Yo fui uno de los que lloraron cuando anunciaron su demolición, escribió Joan Manuel Serrat en esa hermosa canción que lo hacía ver los fantasmas del cine Roxy a cada paso. Somos muchos los porteños que se nos pianta un lagrimón cuando vemos caer bajo las garras del capital y la voracidad inmobiliaria casas, edificios o cines que forman parte de nuestra identidad, que nos constituyen como ciudadanos de esta Buenos Aires que no quiere convertirse en un conglomerado de edificios pensados para la especulación inmobiliaria.
Una Buenos Aires que se niega a cambiar su silueta porque quienes la habitamos sabemos que tenemos el derecho de defender su patrimonio y de tener acceso a poder mirar el cielo desde sus calles y a mostrarle a nuestros hijos los rincones y las fachadas entre las que crecimos.
Buenos Aires, como toda ciudad del mundo con similar historia y tradición, está conformada por inmuebles que representan distintos momentos de su vida y que se constituyen en un testimonio tangible de su evolución histórica y de su conformación social y cultural. Este patrimonio edilicio diverso no es sólo el testimonio de las múltiples huellas del pasado y del presente de la ciudad, sino que es parte sustancial de su capital social que define a los ciudadanos que la habitan y la recorren a diario.
El Patrimonio arquitectónico forma parte de la identidad de la ciudad y de sus habitantes, es parte de la memoria colectiva, y por ello debe registrarse y cuidarse con y para su comunidad.
Estas líneas no están escritas desde un conservadurismo melancólico ni desde la negación a podes disfrutar de una ciudad moderna. Lejos estamos de visualizar un pasado estático que tiende a congelar situaciones y a detenerse en el tiempo, sino que propongo una forma de pensar en la que el pasado pueda ser conocido, aprehendido, cuestionado y resignificado formando parte de nuestro presente. En síntesis: una manera de consolidación de la cultura porteña como productora de ciudadanía. Sin fantasmas ni lágrimas innecesarias. Para lograrlo el Jefe de Gobierno Mauricio Macri tiene en su mano la herramienta frente al vencimiento de la Ley que preserva el patrimonio y que venció el 31 de diciembre. Así se podrán evitar demoliciones dolorosas como la de la casa de Alfonsina Storni, Casa Suiza y otros sitios emblemáticos de nuestra misteriosa Buenos Aires.