Una primera impresión que brinda este año político es que va a ser muy polémico, de mucho ruido. El posicionamiento en el espacio ocupará un punto importante en la agenda de cada dirigente que se sienta con posibilidades de ser. A pesar de que el macrismo pondrá su acento discursivo –y parte de su tiempo– en tratar de redondear un buen quinto año de gestión, que habitualmente en política es el mejor de los que logran dos mandatos, la pelea que viene por la sucesión de Macri tendrá una fiereza desconocida en una fuerza que aprendió a vivir internas agudas antes que a gobernar.
El primer año del segundo mandato es aquel en el que los gobernantes ya se sacaron de encima todas las cáscaras de banana que le dejaron sus predecesores, conocieron todas las trampas y la lógica funcional de la “botonera” municipal, aprendieron a tratar y negociar con la planta de línea y de esa manera empiezan a lograr los objetivos por ellos planteados en lugar de correr detrás de las dificultades diarias de cada área que, aunque no cesarán, pasarán a ser más manejables.
Es en este período en el que empiezan a aparecer algunas obras que fueron engendradas en los años dificultosos, esos en los que fue complicado hasta comunicar lo bueno que se hizo, ya que la visibilidad era escasa y la política no aparecía en su correcta dimensión para paliar ese déficit. A esa condición genérica por la que ahora le toca atravesar a este gobierno se le suma el aval político que obtuvo el Pro en la contundente segunda vuelta del último año. Ese cóctel de circunstancias positivas hace prever que de no distraerse en estupideces y solo usando algo de sentido común y un trabajo constante, estos dos años que tiene por delante la administración amarrilla deberían darle cierta tranquilidad en el andar rumbo a las legislativas de 2013.
Completa un panorama alentador para Mauricio Macri la supremacía que ostenta su espacio en la Legislatura porteña, desde donde supone que podrá manejar con pocos condicionamientos su idea de gestión, siempre y cuando no se siga excediendo con los vetos de los temas acordados por su propia tropa en Perú 130. Hasta aquí parecería que solo una manga de descerebrados pueden “volcar un gobierno” que debería andar casi en piloto automático. Para muestra, bastan dos ejemplos. Existió un tarifazo del 127 por ciento en el subterráneo sin mayores costos políticos para el Pro y, al menos por ahora, tampoco es demasiado ruidosa la queja social por el importante incremento del ABL. Pero cuidado, en política puede pasar hasta lo imposible.
Ante este panorama, la oposición tiene una tarea casi titánica para armar un rompecabezas que ponga en aprietos al Gobierno porteño. Le cuesta muchísimo enhebrar una política común, incluso desde el propio Frente para la Victoria, la principal fuerza opositora. En el FpV quedó demostrado el gravísimo error electoral de abrirles las listas de legisladores a Aníbal Ibarra y a Martín Sabbatella, un exreferente en decadencia y un “progre” desconocido para los porteños.
Ambos espacios ponen en continuos aprietos a Juan Cabandié, el vértice elegido desde la Casa Rosada para perforar políticamente al oficialismo y que no gana para sustos en cada negociación. El pase de Eduardo Epszteyn al kirchnerismo no se inscribe de ninguna manera en el estilo “borocotazo” sino que constituye otro “vuelto” a Ibarra por su eterna conducta ombliguista, casi de desprecio hacia el resto de la política.
De todos modos, y a pesar de las dificultades internas, es el kirchnerismo el único capaz de poner en jaque al menos de a ratos al gobierno local. El aparato nacional apoya con lo que tiene a los referentes porteños. Tal es el caso de la ministra de Seguridad, Nilda Garré, quien hostiga permanentemente el accionar de Montenegro en materia de seguridad, desviándolo de su plan de acción y poniéndolo en posición de continua respuesta a las movidas nacionales. Amado Boudou y hasta la presidenta CFK se acuerdan casi semanalmente del Jefe de Gobierno. Las obras de Julio de Vido se hacen esperar. La desaparición de Daniel Filmus no queda claro si es causal, del verano, o de su histórica inacción en el distrito. Lo cierto es que su situación se asemeja bastante a la de Ibarra.
El resto de la oposición es una incógnita, la implosión de Proyecto Sur fue la situación que sobrevino a la bajada de Pino Solanas en su intento porteño. La escisión que sufrió la fuerza les impidió hasta ahora hacer pie y no se presentan nítidos como alternativa. Fabio Basteiro, quien era el titular del bloque, fue el que encabezó la fuga, eso describe la situación. La Coalición Cívica quedó reducida a los lilitos porteños, aunque solo Fernando Sánchez puede ostentar ese título de manera genuina, que hoy por hoy paga dos pesos. El resto de lo que era el bloque se parece bastante al Pro. La UCR porteña alarga su eterna agonía.
Este panorama con el que se larga el año empieza entonces con protagonistas y extras. Habrá que medir el aceite cuando la pelota empiece a rodar por los puntos, a ver si desde el recinto se generan las sorpresas que esperan ansiosos todos aquellos que no quieren que Macri despegue tan fácil hacia la Nación. Mientras eso sucede o no, algunos le prenden una vela a que se descontrole la interna por la sucesión del ingeniero. Apuesta segura, pero no sucederá con el primer fuego. No sería lógico.