Mucho antes de lo previsto, los 115 cardenales de la Iglesia eligieron al nuevo Papa y fue el argentino Jorge Mario Bergoglio, ex cardenal primado de la Argentina y arzobispo de Buenos Aires, que eligió llamarse Francisco.
La quinta fumata, finalmente blanca -ayer y esta mañana habían sido negras-, emergió minutos después de las 19:00, desatando el júbilo de las 250 mil personas que colmaban la Plaza San Pedro. Inmediatamente, las campanas de la Basílica de San Pedro comenzaron a repicar, mientras que Bergoglio entraba al Salón de las Lágrimas para vestirse con la sotana blanca y los zapatos rojos que son parte de su investidura.
Poco más de una hora después de que el humo blanco anunciara que la Iglesia Católica tenía nuevo Pontífice, el cardenal Jean Lois Tauran anunció desde un balcón del Vaticano a los miles de fieles que estaban en la plaza San Pedro que sería el próximo Papa y que tomaría el nombre de Francisco.
Bergoglio nació la ciudad de Buenos Aires en 1936. Hijo de un matrimonio de italianos formado por Mario Bergoglio y Regina, asistió a la escuela pública, de donde se egresó como técnico químico.
A los 22 años decidió convertirse en sacerdote, camino que comenzó en el seminario del barrio Villa Devoto, como novicio de la orden jesuita.
Fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969. Tras una larga carrera como profesor de teología, fue consagrado como obispo titular de Auca en 1992. Seis años después, tomó el cargo de arzobispo de Buenos Aires. La designación como cardenal llegó en 2001, año en que se convirtió además en primado de Argentina.
Su designación para ocupar el sillón de San Pedro es la primera de un americano para dirigir la Iglesia Católica que jamás estuvo a cargo de un representante de la Compañía de Jesús.
En los círculos eclesiásticos, Bergoglio es considerado un jesuita austero, de tendencia moderada, que lleva una vida discreta y cultiva el bajo perfil.
Goza de general prestigio por sus dotes intelectuales y dentro del Episcopado argentino es considerado un moderado, a mitad de camino entre los prelados más conservadores y la minoría “progresista”.
En un país de mayoría católica, se opuso tenazmente en 2010 a la aprobación de la ley que consagró el matrimonio homosexual la primera en América latina.
“No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios”, dijo antes de la sanción de la norma.
También se opuso a una más reciente ley de identidad de género que autorizó a travestis y transexuales a registrar sus datos con el sexo elegido.
Esas posturas y los frecuentes análisis críticos que realizaba de la situación del país terminaron de enfriar las relaciones entre la Iglesia argentina y el gobierno de Cristina Kirchner. Prueba de ello es que las autoridades nacionales decidieron trasladar el Tedeum -que tradicionalmente se realizaba en la Catedral metropolitana- al interior del país.
Quienes lo frecuentan aseguran que es un gran lector de los escritores argentinos Jorge Luis Borges y Leopoldo Marechal y del ruso Fiodor Dostoievsky, amante de la ópera y fanático del club de fútbol San Lorenzo, curiosamente fundado por un sacerdote.
Bergoglio fue el último cardenal al que Benedicto XVI concedió una entrevista antes de dejar el cargo de Sumo Pontífice. Sin embargo, evitó referirse al episodio cuando volvió a aparecer en público, al celebrar una misa en el comienzo de la Cuaresma.
Alrededor de las 20:00, Bergoglio salió al balcón y habló a la multitud para luego impartir la bendición “urbi et orbi”.
Luego saludó a todos y anunció que mañana volverá a hablar a sus feligreses.