El FMI obliga a cambiar la economía, pero el éxito del programa no está garantizado

El FMI obliga a cambiar la economía, pero el éxito del programa no está garantizado

El problema es que el FMI es un “acreedor privilegiado” y los privados no querrán prestar en esas condiciones.


No se puede decir que el chubasco haya pasado. Nadie lo piensa así en el Gobierno, por más que ciertas nimiedades hayan adornado los anuncios que circundaron al acuerdo con el FMI. Aquella foto tomada en el Ministerio de Economía, en la que aparecía el staff ministerial festejando al estilo de la hinchada argentina en Qatar y el adjetivo que utilizó el presidente (mandriles) para referirse a sus opositores son temas menores, pero muestran un marco habitual de cierta estudiada frivolidad de la que hacen gala algunos funcionarios.

Era claro que la cuenta corriente negativa no podía ser financiada eternamente por la cuenta financiera. El “crawling peg” (devaluación administrada o regulada) se acabó, por lo que habrá un cierto impacto -que podría ser desordenado- en los precios y en la inflación en los próximos meses y perjudique los planes del Gobierno.

Una encuesta del CEOP que publicó un matutino porteño mostró que el 54 % de los argentinos interrogados cree que las perspectivas de recuperación del país son malas o muy malas y el 51% no espera que la inflación baje. La vasta experiencia en desastres que poseen los argentinos, permite augurar que “huele a crisis”, lo que se traduce en las tres preocupaciones principales que verbalizaron los encuestados, que son la imposibilidad de llegar a fin de mes, la falta de fe en que baje la inflación y, por último, el nivel de violencia y de actividad delictiva que se percibe en las calles.

El privilegio del FMI

El problema mayor es que Argentina le debe al FMI 56.052 millones de dólares, que significan el 20% del total de la deuda externa del país. Esta situación convierte al organismo de crédito multilateral en el acreedor privilegiado. Es una ventaja, pero a la vez un impedimento, porque los bonistas privados deberían lidiar, si ingresaran en un programa de créditos con Argentina, con esta condición del FMI, que exige planes económicos determinados…destinados a cobrar antes que nadie sus emolumentos. Nadie entró jamás en default con el FMI, pero los bonistas privados han visto reducidas en múltiples ocasiones sus tasas de interés, se les han realizado quitas de capital y hasta se les alargaron los plazos de pago en varios años.

Esto, por una parte. Por otra, la plata del FMI no resolverá la totalidad de los problemas económicos de la Argentina. Sigue sin abrirse una fuente de dólares. Los ruralistas no liquidarán sus divisas hasta que el dólar -que está demasiado bajo, para su gusto- no salte al menos hasta cerca de la banda superior, que serían $1.400. Tampoco alienta el Gobierno a la producción industrial, que sería la otra fuente de divisas.

La inflación, que es el gran condicionante tradicional de la economía de cuño nacional, no será controlada con la apertura comercial. Todo lo contrario, la actividad industrial no sólo genera empleo, también divisas y riqueza, al contrario del campo, que emplea una reducida mano de obra y concentra los ingresos en pocas empresas. Allí, la parte del león son los “traders” internacionales, que negocian los cereales y las oleaginosas en Europa y en Oriente. Precisamente a eso se refirió el economista Eduardo Dvorkin, profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires, cuando advirtió que los únicos beneficiarios del acuerdo con el FMI son los exportadores, los grupos financieros y las grandes corporaciones empresariales. No habrá ganancias para la economía real, que conforman las Pymes industriales y el comercio minorista.

De todos modos, los grandes empresarios no están conformes. Ya advirtieron que el dólar a $1.400 es aún muy bajo y eso podría llevar a que no se liquiden las exportaciones y esa recaudación siga siendo huésped de los paraísos fiscales, como hasta ahora. Y no nos referimos solamente a las exportaciones agropecuarias.

El deporte devaluatorio

La de este lunes es la segunda devaluación en 16 meses. Fue extraño, porque el dólar oficial estaba el viernes a $1037,50 y el lunes cerró a $1.233,36, una devaluación del 11%, aproximadamente. El 10 de diciembre de 2023, el día que asumió Javier Milei, el dólar oficial se transaba a $368,60 y no era un precio tan bajo como el de hoy, que es el producto de dos devaluaciones.

¡Qué lejano está el mes de diciembre del año 2011, cuando el dólar oficial estaba a $4,29 y no aumentaba con tanta asiduidad como la de hoy! Otro dato: en diciembre de 2012, un dólar valía $4,89. Había aumentado 60 centavos en un año.

Argentina tiene que afrontar importantes vencimientos de deuda en los próximos años. Según la costumbre no se pagarán con productividad, sino con nuevos “rollovers”, en castellano básico, con nueva toma de deuda. El propio staff del FMI sostuvo en su informe que el acuerdo que se firmó con Argentina es “poco sostenible” en cuanto a sus condiciones de repago.

La euforia de la conducción del FMI y de las autoridades económicas argentinas tampoco se podrá sostener en el tiempo, porque esta operación no fue un triunfo. En Argentina, el FMI es muy famoso, pero no por buenas razones. Ninguna línea de crédito negociada con el organismo tuvo éxito jamás. Todas resultaron en ruinosas crisis, en inflaciones extremas y en atentados contra el desarrollo económico de un país que ha crecido al compás de cíclicos conflictos entre quienes apuestan al dólar y quienes apuestan al trabajo.

Te puede interesar

Qué se dice del tema...