El ámbito de la geopolítica entró desde hace una semana en un espiral de desarrollo muy diferente, por no decir diametralmente opuesto al que existía, a partir de las decisiones llevadas a cabo por la nueva administración de los Estados Unidos, en su intento de encarrilar los errores políticos y el despilfarro económico provocado por el presidente anterior, Joe Biden.
La conversación telefónica entre los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin detonó la política de aislamiento hacia Rusia que profesaban los EE. UU, que arrastró a más de 40 aliados – la mayoría de la Unión Europea- a lo largo de hace más tres años. Y nació otra era, en plena construcción por estos días.
En la charla, los mandatarios de ambos países se midieron rápidamente en la confianza depositada y los puntos de vista centrales -y de beneficio mutuo-, por parte de cada nación de cara al futuro mutuo y del planeta todo. También comenzaron a edificar la reconstrucción de una relación diplomática sensata de sus países en términos positivos, habida cuenta de que ambas constituyen las dos mayores potencias nucleares del mundo y ya no se podía seguir sin comunicación ni coordinación sobre esas y otras cuestiones. Luego vino la reunión en Riad días después, de la que tomaron parte el secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio y el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, acompañados por pequeñas comitivas. Cinco personas en total, muy prácticos.
Las declaraciones posteriores mostraron la existencia de coincidencias en la mirada de lo que está sucediendo globalmente y en la necesidad de restaurar de manera inmediata las relaciones diplomáticas entre ambas naciones, destruidas al máximo nivel por la inmensa cantidad de sanciones contra Rusia que fueron impulsadas durante el período Biden.
Esta reunión provocó un ataque de histeria en la Unión Europea, que vio en ella el reflejo de una posición de poder de las potencias, que los dejaba afuera de la conversación. La bomba ya les había sido lanzada a la cara por el vicepresidente norteamericano C.D. Vance en su discurso de Munich, culpándolos a ellos mismos por sus males. El tema Ucrania no fue lo central de reunión en Arabia Saudí, sino uno de los tantos temas discutidos en Riad, adonde, según los asistentes a la misma, Rusia detectó en los Estados Unidos una visión distinta u opuesta del relato dominante en Occidente sobre las causas que habían provocado el conflicto militar. Los representantes de ambos países quedaron en explorar los caminos seguros para una solución definitiva de las mismas.
El presidente francés Emanuel Macron, en una reacción desesperada, citó a los países más ¿fuertes? de la UE a París para discutir el papel a jugar por el Viejo Continente ante el avance coordinado de ambas potencias. El problema central radica en las diferencias internas que anidan en el bloque europeo respecto de temas como el llamado Pacto Verde y los problemas de inmigración, principalmente. A ello se le suma la resolución del tema ucraniano, donde también radican distintos puntos de vista acerca de las posturas a tomar. Salvo excepciones, como Hungría, Eslovaquia y Serbia, casi todos coinciden en su apoyo a la postura belicista y rusófoba promovida por Biden en su momento, que Europa avaló hasta en contra de su propia conveniencia, con sanciones, armas y mucho dinero, empoderando a un Volodimir Zelensky que hoy parece ser más parte del problema que de la solución para lograr un acuerdo serio.
El gran déficit de la UE es que carece de una diplomacia y de un esquema de seguridad común, lo que sitúa a sus países en posiciones de seguidismo, llenas de confusión, a veces un tanto suicidas para el pleno, como las vividas en los últimos tiempos.
Trump, este miércoles denominó “dictador” a Zelensky (por tener su mandato vencido) y “comediante modesto” porque la única virtud fue manipular a Biden para que los Estados Unidos le financiaran una guerra en la que no tenía nada para ganar y todo para perder, como finalmente sucedió. Estas declaraciones escalaron el conflicto con la propia Ucrania y dentro de la UE, la cual veía en el presidente eslavo a una de sus mayores apuestas democráticas ante la mediocridad del conjunto que, sólo sumaba derrotas patéticas como las de Olaf Scholz en Alemania y de Emanuel Macron en Francia. Es necesario recordar acá también a Boris Johnson, el líder anglosajón que dinamitó los acuerdos de Estambul de 2022, ante el silencio de la UE, que nada aportó a la paz que surgía en ese momento.
La visión de Trump es demoledora para Zelensky y por extensión a toda la UE, que teme con el tema de la no convocatoria para la solución del acuerdo de paz en Ucrania. Trump afirmó que el ucraniano tuvo “tres años para llevar adelante ese acuerdo -en un tiro por elevación a la UE que gozó del mismo tiempo y también se quejó de no estar participando ahora- y que en cambio prefirió la muerte de miles de sus compatriotas, la destrucción del país y la pérdida de territorios. En este punto debemos recordar también los acuerdos de Minsk de 2014, algo que hubiera sido mucho más ventajoso para Ucrania comparada con la situación actual. Pero allí, la Alemania de Angela Merkel y la Francia de François Hollande decidieron –junto a Zelensky- no cumplir con los mismos (reconocido por la alemana) y engañar a Putin con el fin de potenciar con armas y darle entrenamiento al ejército ucraniano para futuros combates contra Rusia. Era por entonces el precio que debía pagar Ucrania –también engañada de otro modo- para entrar a la UE y a la OTAN.
Probablemente el panorama que hoy parece muy favorable a Rusia, tanto en el frente de batalla como en el diplomático, sea algo más equilibrado a medida que avancen las negociaciones con otros actores no tenidos en cuenta hasta ahora. La semana que viene viajan Macron y el presidente del Reino Unido Keir Starmer a Washington para tratar de “posicionarse” como mediadores de facto en esta situación compleja y que empeoró ayer miércoles con la retórica crítica de Trump del ucraniano.
El tema es que poco tiempo después, aún no se sabe cuándo, se juntarán en Arabia Saudí, Trump y Putin. El calibre de esa reunión, moldeará sin dudas las características geopolíticas en el corto y mediano plazo a nivel mundial y una hoja de ruta para la resolución del conflicto en dónde la salida de Zelensky del poder –vía elecciones- parece innegociable para Trump y Putin. Ambos países pasarán allí del “frío polar” en las relaciones a un estado de cooperación mutuo y seguramente fijará un primer borrador del orden de la seguridad estratégica, entre otras cuestiones.
De allí en más, todo será más cuesta arriba para Ucrania, Europa y todo el espectro de los globalistas liberales en el mundo, como Canadá y Japón entre otros. La República Popular China sabe que este no es su momento, y espera atenta a todo para jugar cuando sea necesario. Por ahora, como el tango, el baile es de a dos.