¿Habrá paz tras la tormenta? Después de escuchar a todos los oradores durante más de cinco horas de sesión, el pasado martes, no quedó muy claro que la batalla política se acabe aquí, más bien, parece que será el comienzo. Sí, en cambio, que culminará la cuestión "de privilegio" que se desató tras la denuncia periodística y que conmovió al cuerpo legislativo hasta en sus fueros más íntimos. Nos referimos a la polémica generada por un video que mostró cómo algunos diputados macristas presionaban por otros el botón mediante el cual se vota electrónicamente, en la sesión del 4 de diciembre. Aunque lo hicieron a pedido de los reemplazados -que estaban presentes en otra parte del recinto-, la falta al reglamento es tan contundente como su prueba. El hecho con adobe político generó controversia. La Legislatura, finalmente, decidió anular los "votos dobles" ratificar ambas leyes (la del Polo Tecnológico, sin el inciso K), modificar el reglamento para hacerlo más claro, televisar las sesiones por Ciudad Abierta y elevar a la Junta de Ética los datos sobre la cuestión.
Hablando con algunos colegas de lo que se escuchó en el recinto, quedó claro que, sin menoscabar el pensamiento o la oratoria de nadie, quienes tienen más clara la política que llevan adelante -en todos los bloques- fueron mucho más precisos a la hora de afrontar la problemática en su punto justo. Otros, con menor capacidad de capturar la situación de la que también eran protagonistas, mezclaron todos los conceptos o tiñeron de hipocresía su verba, con lo que anularon la credibilidad de la intervención.
La Legislatura como institución demostró que a pesar del golpe estuvo a la altura de las circunstancias. Moldeó una solución en menos de 48 horas y tuvo el aval de la totalidad de los diputados presentes menos uno, el legislador Gerardo Romagnoli. Hubo una batalla en el recinto. Algunos legisladores echaron nafta al fuego de las irregularidades cometidas, pidiendo suspensiones y renuncias para los involucrados, y atacando desmesuradamente a la vicejefa de Gobierno Gabriela Michetti, como si su sola presencia mágicamente cambiara la habitual conducta parlamentaria de quienes la critican y de los que la defienden. Otras voces, sin renunciar al ataque opositor y apuntándole certeramente al error, situaron el conflicto bien lejos de aquel ordinario e inmoral Concejo Deliberante, planteando como un absurdo la comparación entre aquella fábrica de corrupción y esta nueva criatura nacida en la Constitución de 1996 que concentra -a pesar de estos reveses- muchísimo más trabajo, honestidad y amplitud en la pluralidad.
En mi gastado disco rígido, recuerdo a la primera formación legislativa no sólo como la fundacional sino como la mejor de todas hasta este momento. Marcó un piso de funcionamiento: el de las ideas y la discusión a pesar de las diferencias, el de trabajar en busca del consenso en las comisiones hasta que los despachos vieran la luz, el del respeto por el diferente, el de las minorías con voz y voto, el de no convalidar los proyectos del Ejecutivo cuando merecían la crítica. Y lo fundamental: el de sostener en los hechos que no todo, ni todos, tienen precio.
Mientras hablaban los diferentes diputados, uno de ellos afirmó que no podía ser que el problema fuera que "nos vieron y no lo que pasó". Otro, desde el oficialismo, contestó la afirmación: "¿Qué responsabilidad le cabe a alguien que vio que estaba cometiéndose un error y no hizo nada? O estaba muy cómodo en Legislandia o estaba preparando el terreno. Acá hubo alguien que se hizo el distraído y después aprovechó la coyuntura para nombrarse paladín de las instituciones", señaló, en obvia alusión a Aníbal Ibarra. Antes el ex jefe de Gobierno había provocado a sus pares del PRO y la Coalición Cívica: "La reacción corporativa es tratar que esto baje y ver cómo fue que salió a los medios, o hacerse cargo de la situación. La verdad es que me importa muy poco que me den esta capacidad de generar esto. Hagámonos cargo de lo que ocurrió".
Y sí, a Ibarra todo le importa muy poco.
No hubo ningún pedido del material en cuestión de parte del medio que publicó el video en la Dirección General de Prensa, que dirige Paula Schuster. Sin embargo, el video apareció allí. Schuster, que entregó los videos al despacho de Ibarra luego de que se los hubieran solicitado desde allí, fue bombardeada por su decisión desde Bolívar 1. Algo más sigilosa pero no muy distinta fue la reacción en la Legislatura porteña. Macri se enojó y mucho con sus diputados por no guardar las formas, pero no dejó de marcarle a su tropa la ingenuidad cometida. Con el ninguneo del Gobierno nacional, ya tiene el cupo de "tolerancia" cerca de cero.
Algunos aseguran que el todoterreno Javier Grossman, aunque él se lo desmintió rotundamente a esta agencia, fue quien se encargó de establecer esta vez el nexo entre la política y los medios, algo que el ex titular de Babilonia maneja a la perfección. Igualemente lo podría haber hecho cualquier otra persona y tampoco es lo importante. No estamos cuestionando al mensajero. Lo demás es conocido, incluso el hipócrita agradecimiento de los que creen haber sacado ventaja a partir de la pericia -y primicia- periodística. Por supuesto que acá es donde se vuelven a cruzar los caminos.
El esquema corporativo en Perú 130, al que burlonamente las minorías llaman "sindicato de legisladores", fue otro de los temas que amenizó el martes. Los que entienden que la corporación sólo funciona para acordar negocios y ventajas políticas a partir de todo tipo de irregularidades como las denunciadas el otro día, deberían ir inmediatamente a la Justicia y no seguir con ese discurso desde las bancas. La gente está harta de las denuncias que dan figuración y no resuelven nada. Pero en un poder legislativo donde se necesita construir consensos para que el trabajo se apruebe en recinto, en una de las legislaturas de las más laboriosas a nivel nacional, acusar a quienes promueven esos consensos casi de "asociación ilícita" por acordar lo que se saca, se agrega o se modifica en los artículos de leyes y resoluciones, es un exabrupto similar a aquellos que la comparan con el "Honorable" Concejo. Sin moverse un ápice de su idea y plantándose como mármol en su ideología, un diputado puede ser un militante de profundísimas convicciones pero seguramente poco aportará al bien común. Quizás sea una traba más y un voto menos en los avances que se logren. Siempre hay tiempo y espacio para lo testimonial que, por suerte, nunca se perderá, pero a veces en estos ámbitos hay que laburar más y hablar menos.
En esta batalla de la retórica polaca, ganó la sociedad, ya que la Legislatura parece haber salido fortalecida tras una seguidilla de fallas formales. El acuerdo llegó rápido y la Junta de Ética hará el resto. La política, bien gracias, y el fogonero, otra vez incendiado.