El verano porteño además de las altas temperaturas trajo algunas hipótesis de difícil futuro en un esquema racional de acuerdos de poder. Dicho de otro modo, las principales fuerzas políticas del distrito -dando por sentado que los últimos ganadores locales y nacionales lo son-, o sea el PRO y la Coalición Cívica, se han metido en un coqueteo tal que han irritado a casi todos los dirigentes de ambos espacios o sea el 99,9 % que no está involucrado en la maniobra.
Sería natural que la chaqueña Elisa Carrió, sabedora que todas las encuestas que se manejan la dan perdedora por entre 5 y 10 puntos con la vicejefa de la Ciudad, Gabriela Michetti, haya puesto manos a la obra para neutralizar algo que para ella sería nefasto con vista a las presidenciales de 2011: una patinada al estilo 2005 en la Capital Federal de la República de Iguales. Con el movimiento hacia Mauricio Macri, Lilita no sólo ha demostrado -sin sorprender a nadie- que sus límites no tendrán límite y que las decisiones de ese espacio abierto y plural se concentra a la hora de mover fichas en su blonda testa.
Es aquí donde se cae la supuesta génesis del engendro, al que muchos sitúan en el entorno del cardenal Jorge Bergoglio, por su probada amistad e influencia sobre Carrió y Michetti. El objetivo de unir las fuerzas para concentrar el espectro antikirchnerista de la Ciudad o evitar la reunificación de la progresía porteña que también se ha empezado a mover un poco estos días contaría con el aval del Arzobispo de Buenos Aires, aunque éste claramente no es el motor.
Pero qué pasa con los radicales del siempre “divertido y fiestero (vendimia, surubí, salame, etcétera)” -una sola vez no positivo- Julio Cobos, quien fue tentado por ambas dirigentes para sumarse a la política del “rejunte y explota todo”. La oficina de Cleto que es lo más parecido a la franja de Gaza bombardeada por tierra y aire, ya tiene bastante con su ex compañera de fórmula y su marido, y como si esto fuera poco, con la delicada zurcida de su reencuentro con los boinas blancas históricos -e histéricos- comandados por Gerardo Morales.
Tampoco los radicales PRO tienen mucho (más bien ningún) interés en que ese acuerdo prospere y mucho menos los “ex grandes del buen humor” (Rafael Pascual, Jesús Rodríguez y Enrique Nosiglia) a los que siempre hay que apostarles un porotito de maldad más allá de que hayan conocido tiempos mejores.
Ni hablemos de cómo se les eriza la piel a los peronistas que están con Macri a la hora de escuchar el nombre de Carrió. Ése sí sería un sapo duro de tragar más allá de estos tiempos de estómagos a toda prueba. Los hay más diplomáticos y los hay más frontales, pero el rechazo a “la Gorda” es unánime.
En la Coalición Cívica siguen el panorama sin poder meter cuchara, pero la postura de los dirigentes porteños en general no es muy digerible en esta línea y promete complicaciones en el desarrollo de la convivencia legislativa, ya sacudida a fin de año por las negociaciones del presupuesto del año en curso.
El macrismo encara esta etapa con mayor tranquilidad que la Coalición, teniendo en cuenta que cuentan con el gobierno del distrito, la primera minoría legislativa y la candidata primera en los sondeos. Lilita, más presionada, busca un agujero que la mantenga en carrera al 2011, un lugar que Macri duda entre dárselo o no.
Revoloteos de la oposición
El primer problema aquí es definir concretamente de quién hablamos cuando nos referimos a la oposición. Si hablamos de Néstor Kirchner y su tropa legislativa veremos que la misma está en una situación de parálisis, habida cuenta de que no han terminado de definirse cuestiones que hacen a la continuidad del bloque legislativo como tal y además desde lo político, acerca de quién se hace cargo de la herencia -no muy jugosa- que dejó Alberto Fernández. Está claro por las declaraciones públicas que Jorge Telerman, salvo abrupto cambio, no será el candidato de los K, lo que no le impedirá sumar kirchneristas a su boleta, que es bien vista por el sector pingüino de la Rosada, pero el Pelado piensa y recuerda otras cosas. No le disgusta la idea de la doble oposición. Aquí el posible vertebrador de la salida es Víctor Santa María, quien mantiene buena relación con ambas terminales. Por ahora, pusieron el tema en stand-by.
Pino Solanas será una grata sorpresa en el escenario de las nacionales de octubre, en la que el voto testimonial en contra de Macri y de Kirchner hará de su figura una estrella, a la que se quieren sumar en esa instancia o en la doble combinada con la elección local, Claudio Lozano, Víctor De Genaro y Humberto Tumini, entre otros. Crece en todos ellos la idea de dejar de lado las diferencias tenidas en el pasado y avanzar como “malón” en la reconstrucción de un tren (especialidad de Pino) que avance simultáneamente en los cuestionamientos al ingeniero y a la dupla Cristina y Néstor.
Un caso particular es el de Aníbal Ibarra, quien conforma Diálogo por Buenos Aires con Miguel Bonasso (portazo a los K) y Carlos Heller (luna de miel con los K), o sea, algo bastante heterogéneo pero con la ventaja de contar ya con cinco bancas en la Legislatura a las que intentarán incorporar algunas más, empezando seguramente por Vilma Ibarra. Asimismo, evalúan como muy interesante la posibilidad de sumarse a lo que arme Pino Solanas, quien –al revés de ellos- está más interesado en el país que en la Ciudad. La posibilidad de llegar a un acuerdo parece bastante difícil pero no imposible. Al igual que en el caso del oficialismo, la cuestión puede explotar en el momento de definir las listas aunque la política haya sido acordada previamente. “Sólo algunas coincidencias alcanzan”, disparan desde el ibarrismo, “hay que recuperar el gobierno perdido y eso requiere de todas las voluntades”, aseguran los Ibarra, definiendo por la negativa el poder del enemigo.