Quienes se creen dueños de la verdad no suelen ser personas propensas al diálogo. Convencidos de su “verdad”, embisten contra todo y todos en una suerte de cruzada. Estas personas se parecen más a un niño que a un adulto. En efecto, los niños suelen, en algunas circunstancias, “cegarse” con sus caprichos y no escuchar razón alguna.
Estas personas piensan en blanco o negro, en términos de amigos o enemigos. Los resultados de este estilo de vida son siempre malos y conflictivos, para ellos mismos y para todos los demás.
En el ámbito de la convivencia social, las posturas de los “dueños de la verdad” también son muy negativas porque al cerrarse en su posición hacen oídos sordos a otras opiniones, no permiten el diálogo, lo que necesariamente se traduce en la aparición de conflictos o en el aumento de la intensidad de los mismos. La sociedad es muy compleja, no todo es blanco o negro, los grises sí existen.
Una sociedad madura es aquella en la que las personas se escuchan, se respetan todas las opiniones y se las tiene en cuenta. Una sociedad adulta es la que busca permanentemente llegar a consensos a pesar de las diferencias. Esta búsqueda es una tarea necesaria en la que todos debemos participar; escuchándonos e intercambiando ideas se llega a una verdad más rica que es la suma de las posturas individuales. La tolerancia debe ser un instrumento permanente para la riqueza del diálogo.
Estoy convencido de que la mayor cantidad de problemas que sufre nuestra sociedad se debe a la falta de comunicación, en todos los ámbitos: familiar, laboral, político, etc.; nos falta mucho camino por recorrer. Solo con diálogo podemos descubrir los verdaderos intereses de cada parte y llegar a acuerdos en los que no haya un solo “ganador” sino que todos contribuyamos a solucionar el conflicto planteado y nos sintamos parte de esa solución. El problema no son, ni deben ser, las personas, sino el conflicto que lleva a compartir una mesa de diálogo.
Cuanto más importante y complejo sea un conflicto, mayor será la necesidad de escuchar a todas las voces involucradas, intercambiar opiniones, buscar puntos de acuerdo y lograr una solución que sea satisfactoria para todas las partes, aunque ellas no obtengan el cien por ciento de sus pretensiones.
Los países que han logrado un desarrollo equilibrado lo han conseguido en base al diálogo y la búsqueda de consensos. Aprendamos de su experiencia y trabajemos en este sentido, desde todos los sectores sociales y políticos.
Quienes ejercemos responsabilidades de gobierno y los dirigentes sociales tenemos la obligación de fomentar la construcción del diálogo en todos los ámbitos para obtener soluciones y bajar los niveles de crispación y conflicto a los que nos suele llevar la complejidad de la sociedad moderna.