Alberto Fernández está contento. Siente que se fue del Gobierno en el momento justo. Su imagen creció desde su partida y su figura fue bien tratada por la mayoría de los medios de comunicación, que lo presentaron como el hombre que intentó acercar posturas entre el campo y el Ejecutivo nacional, durante los desgastantes meses que duró el conflicto por las retenciones móviles. Una blanca palomita frente a los halcones Julio de Vido y Guillermo Moreno. Si su imagen positiva no trepó por las nubes como la del vicepresidente Julio Cobos, fue por el detalle de que arrastraba cuatro años y medio de gestión entre los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, a diferencia del mendocino, un outsider con sólo siete meses de mandato, que recién se hizo popular fuera de la región cuyana luego de su voto "no positivo" a la ratificación de la resolución 125, impulsada por la administración K.
El Tío Alberto, como se lo conoce en la jerga porteña, jura y perjura ante sus allegados que tras su salida del Gobierno seguirá apoyando a los Kirchner y que quiere ayudar al ex Presidente en el armado del PJ nacional. Por ahora, sus acciones públicas corroboran sus dichos: no se fue dando un portazo sino entre los aplausos del gabinete, y se negó a criticar a la Presidenta y a su esposo. Sólo le apuntó, elípticamente, al sector con el que estaba enfrentado y que tiene como principales cabezas al ministro de Planificación Federal, al secretario de Comercio y a su par de Transporte, Ricardo Jaime.
En una reciente reunión, el Tío explicó a sus hombres y mujeres cercanos las razones de su renuncia. Se quejó de que en los últimos tiempos había miembros del Gobierno que les decían a los Kirchner sólo lo que ellos querían oír, mientras que sus recomendaciones y planteos no eran debidamente tenidos en cuenta. Los trascendidos reflejan una anécdota en la que el ex jefe de Gabinete le dice a la Presidenta que un discurso que acababa de pronunciar el piquetero Luis D’Elía había sido "patético". Cristina, que no había escuchado la alocución, le pide opinión a otro funcionario K, quien le expresa que "D’Elía estuvo fenómeno". "¿Viste Alberto, que no era para tanto?", cuentan que remató Cristina, dejando mudo al Tío. Poco después, estallaba un nuevo cacerolazo.
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Qué margen de movimiento tendrá Alberto Fernández en la construcción electoral de 2009 es hoy quizás el mayor interrogante. "Ni con Carrió ni con Macri ni con Ibarra" es la consigna que algunos dirigentes del PJ porteño le transmitieron a su presidente, Alberto Fernández, durante un encuentro que mantuvieron el último miércoles por la mañana. Allí estuvieron, entre otros, el titular del Suterh, Víctor Santa María -cuya relación con el Tío mejoró en los últimos tiempos- y Andrés Rodríguez, de UPCN. Se fijó un objetivo a mediano plazo: los próximos comicios en la Ciudad, donde ya se baraja la posibilidad de que el ex jefe de Gabinete encabece una lista de candidatos a diputados nacionales.
Existen sectores del justicialismo que, con la venia de Santa María, tienen interés en generar una corriente progresista conformada por peronistas y aliados -por ejemplo, socialistas-, que esté liderada por el ex jefe de Gobierno Jorge Telerman, y que reemplace el armado que en las elecciones pasadas encabezó Ibarra en alianza con el Frente para la Victoria. A los intentos de sumar por afuera se agrega una iniciativa que contaría con el aval de Alberto Fernández, y que consistiría en sumar dirigentes sub 40, como el actual legislador porteño Gonzalo Ruanova. La relación entre Telerman y Alberto Fernández necesita más que un limado y un pulido. Es una apuesta a largo plazo, pero se supo que ya comenzaron algunas operaciones con ese fin.
El otro problema pasa por la contención del bloque legislativo del Frente para la Victoria. Luego de la reunión con la cúpula del PJ, Alberto Fernández almorzó en un restaurante de Puerto Madero con casi todos los miembros de la bancada porteña K. Sólo faltaron, por encontrarse de viaje, Christian Asinelli y Juan Manuel Olmos. Este último, actual vicepresidente segundo de la Legislatura, es considerado un hombre indispensable para evitar la dispersión. Ésa que desvela al titular del bloque K, Diego Kravetz, cuyas intenciones de unidad dependerán, en gran medida, del poder que conserve Alberto Fernández. Ocurre que allí son varias las voces que reclaman una postura opositora más dura frente al gobierno de Mauricio Macri. Sin embargo, durante el almuerzo, nadie se atrevió a poner objeciones sobre la mesa. Mientras, el Tío volvió a aclarar por enésima vez que seguirá apoyando el proyecto K desde la Fundación Calafate, cuya sede, quizás por esas cuestiones de la moda, también está en Puerto Madero. La comilona sirvió para que remarcara a los presentes su rol de jefe de la oposición en el distrito.
Si tal como anunció, Alberto Fernández decide seguir codo a codo con el Gobierno nacional, continuará indefectiblemente atado a su futuro político. Su relación con la Presidenta y su esposo dependerá, en gran medida, de cómo la encare públicamente. Se sabe: a los Kirchner no les gustan las críticas. Y menos que trasciendan. Para mantener la amistad, los trapos sucios deberán seguir lavándose en casa.