Qué hace un dirigente político después de la ocupación pacífica y refrescante del espacio público por miles de ciudadanos que además de censurar al gobierno exponen crudamente la crisis de representatividad? ¿Qué aporte verdadera y específicamente político hacer? ¿Sumarse a la movilización? Lo hice, y recorrí esa infrecuente Buenos Aires coreando preceptos constitucionales entre dientes. Me sentí un ciudadano más, lo que no es poco; como político, en cambio, me sentí a la deriva.
Algo así sucedió con las asambleas y cacerolas del 2001 y 2002. ¿Acaso aquellas jornadas redundaron en algún progreso de vida política e institucional posterior?
La deslegitimación de la política, por entonces, no devino en la reconstrucción de un sistema de representación política de la ciudadanía.
A partir del 2003, el kirchnerismo a veces con la transversalidad, otras con la caja y siempre con el verticalismo, desgarró, cooptó o dividió espacios y organizaciones políticas y sociales, ahondando una originalidad de nuestra democracia: desde los ‘90 ya no se asienta en un sistema de partidos, sino en una pléyade de nombres y de egos, que por su inorganicidad, no superan el umbral de comunicadores de lo obvio. La acción política trascendente requiere más que la legítima vocación de representar a una parte del electorado. A los opositores especialmente, exige vocación de gobierno, desafiando a plasmar una nueva mayoría. Es habitual que los dirigentes de sectores progresistas nos desentendamos de la responsabilidad de construir una opción de poder. Poco a poco el ego domina la escena, y todo se reduce a la permanencia en el juego, a asegurarnos el acceso al siguiente cargo, sumándonos a los factores de la crisis de representatividad.
Hagámonos cargo ahora mismo del después de las cacerolas. ¿Quiénes van a representar a la ciudadanía cuando a la movilización espontánea y de las redes sociales le suceda su natural reflujo? ¿Cuál será la representación electoral de los que se movilizaron y de los que no lo hicieron? Mi responsabilidad y mi sueño, en ese rumbo, es participar en la construcción de una amplia fuerza de gobierno ubicada desde el centro hacia la izquierda del espectro político, que conviva y compita electoralmente con un espacio similar de centro derecha.
Las elecciones legislativas primarias abiertas y obligatorias del 2013 son una oportunidad para que un conjunto de partidos y frentes políticos puedan compartir un espacio común progresista, manteniendo perfiles e identidades, pero sin subrayar que en la práctica tienen más de hábito testimonial que de ideología o programa. Que una nueva mayoría defina en las primarias quienes pueden representarla mejor y sepamos así sumar todos a la creación de una fuerza capaz de gobernar el país en el 2015. Representar y construir.
SERGIO ABREVAYA PRESIDENTE DEL CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL CABA. EX LEGISLADOR PORTEÑO