La definición de las fórmulas que competirán en julio próximo para la Jefatura de Gobierno y el cierre de las listas tanto de candidatos a legisladores como a comuneros de las principales fuerza políticas tuvo una característica peculiar interesante.
Una cuestión previa es que, salvando las distancias, las ideologías e incluso las mecánicas de decisión, tanto Cristina Fernández de Kirchner como Mauricio Macri se inclinaron por un estricto control personal de la estrategia a desarrollar para la compulsa del distrito. No es novedad la importancia que le asigna la Casa Rosada a esta elección por ser la vidriera más importante antes de las presidenciales de octubre. Y ni hablemos de PRO, que, de perder en la Ciudad, probablemente desaparezca del mapa político nacional.
Empezando por el Jefe de Gobierno, podemos citar varios pasos que derivaron en la hiperconcentración de sus decisiones. El tema de la no resolución de la interna del partido, entre la carismática Gabriela Michetti y el “señor gestión” Horacio Rodríguez Larreta, abonó en muchos el miedo de perder en la Ciudad y jugó siempre en contra del proyecto presidencial. Al jefe le ofrecieron internas y muchos otros mecanismos más pero Macri prefirió confiar en su cerebro y olfato, y desde allí manejó los tiempos y su doble plan Nación-Ciudad.
Luego desdobló, ya abriendo el camino para su descenso a la Ciudad y, por último, hizo público su intención de ser reelecto sin más consultas que algunas de las que realiza con su mesa chica. Como corolario, usando redes sociales, comunicó también su decisión sobre quien lo iba acompañar en este intento reeleccionista: María Eugenia Vidal. La lista de legisladores que punteó Santiago de Estrada fue el único espacio en el que –a pesar de tener Macri la última palabra– no fue modificada in extremis, apenas el ingreso de Rogelio Frigerio y el alejamiento de Avelino Tamargo. Es cierto también que antes de la ronda de negociación ya estaban “adentro” Sergio Bergman y Lía Rueda, ambos propuestos por él.
En una palabra, el PRO demostró estar más macridependiente que nunca, centralmente porque el número uno así lo quiere y el partido está pintado con acuarela, ya no amarillo sino multicolor. Quedará como dificultad anexa a estas decisiones personales qué postura tomará el espacio para octubre y qué harán todos los heridos –empezando por su primo Jorge en provincia– que deberán batallar solos en la cancha sin la fama de ser Midachis.
En las filas kirchneristas pasó algo parecido, ya que CFK no rompió el silencio hasta el filo del cierre. La fórmula compuesta por Daniel Filmus y Carlos Tomada será la encargada de intentar la hazaña de vencer a Macri en su distrito, con el discurso del Gobierno nacional. En este punto es donde se define la elección.
Con una tercera fuerza como la de Pino Solanas, que se muestra sin proyecto nacional ni local claros, los porteños deberán optar ya sea por la continuidad de un gobierno que no fue malo en términos comparativos pero gestionó de manera errática en lo político y muy por debajo de las expectativas de gestión, o por acabar con la enemistad política del macrismo con la Rosada y poner directamente a los dueños del poder nacional a controlar también la Capital. Es como un “recurso de emergencia y por única vez” para ver si mejora la calidad de vida de una Ciudad que se puso difícil y estresante como nunca. Los porteños no son de dar cheques en blanco al Ejecutivo Nacional, casi siempre se jactaron de ser el freno. Pero en este clima tan enrarecido nadie asegura que se mantenga esa línea, todo cambió mucho en los últimos tiempos, también podría cambiar eso. Veremos.
Los K decidieron dinamitar la vida peronista que preexistía en el distrito, una línea de varias agrupaciones (que iban con los distintos precandidatos) a las que consideraron no confiables para su modelo, y ensayaron, entonces, con el desembarco aquí también de La Cámpora y algunas organizaciones sociales que controlan.
El centro de la política será, con cualquier jefe de Gobierno, muy duro de encontrar. Los dialoguistas perdieron de los dos lados de la Plaza de Mayo y los que saldrán a la cancha son más proclives a decirle que no a todo que a construir consensos. Y en la Legislatura habrá un agravante, con los pinos y los ultra-K de un lado, y los macristas y la Coalición por otro. Los emergentes de este sistema sordo y bipolar, es decir, los legisladores que pertenezcan a otros partidos, que serán menos de diez, serán los verdaderos árbitros de todo lo que se viene. De ese reducido grupo podría salir alguna sorpresa a las que nos acostumbra este distrito, esa que tuvo Pino y dejara en el camino. El ballottage, ya decretado, y la Legislatura la esperan impacientes