Una elección con resultado cantado

Una elección con resultado cantado


Las elecciones presidenciales de 2011 serán recordadas por la previsibilidad del resultado final. El reconocido, hasta por los más acérrimos opositores, futuro triunfo de Cristina Fernández de Kirchner transformó los últimos dos meses de la contienda electoral en un transcurrir anodino y falto de grandes debates. Y esto se debió en gran medida a las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias del 14 de agosto.

Los casi 40 puntos de diferencia que hubo entre Cristina (superó el 50 por ciento) y sus segundos (Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde, que en esa oportunidad terminaron prácticamente empatados con un magro 12,17 por ciento) provocaron una hecatombe política de tal magnitud en la oposición que el mazazo que significaron los dejó fuera de combate antes de tiempo.

Así, los días que transcurrieron desde las primarias no hicieron más que profundizar la agonía y la debacle del conglomerado
opositor, ante la incapacidad para asimilar esa derrota y la imposibilidad de construir un nuevo mensaje que los rearme frente a las presidenciales.

El dato concreto de este fracaso lo corroboran los últimos spots de campaña y las declaraciones de los principales postulantes de la oposición, en los cuales algunos de ellos, como Ricardo Alfonsín y Mario Das Neves (compañero de fórmula de Duhalde), reconocen que Cristina ya ganó. Por eso luego de esta debacle la oposición deberá analizar en profundidad
las razones del mal desempeño electoral. A grandes rasgos se podría mencionar que los opositores al kirchnerismo, salvo Hermes Binner y Alberto Rodríguez Saá, hicieron todo mal desde el triunfo obtenido en las elecciones legislativas de 2009 y dilapidaron ese caudal electoral de una manera inaudita.

Después de la impactante victoria bonaerense sobre el expresidente Néstor Kirchner, la oposición empezó a caer. No supieron dejar de lado las diferencias y unirse en el Congreso
contra el oficialismo y, de esa manera, le regalaron la iniciativa
política a los K, quienes impusieron la agenda y motorizaron
cuestiones claves como la Ley de Medios, el Matrimonio Igualitario y la Asignación Universal por Hijo, entre otros temas de amplia repercusión en la sociedad. Los festejos por el Bicentenario también fueron un buen punto para el Gobierno.

La falta de propuestas de la oposición quedó expuesta ante los ojos de los ciudadanos. Tampoco esta hizo una lectura acertada de los masivos funerales de Néstor Kirchner: no leyeron el mensaje popular y consideraron que el crecimiento de la imagen de la Presidenta era solo un efecto espuma y no algo sólido y permanente. La política de continua gestión terminó
por derrumbar a la oposición, que a esos errores le sumó una interna feroz que los llevó a ir divididos a las primarias de agosto y quedar a merced de una derrota segura.

La Ciudad merece un capítulo aparte, porque el electorado
porteño demostró que apoya a los dos oficialismos, tanto al que encabeza el Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, como al que lidera Cristina Fernández. Votó mayoritariamente por la reelección del jefe porteño en las elecciones de julio, como en las primarias de agosto lo hizo por un segundo mandato de la Presidenta. E incluso, en esa última ocasión, cortó boleta para respaldar la lista de diputados nacionales por la Capital Federal del macrismo, que encabeza Federico Pinedo. Algo que puede volver a ocurrir este domingo, ya que el PRO se ubica segundo en las encuestas de la Ciudad. Más aún: un cierto número de porteños cortará este domingo boleta y, sin ningún conflicto ideológico, votará a Cristina a nivel nacional y a Pinedo para el Congreso. Todo esto confirma que ante cada elección los habitantes de la Ciudad eligen, cada vez, con mayor autonomía
política, dejando atrás las sesudas predicciones de los dirigentes
de turno.

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