La Ciudad de Buenos Aires tiene su electorado dividido aproximadamente por mitades, siendo una de ellas más conservadora y la otra al menos en apariencia con un perfil más progresista. En suelo porteño, en la reinstauración democrática el espacio se componía de los radicales (casi siempre primera minoría) y peronistas (siempre la segunda), a los que rodeaban por derecha y por izquierda dos partidos de los cuales los más recordados hoy seguramente serán la UCeDe del ingeniero Álvaro Alsogaray y el PI de Oscar Alende. Cuando este esquema estalló en aquéllas épocas donde era muy cuestionada la connivencia permanente entre los distintos Ejecutivos y los Concejos Deliberantes, surgieron distintas alternativas a partir de la autonomía de la Ciudad que vio su moderna Constitución en el año 1996 funcionando en la Biblioteca Nacional.
El radicalismo picó en punta y fue sucedido por la Alianza ? a la que también integraba- y luego por el Frepaso de Aníbal Ibarra, que lograron tras una década de gobierno descomponer todos los espacios políticos que aglutinaban a la progresía porteña. Tal fue el hartazgo social sobre su inacción y poca capacidad política para insertar a la Ciudad en un proceso de desarrollo, mas allá de sus figuras como Fernando De La Rúa y el propio Aníbal Ibarra, uno que llegó a la cima del poder para irse de la manera más penosa en helicóptero mientras el otro cruzaba la Plaza de Mayo esa tarde escondido en una ambulancia. Y así, en el segundo gobierno de Ibarra y con un final trágico, se rifó el espacio conquistado.
Todo esto tiene que ver con las causas por las cuales Mauricio Macri ?en su segundo intento- obtuvo en 2007 casi el 60 por ciento de los votos en la Ciudad, 13 puntos más que lo cosechado en una excelente primera vuelta. En ese caso el tercio duro de centro derecha, conservador y nacionalista en lo político y liberal en lo económico, vio engrosado su caudal electoral por una muy buena campaña de contención del electorado independiente y una humanización y flexibilidad de la parte más dura de la propuesta macrista, sobre todo con la instalación de Gabriela Michetti, en ese caso como candidata a vicejefa de Gobierno y como pilar del proyecto del ingeniero.
La aventura nacional de Mauricio Macri fue dinamitada por estos dias por la fina construcción que viene haciendo Eduardo Duhalde con lo que puede y tiene, algo que por estas tierras no enamora a primera vista. Antes los Kirchner, la SIDE y la Policía Federal habían hecho lo suyo para tenerlo cercado en todos los frentes. La incógnita ahora es qué pasará en el futuro con su proyecto político. El mismo Macri ha manifestado en más de una ocasión que no lo seduce para nada un segundo mandato en la Ciudad pero hoy por hoy y si todo le saliera bien y no prosperaran las instancias judiciales y políticas que lo acosan, la Ciudad sería la única alternativa que le quedaría para gozar de cierta tranquilidad a partir de diciembre del 2011. Dicho de otro modo y mal que le pese, Macri debe retener a cualquier precio una porción de poder que lo proteja de futuras persecuciones, algo que él ya conoció durante este primer mandato.
Existe un tercio electoral que le gustaría triplicar el voltaje de las pistolas Taser (en realidad no las entiende bien y prefiere las 9 mm), que no pretende ley o reglamentación alguna para liberar Florida de manteros sino una buena fila de gruesos bastones en azules o metropolitanas manos y apoyados por carros hidrantes para tener la zona liberada. También ellos estarían de acuerdo en aumentar la cantidad y calidad de escuchas ilegales a todos aquellos a los que nunca ??por negligencia?- se le hizo sentir el rigor de la inteligenzzia, y desde ese lugar ven en Macri a su referente natural. No son todos así, es obvio. Pero todo lo enumerado no le molesta al tercio, es cierto que todo lo sucedido desde lo institucional no ha perforado la conciencia social más que los baches que empiezan a inundar la Ciudad y la certeza que la gestión ?efecto derrumbe- estuvo lejos de lo prometido salvo la recaudación, que no es otra cosa que la especialidad de la casa. Mientras esto siga su curso, Macri y sus aliados debieran tener buenas posibilidades de conquistar un segundo mandato, sobre todo ?o exclusivamente- por la falta de alternativas. Pero si a Macri le entraran las balas, continuara su catarata de errores y no fuera visto más como la esperanza blanca por ese 33 por ciento de porteños, la historia de la Ciudad cambiaría y mucho. Veamos.
Ya que si también se descompusiera este tercio ordenador que hoy lidera Macri y su PRO, y ese lugar quedara libre como los otros dos tercios del electorado (hoy de la oposición) que no tienen espacios sólidos de representación y una alta volatibilidad en el voto, la Ciudad de Buenos Aires caería en un grave vacío representativo desde lo político y por ende, con toda seguridad en una confusión también importante del voto de las mayorías. Y esto puede pasar y nadie lo tiene en cuenta, al menos hasta ahora. Cómo se descompuso el PJ, la UCR, el Frepaso, el ibarrismo y tantos otros, si se descompusiera el macrismo, la Ciudad con su complejidad electoral se quedaría sin referentes ni espacios que pudieran en un año lograr la sinergia que necesita un proceso de entendimiento entre dirigentes y votantes. Una crisis en puerta.
Empezaría todo a girar como una calesita decangallada, con los sobrevivientes y los nuevos, con los ganadores de la pírrica batalla, con los oportunistas que están siempre listos y la sociedad toda obligada a elegir entre Dios sabe qué candidatos. Es el peor de los escenarios por el tiempo de construcción que ya casi no existe, pero con este oficialismo y esta oposición todo es posible.