“El joven”, “el influencer” o “el pibe que camina” son algunos de los apodos que, con humor, charla con este medio. Nicolás Descalzo, de 23 años, lleva una década participando en el peronismo y desarrollándose en el mundo de la comunicación. Para él, ambas cosas van de la mano: la política no solo se vive en el territorio, sino también en la forma en que se cuenta. Pero en el último tiempo, explica, decidió dar un paso más allá. En 2024 inició un recorrido por las 15 comunas de la Ciudad de Buenos Aires con un propósito claro: escuchar a los vecinos, conocer de primera mano las problemáticas locales y dar visibilidad a una agenda que muchas veces queda relegada frente a las prioridades nacionales. “Es hora de que la Ciudad de Buenos Aires se preocupe más por su agenda local, por sus 48 barrios, que por ser la Capital Federal”, sostiene.
Desde hace 10 años estás vinculado tanto a la política como a la comunicación. ¿Cómo influye cada una en tu forma de mirar la realidad y entender la Ciudad?
La política y la comunicación siempre estuvieron entrelazadas en lo que hice. Empezar a participar activamente en la vida barrial, social y política desde los 13 años me permitió desarrollar la escucha y la comprensión de que vivimos en una Ciudad diversa, donde no todos pensamos igual. Rodearse de buenas personas, de compañeros y compañeras con capacidad de escucha, permite ampliar la mirada, entender otras perspectivas y no encerrarse en una única forma de ver las cosas.
La comunicación, en ese sentido, es una herramienta clave para trascender los límites partidarios y construir puentes con quienes tienen miradas distintas. Permite abrir nuevas conversaciones, conocer otras realidades y unir fuerzas para visibilizar las demandas vecinales. Ese es mi objetivo: recorrer cada barrio, estar en cada lugar donde hay una problemática, sin preguntar lo que piensa el vecino, sino ir con la voluntad de colaborar y hacer que esas voces sean escuchadas.
Históricamente, la Ciudad ha sido un territorio difícil para ciertos espacios políticos. ¿Sentís que hay una deuda con los porteños en términos de representación y construcción territorial?
Más que pensar en el pasado, creo que hay que enfocarse en lo que viene. Hoy, por primera vez, hay una oportunidad real de discutir lo que necesitamos mejorar y transformar en la Ciudad de Buenos Aires, un territorio con 48 barrios y más de 3 millones de habitantes. Desde la reforma constitucional de 1994, que le otorgó la autonomía, la agenda de la Ciudad, en lugar de ser local, estuvo marcada por debates nacionales que desplazaron las verdaderas problemáticas urbanas. En los últimos años, la falta de atención a las demandas de cercanía hizo que los grupos vecinales crecieran significativamente, ocupando el vacío que dejaron quienes deberían haber estado presentes. Nos acostumbramos a pensar que la Ciudad funciona en modo automático, una idea alimentada por una gestión que, con el paso del tiempo, se conformó con administrar lo mínimo, subestimando al porteño y haciéndole creer que no hay problemas reales por resolver o realidades por transformar.
Hay algo evidente: la crisis de representatividad que atraviesa el país también golpea a Buenos Aires. No solo se desatendieron las prioridades centrales, sino que se desoyó a la participación ciudadana. Pasamos de una gestión que se apoyaba en encuestas y focus groups con los vecinos a una donde las decisiones se toman desde un escritorio, sin pisar la calle. Desde cuestiones estructurales como la basura, la inseguridad y el transporte, hasta las necesidades específicas de cada comuna, como la creación de espacios públicos de calidad, las demandas de los vecinos siguen sin respuesta. Y te agrego, es para destacar cómo los vecinos no solo exponen problemas, sino que también presentan alternativas bien trabajadas, pensadas y planificadas.
Cuando recorres los barrios y escuchás a la gente, ¿percibís más bronca, más resignación o más ganas de involucrarse?
Lo que se percibe es una demanda creciente hacia quienes tienen responsabilidades en la gestión pública. Hay una expectativa clara de que se tomen decisiones concretas sobre los problemas reales de la Ciudad. Y eso, más allá de generar solo bronca o resignación, también despierta una profunda voluntad de involucrarse, de participar en la vida barrial y en la construcción de soluciones. Es fundamental repensar el rol del gobierno porteño. No puede limitarse a la gestión del arbolado, la iluminación y la recolección de residuos. La Ciudad no es un municipio. Necesita una agenda real en temas clave como la vivienda, el transporte, la seguridad, el empleo y la contención social.
Por ejemplo, hace demasiado tiempo que no se piensa un plan serio para el acceso a la vivienda, y hoy la crisis en este aspecto es innegable. El problema tiene tres grandes frentes: alquileres cada vez más inaccesibles, con muchos departamentos que, en lugar de ser viviendas, se destinan al turismo a través de plataformas como Airbnb; la falta total de un plan que facilite la compra de la casa propia; y la creciente construcción de edificios pensados más para la especulación inmobiliaria que para ofrecer soluciones habitacionales reales. El desarrollo humano e integral en la Ciudad está fracturado, y por eso es necesario reconstruir un verdadero circuito de bienestar. Uno donde el acceso a la vivienda no sea un privilegio, sino un derecho real; donde el transporte facilite la movilidad en una Ciudad con 3 millones de habitantes y otros 3 millones que la transitan a diario, conectando los barrios de manera eficiente. Un lugar donde las calles sean seguras y estén en buen estado, y los servicios públicos acompañen y mejoren la calidad de vida de quienes viven, trabajan y construyen su día a día en la Ciudad.
Se vienen las elecciones, una contienda que se percibe mucho más relevante a comparación de otros años, ¿cómo lo ves y en qué te imaginas?
Pensar la Ciudad debería ser un ejercicio cotidiano, no algo que aparezca solo en tiempos de campaña o como respuesta a la coyuntura. Hoy tenemos una oportunidad enorme por delante. Hay muchos jóvenes, y otros no tan jóvenes, con ganas de involucrarse, de mejorar el lugar donde viven y de aportar con trabajo y compromiso. Gente dispuesta a construir sin prejuicios, sin cerrarse al diálogo. Me encantaría ser parte de ese proceso, sumar desde la acción y no solo desde la observación.