Peronistas de los 40, los 50, los 70, los 90 y hasta de 2010 cantaron todos juntos la marcha -completa y sin aditamentos- y aplaudieron a Antonio Cafiero en su cumpleaños número 89.
La ceremonia que se repite todos los años replica la alegría del encuentro entre muchos peronistas que, a veces, se han desencontrado por las etapas de la política.
Se dieron cita en su casa de Las Lomas de San Isidro todas las generaciones: desde José María Castiñeira de Dios, coetáneo del homenajeado, hasta el joven gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey, que vino especialmente a saludarlo.
Más temprano había pasado Daniel Scioli, y aunque no se quedó mucho tiempo, otros funcionarios de la Gobernación sí lo hicieron, entre ellos Gustavo Marangoni, Cristina Álvarez Rodríguez y Santiago Montoya y las diputadas Gloria Bidegain, Diana Conti, Graciela Giannetasio, Carlos Kunkel e incontables amigos históricos de Cafiero como Ginés Gonzalez García, Joaquín Da Rocha, Carlos Campolongo, Abel Posse, Pacho O’Donnell y Guillermo Ferraro.
También estuvieron los porteños Carlos Grosso, Canca Gullo, Alicia Pierini, Jorge Telerman, Inés Urdapilleta, Martín García y Ricardo Rouvier, que decideron dar el presente a la cita anual,
lo mismo que Felipe Solá, Carlos Corach, y el secretario de la Presidencia Oscar Parrilli.
Las palabras pronunciadas por Lorenzo Pepe en este reconocimiento a Antonio Cafiero emocionaron a los concurrentes, al igual que cuando don Antonio tomó el micrófono y -una vez más- reivindicó la vigencia del peronismo y la aceptación de sus diversidades, en tanto es la expresión de un pueblo y -también como siempre- instó a la unidad del Movimiento, al que él se incorporó en su juventud y al que le entregó toda su vida.
La torta -casera- adornada con las efigies de Perón y Evita, rodeados de una cinta de azúcar celeste y blanco, ostentaba el número 89 en dos velitas con los colores de Boca, el club de sus amores.
Un mediodía cálido -y no solo porque asomó el sol- acompañó la fiesta del mayor ícono viviente del peronismo.