Las últimas horas del general Perón

Las últimas horas del general Perón

Formó parte del equipo que atendió al líder justicialista en el tramo final de su vida. Las conversaciones mano a mano. Las intimidades del entorno. Qué decía Perón sobre Cámpora y Evita. Cómo fue el momento del fallecimiento.


Perón, testimonios médicos y vivencias (1973-1974) es un libro editado por Lumen en el contexto frugal del año 2006, cuando las pasiones políticas entre oficialismo y oposición apenas se incubaban. El libro es un registro histórico impresionante de dos hombres a los que les tocó -junto a un equipo reclutado especialmente- cuidar lo que nadie prácticamente cuidaba en aquellos años: la salud de Perón, la figura central de la política, a la que la ?juventud maravillosa? sacaba de sus casillas porque no estaba dispuesta a negociar con él lo que él debía ser para la historia.

Estos testimonios están escritos por dos médicos que fueron incorporados por sus capacidades. Carlos Seara es uno de ellos, y se reconoce de una ?familia gorila?. Sin embargo las simpatías que el trato personal desata forman el corazón del libro. Es la historia de un grupo de profesionales un poco desconcertados por el teatro de operaciones de los años 70, que se encargan de ensayar los últimos intentos por revivir el cuerpo exhausto del viejo líder.

Todo lo que vendría después sería peor. Estas anécdotas cierran el círculo del último Perón, un mito en estado herbívoro que vino a reconciliar el país, según la bella leyenda liberal.

?Lo que motivó su libro fue desmentir las versiones sobre la muerte de Perón. Arranquemos por ahí.
?Sí. Después de haber sido entrevistado miles de veces, se me hizo necesario escribir el libro para contar algunas cosas que no se saben de Perón. El tema de los nazis, por ejemplo, a mí me dejó anonadado. Pero fue cierto, finalmente eso fue verdad. Y no es que me lo contaron. Perón me lo dijo a mí. Yo conversaba mucho con él. Entonces me pareció que yo tenía allí algo para contar, como un anecdotario, relatado sin fantasía. Lo escribimos y salió publicado el 17 de octubre de 2006. La repercusión que tuvo el libro fue rara. Alguien lo presentó en el Senado y lo declararon de interés senatorial porque describe de manera verídica cómo murió Perón.

?Lo primero que aparece en el libro es el testimonio de Taiana, que se adjudica un rol médico decisivo.
?Sí, él se adjudica haberle dado un masaje cardíaco a Perón, pero Taiana no estaba en ese momento. Además, estaban todos muy asustados, nadie lo podía masajear. La figura de Perón asustaba a todos, era muy difícil de soportar.

?¿Por qué?
?Porque Perón ejercía un poder magnético sobre la gente. El tipo era un fenómeno de masas en el sentido de cómo lo describe Freud. A la gente se le anulaba la inteligencia frente a él. Además de todo lo que sabemos: que era simpático, entrador, seductor. Como cuando yo lo conocí, el día del desayuno. Qué cosa rara, ¿no?

?Le untó la tostada.
?Y Perón era así. Él habrá pensado: ?Éstos son los que me van a salvar, vamos a estrechar vínculos para que cuando me vean no se asusten?.

?¿Y con José López Rega tenía trato?
?Sí, comía con él, con (Rodolfo) Almirón, con (Miguel Ángel) Rovira.

?¿Y hablaban ellos de cuestiones pesadas o eran más bien discretos?
?No, nada, ni una palabra. En los almuerzos que compartí con ellos, cuando yo estaba de guardia, nunca escuché nada político.

?Las veces que usted nombra a López Rega no aparece envuelto en eso del ?Brujo?.
?No, la única vez que me dijo algo relacionado con ese tipo de cosas fue cuando me dijo: ?Voy a escribir un libro de medicina, de esoterismo?.

?No parecía la figura que después representó.
?No, tampoco cuando se murió Perón. Lo único, sí, prendía inciensos. Y me dijo esa frase cuando intentaba resucitar a Perón que después trascendió mucho: ?Si lo sacás, te hago conde?.

?Vamos un poco a Perón. Usted decía lo de los nazis, ahí cuando hace referencia a la incorporación de los ejecutivos en la cuestión del ferrocarril.
?Perón trajo al jefe de los ferrocarriles del III Reich para administrar los trenes. Y me dice: ?Los trajimos, son buenos niños, les di tres meses para que aprendieran a hablar en español, aprendieron a hablar bastante bien, y a uno lo puse a cargo de los ferrocarriles en una oficina paralela, y a los tres meses el déficit había bajado a la mitad, porque estábamos hablando del racionalismo prusiano?. Pero después descubrieron que ese tipo era nazi y Perón lo sacó.
Entonces a uno ahí se le enciende una luz y se pregunta: ¿es cierto esto?, ¿cómo funciona? Un poco, acá, mi juicio sobre Perón cambia.

?A usted el conocimiento directo de Perón le modifica la percepción.
?A mí el conocimiento de Perón me generó una cierta simpatía, no hacia su ideología sino hacia él. Además, yo lo conocí a Perón en un lugar donde era mi pasión. No lo conocí jugando al golf; él era mi paciente, por lo cual, la relación médico-paciente establece un vínculo. Sumale que yo podía ser su nieto y que tenía un trato preferencial. Pensá que me vio mucho, y yo aprovechaba la oportunidad y le hablaba, le preguntaba. Otra gente, la mayoría, se quedaba callada, no se animaba a hablarle. De alguna manera, él se sentía cómodo conmigo.

?¿Y qué le impresionaba de él?
?Era un hombre muy aislado, que no le daba mucha bola a la gente. Se cansaba y se abstraía de todo lo que lo rodeaba. Sólo hablaba con López Rega, Isabel y el jefe de la custodia, Juan Esquer. También con los ministros, por una cuestión más bien protocolar, y con el doctor Cossio [NdR: médico personal], con el que tenía una relación medico-paciente.

?Le llamaba la atención el hecho de que por ejemplo a los guardaespaldas, que eran peronistas, no les dirigiera la palabra y por ahí tenía un trato más afable con usted.
?Eso generó problemas. Porque además nosotros éramos como de una capa social superior y eso molestaba. Y los custodios no es que eran peronistas, eran ¡la vida por Perón! Y nosotros aparecíamos ahí, pasábamos primero, como que ellos nos tenían que cuidar, y eso a alguno le molestaba. Algún comentario nos llegó de su fastidio. Pero, bueno, yo trataba de hablar con ellos y después se fue ablandando un poco. Nosotros viajábamos en el auto de atrás de Perón, en el segundo auto de la comitiva. Un Torino blindado con itakas abajo del asiento. Una vez me dijeron: ?Doctor, ¿usted sabe tirar? Porque aquí puede ocurrir cualquier cosa…?.

?¿Cuales eran los temores? ¿Que lo mataran los Montoneros, la izquierda?
?El temor de él era que lo mataran. Y Perón no tenía dudas de que la extrema izquierda lo quería liquidar por la traición que sufrieron. Por eso tenía un arma ahí con él. Dos armas: una corta y una larga, en el dormitorio.

?¿Habló con Perón de esta disputa?
?No, pero hubo un acto de adoctrinamiento peronista en el Teatro Cervantes al cual yo fui, y lo crucé a él en el camino y le dije, medio en broma: ?General, ¿qué va a decir??, ?Y? algo se me va a ocurrir?. A ver, el tipo los dominó y los echó, y después los volvió a abrazar, y la gente gritaba: ?¡Perón! ¡Perón!?. Tenía un dominio de la escena asombrosa, y yo lo veía, estaba ahí atrás, entre bambalinas.

?¿Qué le quedó del peronismo?
?Yo tengo una mala opinión del peronismo. Como doctrina estoy básicamente de acuerdo pero creo que Perón se equivocó mucho. Y después el peronismo fue invadido por muchos chantas. Perón fue inalcanzable desde el punto de vista político pero también generó una situación, que todavía existe, de división entre los argentinos que ha sido aprovechada por algunos.

?¿Y así vivías ese momento?
?Sí. Uno estaba como en un limbo. Yo disfrutaba mucho de ir a saludar, de estar ahí, era un mundo misterioso, la custodia, a ver si aparece, no aparece.

?¿Cómo eran los modos de Perón? ¿Era campechano?
?Campechano, sí. En algunas cosas era como campero, tenía modismos un poco antiguos por momentos. Pero también era muy vivo para el manejo instantáneo de la escena pública. Y tenía la costumbre de ir a caminar.

?¿Y de Isabel qué recuerda?
?La relación era distante, dormían separados. A Isabel no es necesario que yo la juzgue, la historia ya la ha juzgado. Isabel no podía decidir, no podía manejar ni una central telefónica. Era una mujer amable pero pequeña e insignificante.

?¿Y qué pensaba Perón de Héctor Cámpora?
?Él me dijo a mí que Evita le había dicho que era el tipo más fiel. Pero que se le dio vuelta, se dejó copar por la izquierda, por los comunistas; ?no sólo por los comunistas, sino por el hijo, que además de comunista es puto?. Eso decía él. Perón era sumamente homofóbico.

?En el libro no dijo nada. ¿Perón usó la palabra ?puto??
?Sí.

?¿De qué más hablaba con Perón?
?Sobre el mundo político, de Estados Unidos. Le conté que yo había vivido en Estados Unidos y que me había llamado la atención el poder del dinero allá. Pero Perón me decía: ?Sí, es un gigante con pies de barro, algún día se va a caer?. Después hablábamos de los líderes mundiales y para él eran todos medio malos. Incluido De Gaulle. En ese sentido se creía medio poseedor de la verdad.

?¿Y de Franco decía algo?
?De Franco, sí. Lo atendió, lo recibió bien pero sin mucho detalle. Evita había estado con Franco. De hecho hay una famosa frase de Evita a Franco cuando fue a visitarlo por todo el tema de que la Argentina le había mandado trigo. Cuando sale Franco con Evita al balcón de la Plaza de Oriente de Madrid, donde había un millón de personas, Evita le dice a Franco: ?General, cuando quiera juntar de nuevo tanta gente, me llama y yo vengo?.

?¿Perón recordaba a Evita? ¿La nombraba?
?Sí, la nombraba mucho, siempre la mencionaba.

?Esto se acabó?

?¿Cómo experimentó el fallecimiento de Perón?
?Fue un momento dramático, claro, pero ojo que en los momentos en los que uno pasa a la acción no vive tanto el drama. Uno está actuando, está trabajando, se te borra un poco de la cabeza, pero cuando intentamos reanimarlo me di cuenta de que se moría.

?¿No recuerda cómo vivió él ese momento?
?Él estaba sentado, comiendo. Estaba Norma, que era la enfermera, que dice ?esto se acabó?, y de ahí lo bajamos, lo empezamos a reanimar, nosotros teníamos todo ahí. Fue todo muy rápido, no pensábamos mucho lo que estábamos haciendo. No pensamos mucho que era Perón hasta que vimos que estaba muerto. Cuando se murió hubo una sensación de incredulidad para nosotros y para todos los que se encontraban alrededor. Se terminó una época, se murió. No se va a levantar, murió, la muerte en vivo y en directo. Y después, el otro fenómeno muy interesante fue que nadie se animaba a tocarlo. Es que era una figura intocable, tanto es así que yo tuve que ayudar al de la cochería a ponerle el uniforme.

?¿Y lamentó su muerte?
?Me puse a llorar, todos nos pusimos a llorar, fue una vivencia muy pesada. A la que siguió después todo el sentimiento de la gente, yo la viví en vivo y en directo. Era impresionante, era una de las manifestaciones populares más auténticas que he visto, había una especie de desesperación. Pasaba Perón y la gente estiraba las manos. Era algo muy emocionante, no te olvides que iba Perón así como estás vos, y acá iba yo.

?¿Qué diría Perón si hoy resucitara y viera el panorama político en la situación argentina?
?Diría lo siguiente: ?La lección número uno la aprendieron bien. Hacerse del poder y de los mecanismos para hacerse del poder. El peronismo los ejercitó bien, pero las alpargatas, las bicicletas, las pelotas de fútbol que yo les regalé, no se las roben a la gente?.

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