Una cosa está clara en cuanto a lo que ocurrió en la Plaza de Mayo el miércoles último. Para algunos dirigentes peronistas, de los cuales Moyano es el abanderado, ya empezó el poskirchnerismo.
Es imposible aún aventurar el derrotero de tamaña audacia, pero la Plaza no rebosó de militantes camioneros, ni de una izquierda que moviliza mucho más cuando se mira el ombligo, ni de una CTA que priorizó subirse al palco a unir fuerzas con un aliado incómodo para ellos como Hugo Moyano. Hasta se dio la paradoja de que junto a la CCC se estacionó el Sindicato Único de Trabajadores de Control, Admisión y Permanencia, que agrupa a los “patovicas”, casi como si se dispusieran a aplicarles la ídem a tanto barbudo con el Che Guevara en el pecho.
Igual, fue respetable la convocatoria del camionero. Solo el kirchnerismo puede empardar o superar las cuarenta mil personas que reunió Hugo Moyano para protestar por cosas que superan ampliamente el mínimo no imponible al impuesto a las ganancias o el incremento de las asignaciones familiares. Las cosas no dichas, indudablemente, son las que ahora marcarán el futuro.
Dos temas aparecen como disparadores de tanto antagonismo. El primero es la causa de que Moyano hable de la soberbia del Gobierno. Hace tiempo ya que el kirchnerismo viene apostando por Antonio Caló para sucederlo en la CGT, con el argumento de que es necesario que se aposente allí un representante de los gremios de la producción, en una época en que la industria ha vuelto a ser el motor del desarrollo.
Incluso, los ideólogos de esta movida argumentan que Moyano es un hijo de aquello que combatió en los noventa, ese neoliberalismo que arrasó con la industria y con los ferrocarriles y que permitió la llegada de un camionero al máximo cargo de la central obrera. Este ninguneo hacia el líder cegetista lo aparta de su rol de interlocutor del movimiento obrero con el Gobierno y alienta las rebeliones internas, minando su poder y colocándolo en una situación de vulnerabilidad.
El otro tema que separa las aguas es la deuda que sostiene el Gobierno con las obras sociales, que asciende, según aseguran los sindicalistas, a más de 2.000 millones de pesos. Esta deuda mantiene a las obras sociales más chicas en una situación de necesidad permanente que las obliga a negar servicios o a financiar a futuro las prestaciones más onerosas, lo que provocará que sus deudas crezcan de manera exponencial.
Entre las cosas no dichas están las advertencias que lanzó el camionero en su discurso. Hasta ahora, el modelo económico que implementó el kirchnerismo estuvo basado en gran medida en la sustitución de importaciones y en la promoción del consumo. Esto significó una paritaria permanente, que trajo incrementos salariales anuales de hasta el 30 por ciento en algunos gremios –los más poderosos– y, paralelamente, un constante incremento de los precios de los productos de consumo, que eran la respuesta de los empresarios a esas paritarias.
El líder camionero está seguro de que esa época dorada –o no tanto, según deslizó en su comparación con Alemania y Suiza– está a punto de acabarse o, por lo menos, que nada será igual en el corto plazo.
De todos modos, Moyano ganó y perdió este miércoles en la Plaza. Por de pronto, lo peor del debut ya pasó. Su propia evaluación incluía un piso de 40 mil asistentes al acto. El techo se acercaba, extremando sus posibilidades, hasta los 70 mil u 80 mil convocados. Si bien estuvo más cerca del número menor que de la otra cifra, su sola presencia en la Plaza ya significa que hizo mucho más que el resto de la oposición, como parte de ese juego excepcional que suele plantear el peronismo, que es a la vez oficialismo y oposición. Nadie es capaz de enfrentar al kirchnerismo en la calle fuera de él. Por eso fue posible ver a casi todo el Pro, incluso a los no peronistas, merodeando por la Plaza de Mayo.
La mala noticia es que, a pesar de tanta audacia, su acto no le hizo mella al kirchnerismo, para lo cual debería haber tocado su techo de convocados. Mañana cualquier ministro puede decir que en el acto de Vélez hubo más gente que el miércoles en Plaza de Mayo y le ninguneará la convocatoria al camionero, aunque siempre sostendrán, previsores, un ojo sobre sus pasos futuros.
Es que no existe otra oposición para la Presidenta de la Nación que la que surja del peronismo. Agotado el caudal del peronismo disidente, la única esperanza de estos es que el liderazgo de Moyano supere la debilidad política de Eduardo Duhalde, que se fue en palabras, sin afectar el poder de los Kirchner.