Los Sub-40, en la línea de fuego

Los Sub-40, en la línea de fuego

Los jóvenes, siguiendo el modelo de La Cámpora, empiezan a tener lugar en donde se deciden las cosas. En la Legislatura porteña, Juan Cabandié, Fernando de Andreis y Fernando Sánchez deben lidiar con la controversia, las internas y hasta con la rivalidades para conducir los bloques del Frente Para la Victoria, el PRO y la Coalición Cívica, soportando cuestiones muchas veces heredadas, sin beneficio de inventario.


Hay quienes aseveran que la experiencia llega con los años. Otros, en el camino de la corroboración, afirman que ?el diablo sabe más por viejo que por diablo?, aunque existen también los refutadores de estas supuestas verdades, que esgrimen un apotegma incuestionable: ?las piedras del Teatro Colón hace cien años que escuchan a los mejores músicos del mundo, pero nunca aprendieron a tocar una sola nota?.

Lo mismo, todos coinciden en que es indudable que la experiencia es un adicional a la hora de resolver las cuestiones que exigen menos del músculo que de la sabiduría y que, por contrapartida, el dinamismo y el arrojo de los jóvenes, por la ignorancia de las consecuencias de sus actos, es a veces aconsejable para romper con las situaciones de estancamiento en la que caen muchas veces los hombres más experimentados.

¿Para qué tantas consideraciones antes de entrar en tema? Antes de que el lector comience a preguntárselo, empezaremos a exponer la cuestión.

Tres bloques de la Legislatura porteña son ?o lo serán en breve- conducidos por jóvenes menores de 40 años. Ellos son Juan Cabandié, Fernando de Andreis y su tocayo Fernando Sánchez. Los dos primeros comandarán los bloques del Frente para la Victoria y el PRO, respectivamente y el último comandó desde 2009 las huestes de la hoy casi inexistente Coalición Cívica en la Legislatura porteña.

En los combates que se produjeron en la sesión legislativa del jueves pasado, Cabandié y de Andreis debieron lidiar con la disconformidad primero, la duda después y finalmente con la rebelión de sectores importantes de sus bancadas, sin que pudieran contener a sus cohortes mediante la persuasión o, de última, por medio del efectivo -aunque poco filosófico- método del ?apriete?.

Una muestra se pudo ver el jueves 24 de noviembre, cuando Cabandié tuvo que lidiar con un bloque que se bifurcaba como por ensalmo ante cada proyecto legislativo importante y que terminó votando dividido un tema de importancia capital como es la aprobación del Presupuesto 2012.

En esa ocasión, se sublevaron las Gabrielas (Alegre y Cerrutti) y terminaron, no sólo votando en disonancia con el bloque, sino prometiendo que las batallas seguirán.

Pero Cabandié no fue el único que debió beber de la copa amarga de la divergencia. Días antes, su colega Fernando de Andreis debió soportar el ninguneo de algunos de sus compañeros de bancada, acostumbrados al estilo dinámico y experto de su antecesor en el cargo, Cristian Ritondo, que saltará en los próximos días a la vicepresidencia primera de la Legislatura.

De Andreis quedó en la línea de fuego en momentos en los que se discutían las aspiraciones de sus compañeros de bancada a presidir las comisiones y, como se sabe, en estos frentes nadie sale ileso.

Aunque algunos interpretan que sus colegas de bancada sólo quisieron mostrarle su capacidad de daño a su futuro jefe, de Andreis aprendió que deberá encarar el futuro con mucho celo y deberá tener dos orejas en funcionamiento: una, atendiendo a Bolívar 1, sede del Gobierno porteño y la otra escuchando atentamente a los integrantes de su propio bloque.

El presidente de la bancada de la Coalición Cívica tampoco las tuvo todas consigo. En un año electoral en el que su fuerza política se autoinmoló, su bloque se contagió por momentos del impulso autodestructivo de su líder nacional, Lilita Carrió.

A pesar de los esfuerzos de Sánchez, a lo largo de 2010, casi no faltó ocasión para que las diferencias de los cívicos se impusieran por sobre los acuerdos que alguna vez los unieron e hicieran gala de todos los defectos de lo peor de la política, ésos que aparecen cuando la rabia, la desconfianza y la disconformidad se imponen por sobre la negociación y la coincidencia.

Un poco de justicia

Para ser justos, hay que dejar constancia que la juventud de los tres nombrados no fue la causa, ni siquiera el desencadenante de los desacuerdos interiores de los bloques.

Desde el advenimiento de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner al gobierno, casi todas las agrupaciones políticas debieron adaptarse a una nueva realidad política, que las obligó a barajar y dar de nuevo, lo que generó un tembladeral en las más antiguas y obligó a las más nuevas a buscar, a veces a ciegas, una cultura política diferente.

Esta situación ha obligado a todos a encarar la inseguridad de lo nuevo, que les impide aposentarse, como se hacía en los viejos tiempos, en las confortables y antiguas ?aunque hoy casi inexistentes- creencias y principios inamovibles que por décadas les permitieron creer en la justicia de su causa.

Por su propia naturaleza, los jóvenes están en condiciones de dejar de lado ?lo inamovible? para encarar el cambio que los motiva para crecer, pero los veteranos no dejarán de reclamar para sí el derecho seguir siendo los depositarios de la tradición, a la vez que ?homenajearán? a los sub40 con eso de que ?son el futuro? o ?les falta experiencia?, intentando impedir de alguna manera su acceso a los lugares de responsabilidad, ésos en los que se deciden las cosas.

Parte de esa discusión, se expresa por estos días mediáticamente con una ofensiva carente de contenidos, aunque no de volumen, que se desató contra los jóvenes de ?La Cámpora?, estigmatizados en una serie de titulares de los diarios, en los que se los califica como ?propietarios de una caja? o de ?inexpertos?, o ?irresponsables?, sin olvidar las insinuaciones de corrupción.

Ése es el precio que suelen pagar los jóvenes en esta eterna discusión que los enfrenta cotidianamente con "lo establecido", situados en la eterna discusión paterno-filial, de lo moderno con lo antiguo, de la renovación con lo tradicional.

Gajes del oficio de ser joven.

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