Quizás todavía estemos a tiempo.
El lamentable espectáculo de violencia, ineptitud profesional, prepotencia y abuso que nos ofreció la Policía Metropolitana durante los días 29 y 30 de enero me lleva a pulsar el botón de alerta. La vimos –a la Metropolitana– amenazar, detener y atropellar en el Parque Centenario a las personas que rechazaban los vallados. Defendiendo vallas, en lugar de defender derechos. Esa conducta nos mostró cuán lejos estamos hoy de aquel proyecto de policía comunitaria, que se creaba para proteger los derechos de las personas, proyecto que se votó con gran apoyo en noviembre de 2008.
Y cuán cerca está, en cambio, del viejo modelo de la Policía Federal autonomizada, militarizada, que prepara a sus efectivos para el combate. ¿Quién es el enemigo a combatir? ¿Acaso la gente cuando protesta…? ¿Los trabajadores informales?
Mirándose en ese espejo, la Metropolitana trajo su Guardia de Infantería para combatir… contra los vecinos de Caballito. Con municiones de tinta para marcar… ¿a quiénes? ¿A los que protestan? ¿Y cuál es el delito? ¿Resistir a una autoridad que se deslegitima al vulnerar derechos ahora es delito?
¿Qué quedó de aquélla policía de proximidad, de disuasión, la del marco rector de la ley 2894? La que comenzó con un Jefe Civil y ahora no sólo incorporó docenas de oficiales de la Federal, sino que también perdió la jefatura civil.
No queremos en la Ciudad una fotocopia de la vieja PFA, la de las coimas, la de los aprietes, la de los casos Carreras, Paz, Blanco, Lescano, Carballo y muchos más. Nadie quiere esa conducta policial, y para que no se diera esa conducta se legisló cuidadosamente, partiendo de Convenciones y Reglamentos internacionales, de la Constitución y del sistema de garantías. Casi todos los legisladores y también la Defensoría trabajamos y aportamos a ello. Todo quedó pisoteado contra el pasto del Parque Centenario. Policías violentos, vestidos de metropolitanos hicieron lo mismo de hace décadas, solo que ahora con mejor sueldo a costa del presupuesto porteño.
Pero esto no brotó mágicamente en enero del 2013. Confieso que lo ví venir: me bastó observar la militarización de la penúltima ceremonia de entrega de diplomas para preocuparme, porque no fue igual a las anteriores.
Esta vez se realizó con escenografía castrense: un oficial daba voces de mando militar blandiendo espada (¿?) en la mano para indicar posiciones a la formación que marchaba como soldados. Al grito de mando “arm al hombr” los egresados hacían al unísono un gesto de brazos levantando un FAL imaginario. Luego vino el “dees…canso”, y apoyaban el FAL imaginario en el piso. Mi asombro culminó cuando un capellán (otra novedad inesperada) completó la desopilante liturgia policial. Verbalmente en el momento les manifesté a algunos funcionarios del ministerio mi desagrado por el nuevo protocolo. Pero -erróneamente- lo dejé pasar.
Hoy ya está abierta en la Defensoría la actuación para investigar todos estos hechos, puesto que la acción violenta, excesiva y anticívica, ostentada dos días seguidos en el Parque Centenario, ya no dejan duda de que hay que reencauzar a la Metropolitana. Colaboraremos intensa y solidariamente en lo que sea necesario para que regresen los objetivos originarios, los principios del sistema democrático, del diálogo y de los derechos humanos. Todavía estamos a tiempo.