Las malas noticias para el oficialismo son el distintivo de esta etapa por la que transita el Gobierno porteño. Son varios los frentes que tiene abiertos. Cuando no lo sorprende la Justicia federal, lo hace la local y si no la Legislatura, el Gobierno nacional y además la realidad escolar, hospitalaria y los derrumbes edilicios.
A pesar de que Néstor y Cristina Kirchner son los blancos principales elegidos en la estrategia de Mauricio Macri, no todos los males vienen por allí. Ya no alcanza con eso, ese discurso está al borde de la saturación. Y todos los días tiene que salir alguien del macrismo a aclarar algo. Es un Gobierno que vive eternamente a la defensiva, incapaz de anticipar políticamente los problemas que se le van sucediendo.
Pareciera haber dos líneas de avance dentro del Gobierno del ingeniero Macri. Una alienta el combate con los K, que no mide costos en el enfrentamiento, en la idea de polarizar al electorado entre unos y otros. Quienes defienden esta tesis abonan la teoría de que hay que ir a fondo en la confrontación para que la sociedad distinga nítidamente quién es el verdadero adversario electoral del modelo nacional.
Mientras tanto, desde otro sector evalúan que la situación actual es lo suficientemente delicada como para plantearse desafíos de ?golpe por golpe?, algo que, estiman, puede llegar a deteriorar en demasía a Macri, al punto de impedirle los caminos a las candidaturas. Hay una clara asimetría de poder entre los dos palacios de la Plaza de Mayo, algo que ha quedado claro hasta ahora. Y nada indica que cambiará en el corto o mediano plazo. A estos últimos lo que más les importa es que Mauricio llegue ?vivo? al final del mandato.
Con la promoción del juicio político por sí mismo, Mauricio Macri abrió un nuevo frente de conflicto que no sólo puede terminar de la peor manera sino que incluso lo desvía de su estrategia principal de acumulación, que consiste en confrontar con el kirchnerismo, una fuerza que en la Ciudad de Buenos Aires se encuentra atomizada y diezmada, tal como lo marcó la última y pésima elección de 2009.
Esta movida convirtió a la desorganizada oposición de la Ciudad en protagonista de algo que no era. La Legislatura era un ámbito en el cual las escuchas ilegales no habían recogido más que algunas críticas de los más férreos opositores. Pero a partir de la equivocada jugada de Macri, pasó a tener más de diez cámaras de TV dos veces por semana, consolidándose de esa manera en uno de los temas preferidos del mundo periodístico.
El escenario político nuevo se le volvió en contra rápidamente, y poco tiempo después ya había caído su autopedido de juicio político ?que puede volver a ser realidad tras los próximos 90 días? y se había constituido la primera Comisión Investigadora, que presidirá un sólido opositor como Martín Hourest, un hombre aliado a Proyecto Sur. La teoría del ?espiral? es el karma de estas cosas, que se sabe cómo empiezan pero nunca cómo terminan.
La foto de Mauricio Macri en el tablero político es complicada. Muchos se preguntan si al final del laberinto habrá salida o no. Y si existe, hay que ver si la encuentra. La solución para el PRO estaría en no pensar el futuro con la foto de hoy proyectada en el tiempo, a través de una máquina irreal e inexistente que toma todas las decisiones correctamente, sino en imaginarse, con autocrítica, un futuro que será forjado a partir de las ?malas noticias? que este gobierno genera con sus decisiones y sufre cotidianamente.
Esas dos películas tienen finales distintos. Si los que llevaron a Macri a la foto actual siguen concentrando las decisiones, nada presagia giros en la actual tendencia, a pesar de las optimistas mediciones de imagen del ecuatoriano. Los cortesanos ?con poder pero sin firma? se tendrán que hacer cargo finalmente de esa ilusión, que le vendieron a su rey, llamada Presidencia de la Nación, y mantenerla a cualquier costo. Algo que este rey siempre quiso. Pero nunca entendió que debe esperar su turno, bucear más en los tiempos de la política y no en las necesidades de Buenos Aires SA.