El escenario nacional dista de ser un campo despejado. Bolsones de niebla espesa coagulan a diario. Ante el vacío opositor se producen dos efectos simultáneos: cada vez son más los políticos opositores que amagan con la nacional (Duhalde, Sanz, Alfonsín, De Narváez) y cada vez es más estrecho el espacio de aquellos que despuntaban como “candidatos naturales”; el segundo efecto es hijo del primero, frente a esa diáspora, el kirchnerismo se muestra fuerte, compacto, estructurado… ¡y hasta con variantes! Merced a este rápido repaso, hay preguntas que deberían indignar a las bellas almas republicanas que les gustan los escenarios simples: ¿por qué Macri se equivoca tanto? ¿Por qué no utilizó la ingeniería de una elección municipal como laboratorio de una proyección política ordenada, frentista, programática, en la que debía empezar a perfilarse su 2011? ¿Por qué no respetó la historia de la “derecha autóctona” demócrata de Mendoza, en vez de demostrar angurria política y relegar espacios frente a un radicalismo al que ayuda a acercarse a la recta final de su reconciliación nacional de la mano de Cobos? Hagamos historia contrafáctica a pura matemática: 5.931 votos de PRO se hubieran sumado a los 7.420 de los demócratas (segundos) y alcanzaban 13.351, es decir, más de la mitad de los votos radicales (en un distrito donde la boina blanca es peso pesado).
Macri requiere de reflejos y de algo más: necesita evidenciar una estrategia que unifique al espacio de centroderecha, capaz de reconocer legitimidades locales. Las provincias, sobre todo las más tradicionales, tienen en su haber la existencia de fuerzas regionales en las que militan y se agrupan sus derechas, sus fuerzas vivas conservadoras. PRO, el mejor PRO, fue una síntesis de tradición y modernidad, de audacia y gobernabilidad, que se nutrió de la lenta sangría de los grandes partidos, y que hizo depender de ella –incluso– el reclutamiento de sus mejores cuadros políticos. Macri debe apostar a la canalización de una expresión política moderna, con una decisión irreversible: comenzar a ser una tendencia estructurante de fuerzas de derecha provinciales que puedan, en tal caso, habilitar a un frente más amplio. Uno, dos, tres vietnams PRO parece ser la mala ecuación que se guía por una particularidad irrepetible: Macri, Gabriela y Durán Barba pueden haber leído inteligentemente el hartazgo electoral porteño alrededor del progresismo, y de allí cosieron una alternativa de derecha espontánea. Pero no se pueden fogonear microemprendimientos políticos. No obstante lo dicho, eso marca el principio de un posible cambio de estrategia: la decisión de reelegirse en tierra firme, y resguardar estructura y gestión para cuando más o menos se aclare la perspectiva que parecía ser tan difícil para el oficialismo nacional. Dije: parecía. Porque si el modo de esquivar el bulto nacional de hacer una verdadera estrategia antikirchnerista es replegarse en el minimalismo PRO, en esa huida hay daños colaterales peligrosos: el de no mostrarse a la altura de un electorado opositor huérfano de quien pudiera expresarlo globalmente. Jugar para sí mismo, a veces, es jugar en contra.
(NOTA DE OPINIÓN ORIGINALMENTE PUBLICADA EN EL SEMANARIO NOTICIAS URBANAS Nº 234, DEL 31/03/10).