Autonomía: La sabiduría del camino, la ilusión del atajo

Autonomía: La sabiduría del camino, la ilusión del atajo

"El empecinamiento de casi todos los políticos en retardar la Ley de Comunas es consecuencia también de que el otrora inmenso poder territorial de los partidos mayoritarios como la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista ya ha conocido la lona y escuchado la cuenta hasta diez en más de una ocasión, es decir, siguiendo con los términos boxísticos, ese sistema está noqueado para siempre".


La Asamblea Constituyente porteña de 1996 se reunió en la Biblioteca Nacional y sancionó la Carta Magna de la Ciudad Autónoma. Estaba constituida con una mayoría de espacios políticos que en el futuro (dos años después) conformarían la Alianza que gobernaría tanto a nivel nacional como local. De allí se desprende que el espíritu que gobernó aquella redacción de la normativa fundacional, llevara un tinte progresista, sobre todo a partir del triunfo que obtuviera en aquella elección quien fuera luego la presidenta de la asamblea, Graciela Fernández Meijide. Por aquella época compartieron su redacción el hoy ministro de la Corte, Eugenio Zaffaroni, junto al ex jefe de Gobierno Aníbal Ibarra y la actual ministra de Defensa, Nilda Garré, todos ellos del Frepaso, la defensora del Pueblo de la Ciudad, Alicia Pierini; el actual presidente del Banco Central, Martín Redrado; el finado Jorge Castells por el peronismo; por Nueva Dirigencia, su fundador y luego ministro de Justicia, Gustavo Beliz; el titular del SUTERH, Víctor Santa María, único gremio presente en los pasillos de la Biblioteca; la actual diputada Patricia Bullrich y el ex ministro Enrique Rodríguez. Desde el radicalismo operaban Jorge Enríquez y desde su reinado en la UBA, Oscar Shuberoff.

Todos nombres que continúan vigentes en el devenir de las instituciones nacionales y que de alguna manera conformaron un colectivo probo e idóneo que marcó un antes y un después en la Ciudad.

Uno que lo cubrió, recuerda que la idea de las Comunas tenía una aceptación relativa pero mayoritaria en las fuerzas que integraban la Asamblea, pero no fueron ellos sino las organizaciones no gubernamentales minoritarias que desde lo electoral no pueden obtener escaños en las elecciones, las que motorizaron esta iniciativa y presionaron permanentemente por su inclusión. Las crónicas de la época subrayaban los "shows mediáticos" que protagonizaban tanto las primeras carpas (ambientales y también aquellas que contenían todos los reclamos, posibles e imposibles) hasta la inmortal imagen del bebé de María José Lubertino prendiéndose en plena sesión del pecho de su madre. Es también un clásico recordar el momento en que el ex ministro Carlos Vladimiro Corach citó en la Rosada a los constituyentes de su partido para regalarles una nariz de payaso con elástico incluido a cada uno de sus representantes "para estar a tono con las discusiones", sobre todo las iniciales, respecto del alcance de la autonomía.
En ese ámbito se discutía mucho acerca de la "mordaza" que le imponía la Ley Cafiero a la autonomía de la Ciudad, que el progresismo entendía como la traba fundamental para que la Ciudad pudiera festejar su independencia de la Nación, tal como lo deseaban algunos de los allí sentados.

Pero la historia continuó y la presidenta de la asamblea -que saliera luego eyectada del gobierno aliancista- tuvo en ese momento sus quince minutos de gloria, llevando a buen puerto y con criterio las acaloradas discusiones no sólo de recinto sino de comisiones. Sí, la historia continuó hasta hoy, doce años después de aquellas historias fundacionales, que siguieron con la eterna profecía del general Juan Domingo Perón ("la única verdad es la realidad"), verdad planteada para el proceso de autonomía y descentralización, donde el realismo de algunos tuvo más vigencia que el voluntarismo y la verba ilusoria de otros.

Los primeros planteaban que la autonomía y la descentralización, como todo proceso, requería de una construcción que tardaría lo necesario, que se haría lo posible para avanzar desde lo más básico hasta lo más complejo dentro del sistema institucional que vivía -y vive- la Argentina, con las dificultades de quien sabe de qué habla. Desde el otro rincón, el progresismo, líder indiscutido de la "lucha hablada" en nuestro país (y en particular en esta Ciudad), que proponía "decretar" de un plumazo los cambios y que la realidad luego se adaptara al decreto, en un concepto de ósmosis que luego negaron a la hora de gobernar.

Como nunca existió un sólido reclamo para su puesta en marcha, también es cierto que para las Comunas no existió ninguna voluntad política, ni desde los partidos políticos de los distintos oficialismos, ni desde las diferentes oposiciones legislativas para dar celeridad a un proceso que tomó la velocidad crucero de un movimiento rectilíneo uniforme, más bien lenteja.

El empecinamiento de casi todos los políticos en retardar la Ley de Comunas es consecuencia también de que el otrora inmenso poder territorial de los partidos mayoritarios como la Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista ya ha conocido la lona y escuchado la cuenta hasta diez en más de una ocasión, es decir, siguiendo con los términos boxísticos, ese sistema está noqueado para siempre.

Ya los barrios no tienen caudillos ni dueños y las Comunas -al igual que el sillón de Bolívar 1- se van a ganar con pocas propuestas, campañas inteligentes y mucha TV.

Para el final dejamos el desarrollo en las distintas gestiones de los Centros de Gestión y Participación, los viejos y queridos CGP’s (antes dieciséis y hoy quince), que se transformaron en la única realidad palpable para el vecino hacia las Comunas, más allá de la demorada ley sancionada en 2007.

Este año, durante el gobierno del ingeniero Mauricio Macri, se avanzó en descentralizar tres funciones importantes en la vida del ciudadano común como son las licencias de conducir, la unidades de defensa de los consumidores y sobre todo el pago de faltas, lo que de alguna manera les evita a los porteños la tortura adicional de tener que concurrir al Mercado del Plata de la calle Carlos Pellegrini para perder tiempo y dinero.

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