Los periodistas fueron llegando de a uno al bar Malasartes, ubicado en la esquina de Honduras y Serrano, adonde habían sido convocados por el ministro de Trabajo y precandidato a jefe de Gobierno porteño, Carlos Tomada, para una conferencia de prensa y una posterior charla informal.
Era la mañana del sábado y, algo somnolientos aún y deseosos por probar el café y las exquisitas medialunas del lugar, pocos periodistas repararon en el hombre sentado en la mesa de al lado, hasta que hizo su irrupción Jorge Telerman, sonriente y simpático como siempre, saludando a diestra y siniestra al público y al cholulaje, que inesperadamente se encontró cara a cara con una caterva de periodistas conocidos y la sonrisa se le congeló por una décima de segundo.
Pero, hombre avezado en el manejo de lo inesperado, el ex jefe de Gobierno recuperó rápidamente su semblante habitual y saludó a todos como si nada, mientras inquiría por la razón de tanto hombre de prensa en el lugar.
Enterado del tema, saludó al hombre de la mesa de al lado y ambos partieron raudamente.
¿Justo a nosotros nos tenía que pasar?, se deben haber preguntado los contertulios prófugos, mientras se los veía ir de un bar a otro, algo descolocados por haber sido descubiertos.
Daniel Amoroso, el jefe de la campaña de Francisco de Narváez en la ciudad, entre tanto, se debe haber ido pensando que la mala suerte siempre es posible, pero que de ésta sean testigos los periodistas, ya es el colmo.