“El pibe está contaminado”, escuchó decir Agustín, el novio de Pedro Robledo, mientras estaba sentado en la tribuna de 6, 7, 8 cuando su pareja, el militante gay y ahora coordinador del área de diversidad del macrismo, fue invitado al programa periodístico oficialista.
La invitación surgió después de que la Presidenta lo recibiera luego de haber sido agredido en una fiesta en San Isidro por su condición de gay. “Me sorprendió que Cristina respondiera a todas mis preguntas y que me recibiera dos horas en su despacho; una reunión que, suponíamos con Agustín, iba a durar diez minutos”, dirá Pedro en la contratapa de NU, a quien luego de su agresión, Macri nombró al frente del área de diversidad de su tanque de ideas. Tras una reciente reunión con el Jefe de Gobierno, trascendió que le habrían ofrecido una candidatura, pero él desmiente la versión y dice que se encontraron para conversar sobre “cómo ampliar los derechos de las minorías de la Ciudad”. Antes de coordinar el área de diversidad, Robledo ya pertenecía a la Fundación Pensar.
“La entrada en la Casa Rosada es muy fuerte, te interese la política o no. Allí, cuando lo vi a Parrilli, le dije: ‘A ustedes les conviene que gane Mauricio, sean honestos. Porque si gana Daniel Scioli, se acabó el kirchnerismo’”. Cuenta Pedro que Parrilli largó una carcajada, sorprendido por su desparpajo, y dijo: “Mirá vos el chico de Pro”.
Luego vino la invitación a 6, 7, 8, donde Pedro fue con su pareja. Cuenta que, cuando el programa empezó, quedó sorprendido por el graph y el hashtag que la producción había preparado para recibirlo: #OtroPROen678. “El título tenía un doble objetivo –dice–; el primero era mostrar que ellos eran abiertos y plurales.” El segundo, hacerles un guiño a sus televidentes alertándolos de que él, Pedro, no era del palo. Que era, en definitiva, un muchacho equivocado. Así lo trataron. Como un pibe “contaminado” por Clarín y la Corpo mediática, como le dijeron en la tribuna del canal siete. Es curioso, “jóvenes contaminados” era una expresión que solía usar Néstor Kirchner cuando se dirigía a los muchachos de La Cámpora para transmitirles que muchos políticos, aunque fueran jóvenes, ya habían sido “contaminados” por las corporaciones. Los dardos apuntaban a dirigentes del perfil de Lousteau, Massa o Urtubey.
–¿Cómo define su diversidad?
–Diversidad, sin perder tu identidad, es conversar con Facundo Moyano para intercambiar ideas sobre la importancia de la inclusión en un país. O recorrer La Plata con Andrés “el Cuervo” Larroque, diputado oficialista y líder de La Cámpora, escuchando lo que la gente más humilde tiene para decir. Por eso trabajo en la Fundación Pensar tratando de construir políticas de gobierno que nos excedan a todos en el tiempo. Porque para que el diálogo sea real, hay que sacarse los prejuicios. Hay que buscar conocer la realidad en todos sus aspectos.
–¿Cómo llegó a Larroque?
–A través de la Presidenta, cuando la fuimos a ver a su despacho. Ella nos contó del trabajo de La Cámpora y ahí nomás lo llamó al Cuervo, contándonos que hacía un trabajo muy importante en la agrupación. Después de conocerlo, dejé de demonizar a La Cámpora. Ahora estamos trabajando en conjunto la ley antidiscriminación y la de bullying. Pude hacerle todo tipo de preguntas a Cristina y luego le dejé una carta muy crítica. Una carta que ella luego tuiteó por tramos.
–¿Se llevó una buena impresión de la Presidenta? ¿Le pareció agradable?
–Sí, muy agradable. Y fui muy criticado por eso. Por ir a verla y por decir esto. A mí, sin embargo, me parece muy importante tender puentes de diálogo. Fijate que el día que me reuní con la Presidenta, luego fui a la marcha para cuestionar la reforma judicial, una ley que ella misma había impulsado. Y me alcanzó Martín Fresneda, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, en auto hasta esa marcha crítica del Gobierno.
–¿Y no le preguntó a la Presidenta por qué no lo recibe a Macri?
–Sí, claro. Y me dijo que ella tenía relación con el jefe porteño. Hecho que, luego, fue desmentido por Macri.
–¿Qué más le preguntó a Cristina? ¿La tuteó o mantuvo el protocolo?
–La tuteé, pero le pregunté antes si podía hacerlo. Le pregunté por qué estaba vallada la Plaza de Mayo y me dijo que, como a ella no le gustaba la represión, era una forma de prevención. También le pregunté por qué usaba botas Hunter, cuando odia al imperialismo. Me dijo que eso no tenía nada que ver, que a ella también le gustaba Queen y que no por eso dejaba de tener sus posiciones. También me contó que en su habitación tenía 1.500 rosarios.
–¿Qué rescata del encuentro con Larroque cuando hicieron la visita a La Plata?
–Son muchachos que trabajan mucho. Me sorprendió del Cuervo que, cuando viajábamos, en la ruta había un mural deteriorado de Néstor, y él se bajó para pedir que lo arreglaran. Eran las 0.30 de la madrugada, pero se bajó igual y se quedó conversando. Me gustó la mística, cosa que por ahí a nosotros, a nuestros jóvenes, nos falta un poco. Cuando llegamos a La Plata, el Cuervo me mostró el trabajo de La Cámpora y me dijo: “Volvió la política”. Y yo le dije: “No, Andrés, falló la política, de otra manera una ciudad como La Plata no podría haberse inundado, con semejante cantidad de muertos. Lo que falló fue la obra pública de fondo para prevenir esto”. Creo que eso es lo que ellos no ven: creen que como La Cámpora hizo que la ayuda del Estado llegara a las victimas, volvió la política, cuando en realidad, si la política hubiera estado presente, los muertos no tendrían que haber existido. Igual, me sentí muy cómodo con él.
–¿Cuál sería la diferencia entre usted y el Cuervo?
–Que Larroque milita mañana, tarde y noche por su proyecto. Y yo milito sin descanso por un país en el que se pueda dialogar y reine la diversidad. Solo la cultura traerá diversidad.