Él, de padre más tano que la pasta, no balbuceó cuando le pusieron delante un micrófono. Unos cuantos micrófonos. Corría diciembre de 2010 y ese escenario de 120 hectáreas verdes y no tan verdes que es el Parque Indoamericano, en el sur porteño, había sido tomado. Luego sobrevino el desalojo, bajo la represión de la Federal y de la Metropolitana, y ni siquiera las muertes de Bernardo Salgueiro, paraguayo, de 22 años, y de Rosemarie Chura Puña, boliviana, de 28, lo hicieron dudar.
Mauricio Macri, jefe de Gobierno de la Ciudad, dijo sin ponerse colorado: “No podemos seguir tan expuestos a una inmigración descontrolada, al avance del narcotráfico, al avance de la delincuencia (…). Tenemos que defender la ley. Pareciera que la Ciudad se tiene que hacer cargo de los problemas habitacionales de todos los países limítrofes. Todos los días llegan 100, 200 personas nuevas que no sabemos quiénes son, porque llegan de manera irregular, insisto, de la mano del narcotráfico y la delincuencia”.
Igual, su ladero más fiel, el jefe de Gabinete Horacio Rodríguez Larreta, su Sancho sin panza y sin idealismo, que indefectiblemente debe tener algún extranjero en su cadena genealógica, declaró, por su parte: “Hay una ley muy permisiva respecto de la migración: viene la gente y al poco tiempo de estar en la Argentina pide una vivienda, usurpa y después viene el juez (contencioso administrativo) Roberto Gallardo, que obliga al Estado a dar una vivienda (…). Es una lógica perversa, que lo único que hace es promover que venga más gente de los países limítrofes para usurpar terrenos y pedir viviendas. Tenemos que cortar eso (…). La Ciudad de Buenos Aires no puede resolver los problemas de vivienda de los porteños, de toda la gente del conurbano y además de los que vienen del exterior”. Así los etiquetó, “los que vienen del exterior”, refiriéndose a ese flujo migratorio, dicho en eufemismos estadísticos, que en criollo es el que trabaja de lo que el argentino no quiere trabajar: son las mucamas, los albañiles y hasta los esclavos –textiles, preferentemente– del siglo XXI.
Lo cierto es que si se pone el foco en los bolitas, los paraguas y los perucas es porque hace un tiempo largo ya que, en términos numéricos, son muchos más que los extranjeros de Europa o de otros rumbos que vienen a probar suerte –o a perderla– por estas tierras. Hablamos, puntualmente, de conurbano y de Buenos Aires, hacia donde, entre los 60 y los 90, se dirigió el grueso de las corrientes inmigratorias. Pero hagamos zoom en Buenos Aires, que motivos sobran para hacerle zoom cuando en dos semanas la atmósfera de las PASO traiga el viento de lluvia electoral.
Números son derechos
Hagamos cuentas: del último censo se desprende que en la Ciudad de Buenos Aires viven unas 2.891.082 personas. Y de acuerdo a la Encuesta Anual de Hogares realizada por la Dirección General de Estadística y Censos del Ministerio de Hacienda del GCBA, en la Ciudad, para el año 2006 el 10,9 por ciento de la población era de origen inmigrante, siendo el 7,1 de la población total de la Ciudad originaria de un país limítrofe o del Perú (en promedio, se estima que de cada cien inmigrantes radicados en el país, 70 residen en el área conformada por la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires).
Pero vayamos a los que echan raíces: el 35,5 por ciento de la población extranjera reside en forma continua en la Ciudad desde antes de 1980, el 10,9 por ciento desde el período 1980-1989, el 27 desde 1990-1999, y el 26,6 desde 2000-2006. En resumen, el 73,4 por ciento de la población extranjera tiene más de nueve años de antigüedad como residente continuo en la Ciudad de Buenos Aires. Y hay más cifras: hoy, más de 380 mil de los habitantes de la Ciudad son de origen extranjero, de los cuales 233.600 llegaron al país antes del año 2001 (y el 63 por ciento de estos, antes de 1991), un número que supera ampliamente al de las comunas más pobladas. Traducido en proporciones: el 13 por ciento de la población de la Ciudad es extranjera y más del 90 por ciento tiene más de diez años de residencia. Y muchos, como ya se mencionó a modo de caracterización, vienen de Bolivia, Paraguay y Perú.
Su visibilidad, muchas veces asociada al fantasma del desempleo –un estigma muy común que pesa sobre el inmigrante no europeo– o a las redes del hampa, con el narcotráfico a la cabeza, es cada vez mayor. Y su representación política en el ámbito porteño, ya se trate del sufragio activo o pasivo, deja mucho que desear.
Es que, por caso, del total de los extranjeros en la Ciudad solo 11.807 se encuentran empadronados (la mayoría de los migrantes tienen entre 15 y 64 años, o sea que en caso de poder participar del sufragio el porcentaje sería aún mayor ya que en el total de la población porteña están contemplados los menores de 18 años). Esto significa que aproximadamente un tres por ciento del total está habilitado para votar. En 2011 –cifra tristísima– solo el cinco por ciento de aquellos empadronados votó. Solo el cinco.
Ciudadanos de primera
En dirección a ese universo es que el legislador porteño Rafael Gentili presentó el año pasado dos proyectos de ley para que los migrantes puedan votar sin padrón especial y estén en condiciones, a su vez, de ser electos comuneros en la Ciudad. Así, presentó una propuesta de creación del padrón de electoras y electores extranjeras y extranjeros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para evitar, justamente, el engorroso trámite que representa el empadronamiento voluntario en territorio porteño (automatizando la gestión se eludiría, además, cualquier tipo de discriminación en su implementación) y, paralelamente, el diputado de la Ciudad, ex Proyecto Sur, instó a la modificación del artículo 21 de la Ley 1.777 –Ley de Comunas–, que expresaría específicamente que, de concretarse el cambio, para ser miembro de una junta comunal bastará con “ser argentino nativo, por opción, naturalizado, o inmigrante habilitado para votar en la Ciudad”.
La categoría de residencia permanente, que es bajo la que se encuadra un gran número de extranjeros en Buenos Aires, sobre todo quienes vienen desde los países que limitan con la Argentina y desde Perú, se pondría en juego más que nunca sin el tedioso requisito de la nacionalización, hasta hoy, condición sine qua non.
“Debido a las trabas burocráticas impuestas por la Ley 334 de la Ciudad de Buenos Aires (de Registro de Electoras Extranjeras y Electores Extranjeros de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), una cantidad de habitantes equivalente a la que puebla los barrios de Belgrano, Núñez y Colegiales ve impedido su derecho al voto en elecciones locales, a pesar de lo consagrado en la Convención sobre Protección de los Derechos de los Trabajadores Migratorios (Ley Nº 26.602), la Ley Nacional de Migraciones Nº 25.871, su decreto reglamentario Nº 616/2010 y la Constitución de la Ciudad. Ciertamente, la participación democrática de los ciudadanos en la vida pública se mutila al excluir a una parte tan importante de su población de la arena política, y hacerla sujeto pasivo de las resoluciones que surjan de las autoridades, en las que ni siquiera han podido delegar su ‘poder de gobierno y deliberación’, explica Gentili.
Continúa el precandidato de Sumar I+D: “El ‘no’ al voto extranjero no solo se apoya en argumentos falaces que se enredan en viejas xenofobias dirigidas al no europeo, sino que pone en evidencia la activa exclusión de una parte de nuestra población, a la que un sector importante de la clase política quiere mantener en un estatus de ‘no ciudadana’, que si bien no le impide cohabitar en la misma comunidad que así la clasifica, tampoco la acepta como parte de la misma, privándola del ejercicio de los derechos políticos consagrados por ley, por ejemplo, que los migrantes residentes pueden presentarse como candidatos, lo que implicaría una equiparación de derechos”.
De igual a igual
“Lamentablemente, iniciativas como las del diputado Gentili han sido resistidas en la Ciudad, especialmente desde sectores como el Pro”, apunta sin vacilar Lilia Camacho, periodista boliviana, radicada hace 27 años en Buenos Aires. Lilia, quien es una de las tantas impulsoras en los medios de comunicación de la comunidad boliviana de la campaña “Aquí vivo, aquí voto” [ver recuadro], insiste en las bondades del planteo legislativo: “Si se concretaran los cambios promovidos, se favorecería la tan anhelada igualdad jurídica y el pluralismo participativo que viene de la mano de la organización comunal”.
“Esa es la verdadera democracia, la verdadera inclusión”, agrega tímidamente Segundo Flores, representante de la comunidad peruana en Buenos Aires. Y Javier Galeano, colega de Camacho, nacido en Paraguay, precisa: “Se tiene que terminar la realidad de los ciudadanos de segunda. Si somos ciudadanos de primera para producir y para pagar impuestos, lo tenemos que ser también para votar y ser votados”. Lilia retoma la palabra, con aire de quien va a hacer un anuncio: “Luchamos para que estos temas se instalen definitivamente en la agenda, no solo en épocas de elecciones. Luchamos, al mismo tiempo, para salir de ese extraño lugar de privilegio que nos suelen dar en las páginas policiales”.
A lo Facundo Cabral, en el fondo Lilia habla de esa impronta que puede traer a las políticas públicas un discurso anclado, paradójicamente, en la lógica del “no soy de aquí ni soy de allá”. Habla de discurso y de acción. Habría que avisarles a Macri y a Rodríguez Larreta. Macri, el hijo de aquel hombre más tano que la pasta.
Aquí vivo, aquí voto
La campaña “Aquí vivo, aquí voto” es impulsada por colectivos de inmigrantes, organismos de derechos humanos y estudiantes universitarios que trabajan, en su calidad de actores sociales, una amplia gama de temáticas, entre ellas, la ampliación de los derechos políticos de los migrantes. Esta experiencia refleja el empoderamiento de la población concientizada sobre sus derechos, ya que en definitiva afecta directamente al entorno económico, social, cultural y político en el que tendrá que vivir.
El objetivo de la campaña es visibilizar y manifestar la situación de vulnerabilidad en materia de derechos políticos que atraviesan quienes no han nacido en la Argentina pero construyen su presente y su futuro en el país y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
“Aquí vivo, aquí voto” se motoriza con base en la acción de las siguientes organizaciones: Red Comunicacional Boliviana en Argentina; Centro de Derechos Humanos de la Universidad Nacional de Lanús; Caref – Servicio Ecuménico de Apoyo y Orientación a Migrantes y Refugiados; Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS); Asociación Civil Federativa Boliviana; Secretaría de Derechos Humanos Cedycs-UBA; Asociación Civil y Cultural Yanapacuna; Corriente Política 17 de Agosto; Radio Gráfica FM 89.3; Mujeres Unidas en Acción; Grupo de Estudios Sociales sobre Paraguay (Iealc-FSOC-UBA); Asamblea Coro Mayta; Radio La Milagrosa; Frente de Mujeres del Encuentro por la Democracia y la Equidad (EDE) CABA; Fundación Encuentro para el Estudio de Políticas Públicas; Cualderecho; Comisión de Derechos Humanos del Bajo Flores; Partido Nacionalista Peruano; Federación Paraguaya en Argentina; CTA Capital; Corriente Política Usina; Casa Usina Barracas; Cidac (Barracas-Filosofía y Letras- UBA); Asociación Dominicanos Residentes en Argentina; Casa Peruana; Buenos Aires para Todos en Movimiento Proyecto Sur; Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP); ADC; Mujeres Peruanas Unidas Migrantes y Refugiadas, Facbol; Instituto Argentino para la Igualdad Diversidad e Integración (Iarpidi).
Más información sobre la campaña en aquivivoaquivoto.blogspot.com.ar.
La Argentina, refugio de santos y pecadores
Varias personalidades del arte y hasta de la cienci pasaron por Buenos Aires. Y alguno se afincaron.
• Francis Ford Coppola se quedó a vivir por un año en Buenos Aires, donde filmó la película Tetro. Cuando se fue, dejó su casa convertida en un hotel boutique, llamado Jardín Escondido, ubicado en Gorriti 4746, en el bario de Palermo Soho. Tiene otros similares en Belice, Guatemala y Nueva Orleans. Incluso, como para que se aclimatara, Ford Coppola fue robado en dos ocasiones, una en 2007 y otra en 2011, por cacos desconocidos. La primera vez, incluso, se llevaron su computadora con el guión de la película, que nunca recuperó.
• Guy Williams (el Zorro) vino a vivir a la Argentina ya grande y murió el 1 de abril de 1989 en su departamento de Ayacucho 1964, de un aneurisma cerebral.
• Aristóteles Sócrates Onassis llegó pobre a la Argentina, con 250 dólares, en 1927. En Buenos Aires, falseó su identidad para agregarse seis años –tenía solo 21 y los empresarios que frecuentaba lo consideraban demasiado joven– y estar en condiciones de triunfar en los negocios. Trabajó como telefonista mientras estudiaba el mercado financiero. Con sus magros ingresos compró ropas sofisticadas y comenzó a frecuentar a dos familias de clase alta: los Gaona y los Dodero, con quienes estuvo muy ligado. Con la ayuda de su padre, que permanecía en Grecia, comenzó a importar tabaco turco. Luego decidió volver a su tierra natal y siguió en el negocio de exportación de tabaco. En ese tiempo, para ampliar su capacidad de transporte de tabaco, compró dos barcos en Canadá y así comenzó a amasar su fortuna, la más grande de su tiempo.
• Adolf Hitler, según relatan algunos historiadores con dudosa verosimilitud, parece haber venido a la Argentina para establecerse en Bariloche. Incluso, el exguardabosques del Parque Nacional Nahuel Huapi, Abel Basti, publicó en 2010 un libro que narra la supuesta estadía en el país del líder nazi, llamado Hitler en Argentina. El libro contiene la historia de una cadena de encuentros fallidos con sus supuestos colaboradores y, ante la ausencia de resultados, terminó elaborando una teoría tan volátil como poco confiable.
• Ted Turner –fundador y dueño de la CNN– posee grandes extensiones de campo en Neuquén, adonde recibió una larga serie de cuestionamientos por parte de las tribus de pueblos originarios y de los ecologistas. Alguna vez, incluso, fue acusado por cerrar un puente en el Río Traful y por hostilizar a los pobladores y funcionarios que le achacan la apropiación del patrimonio público.
• Tommy Lee Jones tiene una casa en la ciudad de Lobos, en el bellísimo club de polo Santa María de Lobos, de 200 hectáreas, ubicado sobre la ruta 41. Comenzó su relación con la Argentina a causa de su pasión por los caballos de polo –un deporte al que es aficionado–, que compraba aquí. Así, ahora alterna su vida entre su Texas natal y Lobos.
• Albert Einstein llegó a Buenos Aires el 24 de marzo de 1925 y, aunque su residencia en la Argentina fue fugaz, su talento y su mordacidad dejaron una huella profunda. Describió a la Ciudad de Buenos Aires y a su gente como una “ciudad cómoda, pero aburrida. Gente cariñosa, ojos de gacela, con gracia, pero estereotipados. Lujo, superficialidad”. Luego, antes de irse, se alojó por un tiempo en el Hotel Eden, de La Falda, y hasta hoy los cordobeses le adjudican un romance con una dama a la que no lo unía libreta de matrimonio alguna, que significaba una gran transgresión en ese tiempo. Genio y figura.