Ya en el año 1966, en una publicación en Cambridge Journal of Education, vol. 26 N° 1, sobre el artículo de Sebba y Ainscow, "International development in inclusive schooling: mapping de issues" se expresa que: "inclusión educativa se entiende el proceso mediante el cual una escuela se propone responder a todos los alumnos como individuos reconsiderando su organización y propuesta curricular. A través de este proceso la escuela construye su capacidad de aceptar a todos los alumnos de la comunidad a que deseen asistir a ella y de este modo, reduce la necesidad de excluir alumnos".
¿Qué se quiere decir cuando se habla de escuela inclusiva?
Entre otros, cuando se habla de escuela inclusiva se suele pensar en los establecimientos destinados a niños, adolescentes y jóvenes con discapacidad. En realidad, la misma no se limita a esa población sino que se orienta a un grupo mucho mayor, el formado por niños, adolescentes y jóvenes que por diferentes razones tienen dificultades para aprender en la escuela y muy frecuentemente no terminan sus estudios en virtud de que la oferta educativa no se adecua a sus requerimientos.
La escuela inclusiva ofrece el espacio y el ámbito para lograr el reconocimiento del derecho que todos tenemos a pertenecer a una comunidad, construir cultura e identidad con los otros y a educarnos en las instituciones formalmente reconocidas, cualquiera sea el medio social, la cultura de origen, la ideología, el sexo, la etnia o situaciones personales derivadas de una discapacidad física, intelectual, sensorial o de los llamados sobredotados intelectuales.
Una escuela inclusiva es para todos y todas, y requiere de una postura educativa y pedagógica que favorezca el desarrollo integral de sus alumnos para poder desenvolverse en forma autónoma en la vida familiar y social, no solo escolar, sino en la comunidad de pertenencia y en la sociedad toda.
El principio que rige a la escuela inclusiva es la equidad. El logro de la equidad permitirá que todos transiten por el itinerario que la escuela propone y les permita, luego, proyectarse en su elección de vida.
La educación se basa en cuatro sustentos: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos, aprender a ser, los que determinan cuáles son los conocimientos, aptitudes y actitudes que habilitan para la vida en sociedad. La escuela inclusiva deberá asegurar que esto se cumpla, garantizada a través de la Política Educativa que la define y le da entidad.
¿Qué se debe contemplar para que la escuela inclusiva exista y perdure?
Varios son los componentes del Sistema Educativo que darán origen y mantendrán en vigencia este modelo educativo.
1. una política educativa explícita.
2. una adecuación de los espacios físicos para garantizar la accesibilidad a toda persona con movilidad reducida.
3. un modelo institucional abierto, flexible y en respuesta a la población, multicultural y diversa, que atiende.
4. profesionales preparados para la atención a esa multiculturalidad y diversidad.
5. un diseño curricular que permita su recorrido, sin obstáculos, a todas las alumnas y alumnos que a ella concurren.
¿Qué riesgo se corre?
El mayor riesgo que corre la escuela inclusiva es incorporar, en las mismas condiciones que al resto de las alumnas y alumnos, a una población muy minoritaria que demanda otras necesidades. Población que tiene necesidades de asistencia, de acompañamiento, de atención, de rehabilitación, de socialización y de recreación que si estuvieran frente al desafío del aprender contenidos curriculares, de acceso a la información, de uso de herramientas tecnológicas, de participación grupal, entre otros, sin privilegios, afrontarían una exigencia difícil de dar respuesta. En este sentido, se estaría excluyendo por exigencia.
(*) Presidente de la Comisión para la Plena Participación e Integración de las Personas con Necesidades Especiales (Copine).