto del subsidio?

Creo que está alrededor de $160.000 el nuestro y creo que el doble para los padres de las víctimas. Y se supone que este mes, hay un aumento.

¿Con qué partidos políticos les costó más conseguir que se apruebe la ley?

Mirá, siempre nos pasó que el PRO, por ser la mayoría y ser algo parecido a una escribanía, eran con los que más resistencia teníamos. Me acuerdo que Alejandro Bodart, que es de izquierda, también jugó de una forma parecida al PRO. No esperaba eso. A lo que voy es que no fue solamente el PRO. Por suerte, eso fue antes y este año, el diálogo fue bastante fluido. Hubo una sola cosa que nos llamó la atención y fue que Claudio Romero intentó po ner un artículo que decía que si vos habías cobrado por un juicio civil, no podías cobrar el subsidio. Por suerte, logramos que no pasará. Ese artículo no tenía razón de ser. Y era regresivo. Si tengo que mencionar a legisladores que nos ayudaron bastante están Matías López de Vamos Por Más, también Modarelli y Neira de Unión Por La Patria, y Celeste Fierro de la izquierda.

¿Y de La Libertad Avanza (LLA)?

El que más me llamó la atención fue el legislador Reta de LLA. Habíamos hablado con Ramiro Marra y nos había dicho que iban a apoyar el proyecto y ahi, me mandó  a hablar con Reta. Y nos re apoyó.

¿Y el resto?

Los que más dudas nos trajeron fueron los radicales del ala de Lousteau. Nos decían que nos iban a apoyar, pero no había ninguna acción concreta. Pero bueno, al final, apoyaron. En realidad, apoyaron todos, salvo Yamil Santoro que votó en contra y además, pidió la palabra. Se comió mil puteadas.

Lo que algunos hacen por 15 minuto de fama…

Exacto. Cromañón es una causa universal. Nosotros siempre decimos que Cromañón nos pasó a todos. Cromañón fue transversal a todo. Es como en el fútbol, que un pibe humilde se abraza con un millonario porque son del mismo equipo. Y además el componente de solidaridad que tuvo. Casi la mitad de los que murieron fue porque volvieron a entrar al boliche para rescatar a los otros pibes.

¿Le costó mucho conseguir una editorial para el libro?

Un poco sí. Y de repente, se me ocurrió presentárselo a la editorial del Poder Judicial de la Ciudad quee es donde yo trabajo. Y gustó mucho. Alejandra García y Débora Marhaba nos re bancaron.

¿Se consigue en cualquier librería?

No. Solo en las editoriales de JUSBAIRES. Y buenísimo que lo preguntás. Porque mucha gente no lo sabe. Y aprovecho para mencionar un dato super importante. En la web de la editorial, podés descargarlo gratuitamente. Yo no busqué hacer el libro para llenarme de guita. La idea es que todos sepan qué pasó. También, hay una cuenta de Instagram @lascenizassiguenardiendo por donde nos pueden pedir ejemplares. Queremos que está herida siga abierta, pero en el sentido de que nunca nos olvidemos de esta tragedia justamente para que nunca más haya un Cromañón.

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