Todos ponen condiciones

Todos ponen condiciones

Por Horacio Ríos

En el #18A se les exigió juntarse para ganarle a los K. Los políticos interpelados prometieron acuerdos, pero luego empezaron las dudas, los rencores y la desconfianza. Qué pasa en la trastienda.


Si bien la exigencia de la mayoría de los manifestantes que marcharon el 18 de abril en todo el país era que los partidos opositores se unan en un gran frente antikirchnerista, hasta ahora esta reivindicación no fue escuchada.

En el pasado reciente, todos llevaron adelante largas y tediosas negociaciones que fueron abortadas por una serie de mezquinos factores, como las peleas por la conformación de las listas, los problemas de cartel y, a veces, por los enfrentamientos previos que arrastraban los dirigentes políticos.

De todos modos, el mensaje del #18A fue muy fuerte, además de que la intención del kirchnerismo de aprobar la reforma judicial galvanizó a los partidos opositores para impedirla. Estando la Cámara de Diputados en pleno debate al cierre de esta edición, la oposición se esperanzaba en repetir una movilización importante en la Plaza de los Dos Congresos, quizás no de la magnitud del #18A, pero sí una convocada por los partidos políticos y no por las redes sociales.

Hasta ahora, la limitación de las demandas sociales que expresaron las marchas del #13S, #8N y #18A es su propia forma de convocar a sus manifestantes. Si en el origen, en la génesis de la protesta, existe un sujeto indeterminado y los asistentes corean una larga serie de consignas tan heterogéneas como vaporosas, el producto político que surge de una protesta tan difusa corre el peligro de desvanecerse en el aire.

El problema es que los manifestantes tienen más en claro lo que no quieren que lo que sí quieren, y esa limitación borronea los contornos de cualquier propuesta política que pueda ser parida por esas concentraciones.

 

El Pro, tras el #18A

En el Pro aclaran que ellos ya están en la vía de la construcción de un frente opositor, aunque su trabajo en ese sentido es incipiente. “Hay un reclamo muy fuerte de unidad a la oposición por parte de la gente –reconoció Federico Pinedo, presidente de la bancada macrista en la Cámara baja–. En la marcha, esos comentarios eran permanentes. Creo que lo que toda esa gente exige a la oposición es que construya una alternativa ganadora en las próximas elecciones de octubre.”

En este sentido, Pinedo, que aspira a ser candidato a senador en las próximas legislativas, declaró que “el Pro tiene una postura muy clara, que es buscar la mayor unidad posible entre las distintas fuerzas políticas de la oposición y que las candidaturas se resuelvan en las Primarias”.

De todos modos, el diputado del Pro desnudó que aún no hay nada concreto en ese camino. “Creo que definitivamente sí hay predisposición para avanzar en ese sentido. Hay alguna gente que no quiere unirse con nadie, pero creo que va a haber una confluencia opositora muy marcada en las próximas elecciones”, relató, sin dar mayores precisiones.

En cambio, el vicepresidente primero de la Legislatura porteña, Cristian Ritondo, que proviene del peronismo, un partido en el que contar los tantos es imprescindible, no se limitó a las buenas intenciones y manifestó: “Estamos avanzando bien en la alianza con Roberto Lavagna, que va a ser más que un acuerdo electoral. Igual, queremos ampliar las alianzas con más gente capacitada que, como Lavagna, aporte una mayor experiencia en el Congreso”.

Antes, en el verano, Mauricio Macri ya instaba a la unidad de la oposición para las elecciones de 2015, salteando 2013, según el consejo de Durán Barba, al considerar que “no hay diferencias de fondo” entre los dirigentes de la oposición. Con vista en las elecciones nacionales, Macri aclaraba entonces –corría el mes de febrero de este año– que “el desafío no es ganar la elección de 2015, sino volver a unir a la sociedad”.

De todos modos, el Pro no solo tiene problemas para armar frentes (ver editorial), sino que en octubre se juega a ser la opción del futuro o un partido limitado a la Capital y sus alrededores, y de ahí provienen sus limitaciones a la hora de buscar una construcción política que traduzca las reivindicaciones de un sector de la población.

 

El FAP, o la paradoja de la unidad

El frente que llevó como candidato a presidente a Hermes Binner, que se ubicó segundo en las preferencias de los argentinos en 2011, está cruzado por operaciones políticas que amenazan su unidad. Esta circunstancia dificulta seriamente una eventual negociación que expanda sus opciones.

El legislador porteño Fabio Basteiro, presidente del bloque Buenos Aires para Todos-Unidad Popular, después de aclarar que el partido al que pertenece fue uno de los fundadores del Frente Amplio Progresista, reclama porque aún “no se conformó la Mesa Ejecutiva del FAP en Capital, que debería ser la instancia para decidir la política de alianzas”.

“Nosotros –agrega este sindicalista de la CTA– estamos intentando sumar al espacio político en el que militamos a las agrupaciones de la izquierda independiente y los movimientos sociales. Por eso es que vamos con los jóvenes de La Gleyzer y con Marea Popular, en el que están La Darío Santillán, Rebelión y los del Socialismo Libertario.”

En este contexto, Basteiro se muestra en desacuerdo con las gestiones de unidad que encararon hace poco Pino Solanas, Elisa Carrió y María Eugenia Estenssoro. “No creo que con ellos se pueda construir una alternativa superadora del kirchnerismo. Para que exista una opción de futuro es necesario que haya una juventud que sea protagonista. Por eso, queremos aliados que lleven adelante los valores de la izquierda.”

“Una alianza con Pino Solanas y Carrió –continúa el temperamental diputado– se convertiría en una fórmula gastronómica soviética, es decir, una ensalada rusa”, ríe, ante el desconcierto del cronista.

Lo mismo, Basteiro aclara que “Unidad Popular es un partido nacional, en el que militamos quienes queremos una unidad con seriedad. Por eso, nosotros no rompemos por ninguna candidatura. Primero, la política; después, las candidaturas”, resume, a contramano de casi todos sus colegas.

Finalmente, casi en tono de chacota, el legislador definió la actitud de Solanas, que cayó muy mal en su partido, reproduciendo una frase que tuiteó Claudio Lozano: “El hombre del ferrocarril descarrió”, en referencia a la película del cineasta, titulada La última estación, uniéndola con el apellido de la diputada chaqueña, con la que Pino plantea armar un frente anticorrupción.

Pero Solanas no se quedó allí. Esta semana lanzó un agrupamiento, que se supone que ofrecerá al FAP como prenda de amistad, en el que reunió con Proyecto Sur a la Coalición Cívica, de Lilita Carrió; al Partido Socialista, de Roy Cortina; al Partido Socialista Auténtico, de Jorge Selser, y al Partido Generación para un Encuentro Nacional, de Margarita Stolbizer, representado en la Ciudad por Martín Hourest.

Pino, incluso, no descartó volver a sentarse a la mesa de negociación con Hermes Binner, de quien está bastante distanciado desde el fracaso de las gestiones de unidad para las elecciones de 2011, en las que el FAP alcanzó el segundo lugar.

Pero este no es el único obstáculo que deberán sortear los seguidores de Binner. En el verano, Victoria Donda, Humberto Tumini y Alfonso Prat-Gay se mostraron juntos en Mar del Plata y patearon la colmena. Luego, ya entrando en el otoño, perfeccionaron la ecuación incorporando a Ricardo Gil Lavedra y convirtiendo su agrupamiento en ariete de una pelea interna muy fuerte con Claudio Lozano, que sostiene una tradicional disputa con Tumini.

Lozano y Unidad Popular no quieren que estos pactos prosperen y amenazan con desatar un conflicto, aunque si de uniones electorales se habla, no pueden competir con La Gleyzer y Rebelión contra los Partidos, contra lo que Pino puso sobre la mesa.

 

El PJ, en clave de dispersión

El peronismo se encuentra en estos momentos, como en otras grandes encrucijadas, como si todos estuvieran mirando cada uno hacia cualquier objetivo. Entretanto, resuenan las palabras altisonantes y los supuestos enfrentamientos se extienden por todas partes.

Pero, se sabe que, como por arte de birlibirloque, cuando nadie lo espera, aparecerán los que arman las opciones y los adversarios de repente serán los aliados, los enemigos se amigarán y nuevamente el PJ será una topadora que arrasará en otra elección.

De todas maneras, no todas son rosas por estos días. La derrota de Eduardo Duhalde en 2011 lo convirtió en un “mariscal de la derrota”, lo que significa su final como líder político de un sector del peronismo disidente. Hay ahora varios aspirantes al cetro. Uno podría ser Alberto Rodríguez Saá, pero ya ninguno de los hermanos –Alberto y Adolfo– es gobernador y su estrella parecería estar en declinación, a pesar del buen resultado que obtuvieron cuando Alberto superó a Duhalde en las presidenciales de 2011.

El aspirante con mayores posibilidades es, por ahora, José Manuel de la Sota, que es el gobernador de Córdoba, una de las provincias más importantes del país y que intenta por estos días mostrarse ambicioso, superando aquel trauma al que lo sometió Duhalde en 2002, cuando declaró que el cordobés “no mueve el amperímetro” y terminó aceptando la candidatura de Néstor Kirchner.

Pero De la Sota, que juega por afuera del kirchnerismo, consciente de que en el peronismo las cosas están complicadas para él, también manifestó su intención de ir por la unidad con otros partidos opositores.

El lunes último, De la Sota llamó a la unidad del arco no oficialista y les pidió a Daniel Scioli y a Sergio Massa “que dejen atrás el pasado, que es el kirchnerismo”, y avancen “un paso más” en la construcción política de la oposición.

De la Sota blanqueó que está “trabajando con Lavagna, que sería un excelente candidato en Capital Federal y que le daría prestigio al Senado”. “Trabajamos con la CGT de Hugo Moyano, con Luis Barrionuevo y con De Narváez en la Provincia, donde está muy firme. Se está forjando un espacio de unidad peronista. Pero no solo nos organizamos para ganar esta elección. Nos organizamos para mejorar los viejos problemas de la Argentina”, explicó el creador del “cordobesismo”.

De todos modos, esta explicación del gobernador mediterráneo desnudó una serie de operaciones paralelas, porque Lavagna está en conversaciones con el Pro, cuya lista de senadores encabezaría. Y si se habla del Pro, Macri tiene también aspiraciones de ser presidente, al igual que De la Sota o el que encabece el peronismo. Peor aún, si Scioli y Massa –ambos contendientes en la carrera hacia la Casa Rosada en 2015– escucharan su llamado, las aspiraciones de todos chocarían de frente y los tambores de la guerra se escucharían hasta en Tanganyka.

Por eso, tampoco se puede hablar de unidad en el campo peronista, que suele aliarse con partidos chicos y armar sus listas con muy pocos lugares para sus amigos ocasionales.

 

Una coalición en busca de un autor

El diputado porteño de la Coalición Cívica Fernando Sánchez reconoce: “Vamos por la unidad con gran esfuerzo, porque entre nosotros hay muchas diferencias”. “A mí no me cuadra una alianza con cualquiera, pero el centro progresista es nuestro lugar”, sostiene el legislador, para agregar: “Interpretamos la necesidad que se planteó el #18A”.

“Nosotros nos hemos reunido con Solanas y hemos armado junto con Proyecto Sur, el GEN, el Partido Socialista y el Partido Socialista Auténtico una coalición. Yo quiero que me digan adónde están las diferencias, porque sabemos que no son grandes”, se esperanza el legislador.

Si bien Sánchez afirma que no se quiere “meter en la interna del FAP”, ya hay quienes se plantean rechazar esa alianza con la que Pino Solanas intenta romper el aislamiento al que lo condenó su anterior fracaso en formar parte del frente que catapultó al exgobernador de Santa Fe al escenario nacional. Adicionalmente, sus nuevos aliados también buscan abandonar la soledad política, por lo que la discusión promete ser apasionante.

 

La base de la unión

La diputada porteña Adriana Montes proviene del radicalismo, en el cual ocupó diversos cargos partidarios, y luego migró con Lilita hacia el ARI cuando esta abandonó la UCR. Cuando el ARI se convirtió en la Coalición Cívica y luego esta estalló en mil pedazos, Montes se unió a la diputada Patricia Bullrich y ahora revista en el bloque Bases para la Unión, que vota en conjunto con el Pro casi todos sus proyectos.

Montes planteó: “Trabajamos para unirnos con un sector del Peronismo Federal, con una parte del radicalismo, con el Pro, con algún sector del campo y con otros espacios. Hace poco se unió De Ángeli al proyecto y van a venir otros más”.

“Como los K vienen por todo, la oposición debe unirse. Si hay un enemigo común, debe unirse para enfrentarlo con seriedad”, plantea la legisladora.

Pero, a pesar de la necesidad de unirse que declaman distintos sectores, también Montes declara sus límites: “No sé si estoy dispuesta a volver a juntarme con mis antiguos compañeros de la Coalición Cívica, pero con los exkirchneristas no estoy de acuerdo, porque en cuanto cambia la coyuntura y les conviene vuelven a su antiguo lugar sin problemas”.

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