La reina Beatriz de Holanda, que cumple 75 años el próximo jueves, ha comunicado esta tarde a los holandeses (noche para ellos) que deja el trono de Holanda en un mensaje transmitido en la televisión oficial. “Es con la mayor confianza de que entrego el próximo 30 de abril el trono a mi hijo, el príncipe Guillermo y su esposa Máxima”, ha dicho. “Estoy convencida de que están preparados para asumir esta responsabilidad. Agradezco muchísimo la confianza que me han dado en estos bonitos años en que les he servido como Reina”.
El Gobierno de centro derecha ha salido al paso. El primer ministro, Mark Rutte, ha emitido un mensaje inmediatamente después del anuncio de la monarca. “Expreso mi gran respeto y admiración por el gran servicio que ha dado al país desde 1980. Ha usado todos sus esfuerzos para ayudar a nuestra sociedad. Nos inspira un gran agradecimiento a mí personalmente. Pronto nos despediremos de una reina que está en el centro de la sociedad, que ha estado en los momentos de alegría y también ha estado en los momentos difíciles. Ha tomado muy en serio su mandato”, ha dicho. Se ha reforzado el personal especializado del Gabinete de la Reina, que pasaría a ser princesa, según las leyes nacionales.
En realidad, los rumores sobre la abdicación son recurrentes en Holanda, porque sus soberanas ceden la corona con naturalidad. Es una tradición considerada impensable por otras casas reales europeas, en especial la inglesa, de la que se cuenta una anécdota jocosa. Su protagonista habría sido la propia reina Isabel II de Inglaterra al ser informada, en 1980, de la abdicación de Juliana, madre de Beatriz. “Eso solo pasa en Holanda”, dijo, supuestamente, en el palacio de Buckingham.
En el caso holandés, las cesiones del trono de la edad moderna se remontan a la reina Guillermina, abuela de la actual reina Beatriz, que lo hizo en 1948. Guillermina, una reina de formidable carácter que pasó las dos guerras mundiales, la crisis económica de 1933 y la descolonización de los territorios en ultramar, tenía 68 años cuando confió la corona a su hija Juliana. Esta última fue muy popular. Vista por sus compatriotas casi como una ciudadana más, no tenía reparos en dar su opinión. En 1980, a los 71 años, Juliana levantó el brazo de Beatriz ante todo el país y pidió tres hurras para la nueva soberana de los holandeses. Desde entonces, Beatriz ha actuado con una eficacia fuera de duda. También con un afán de perfeccionismo que la ha hecho parecer algo lejana a veces. Con dicha imagen suavizada por la pérdida de su esposo, el príncipe Claus, y sus padres, Juliana y Bernardo, y por la evidente alegría que le producen sus ocho nietos, llega otra fecha señalada.
En próximo sábado se cumple el onceavo aniversario de boda de los príncipes Guillermo y Máxima. La pareja heredera contrajo matrimonio en 2002 en la Iglesia Nueva de Ámsterdam. La novia, hija de un ministro de la dictadura del general argentino Videla, a punto estuvo de no obtener el beneplácito del Parlamento por el pasado paterno. Durante la ceremonia, a la que no asistieron sus progenitores, Máxima lloró en silencio y su sinceridad conmovió al país. Desde entonces, es uno de los miembros más populares de la Casa de Orange. Guillermo y Máxima han tenido tres hijas, las princesas Amalia, Alexia y Ariane, que aseguran la sucesión.