La secuencia fue aterradora y debería servir como un disuasivo para las conductas violentas, que suelen ser demasiado habituales.
Eran las tres y cuarto de la mañana cuando el interno 29 de colectivo de la Línea 37 frenó en la esquina de Independencia y Combate de los Pozos, detenido por la luz roja del semáforo. De repente, Javier Pisano, un profesor de historia de 32 años le golpeó el vidrio al chofer, solicitándole que le permitiera subir al vehículo.
Como estaba fuera de la parada y la puerta estaba cerrada, el chofer, un hombre de 40 años, se negó a abrirle como es su obligación y entonces comenzó a desatarse la violencia. Pisano rompió un vidrio de la puerta y otro vidrio delantero, por lo que el chofer, posiblemente asustado, puso en marcha el colectivo. El joven se colgó de la manija delantera y así recorrió unos diez metros hasta que cayó al pavimento y el vehículo le pasó por encima.
Unos metros más adelante, al ver al hombre tirado en el suelo, el colectivero detuvo su marcha y llamó al SAME. Cuando llegó, la ambulancia trasladó al herido hasta el Hospital Ramos Mejía, distante a unas 15 cuadras del lugar del hecho. Pisano aún estaba con vida -las ambulancias de emergencias no trasladan cadáveres, que es una función de la “morguera”, en caso de accidentes callejeros- y cuando llegó al nosocomio fue conducido al quirófano para ser operado, pero murió en esos momentos.
El chofer fue interrogado por la titular del Juzgado Correccional porteño número 38, que en principio caratuló la causa como homicidio, pero luego la modificó a homicidio culposo, por lo que luego habría sido liberado. El colectivo quedó secuestrado y continúa en el lugar del hecho. Fue sometido a distintas pericias, cuyos resultados definitivos aún se desconocen.
