Massa era defendido por el kirchnerismo pues se lo veía como potencial candidato contra Scioli. Las cosas, se ve, salieron al revés. Y ahora resulta que “Massa quiere volver a los 90”.
¿Querrá privatizar, como buen neoliberal, los trenes y los teléfonos? No, ya son privados, al igual que el Fútbol Para Todos. O privatizados. O noventizados. Capaz, lo dudo, pero capaz quiere privatizar YPF y Aerolíneas, lo cual sería dramático, pero difícil de entender para la gente de a pie que no ve en estas estatizaciones -ni que hablar en las elucubraciones posteriores- nada que lo beneficie. Primero por que paga aviones que jamás podrá usar ( esos aviones tienen destino de licuar el superávit en Miami, para colmo. A Entre Ríos, no llegan) y segundo por que la nafta aumentó con YPF y los beneficios de la estatización, ahora que se reprivatizó, los estamos esperando.
Es decir, no se trata de clivajes, conflictos, grados de confrontación, sino, sencillamente, de resultados. De la falta de resultados.
Al reino salvaje del mercado en los trenes, celulares, bancos, alquileres, no se lo combate con elucubraciones precarias de sistematicidad en el campo de la ideología y menos tratando de oponer el kirchnerismo actual, el mismo que tiene podrido a la mitad de sus ex votante, con “los 90”. La década que triunfó, entre otros factores más importantes, por prometer eficiencia, resultados y gestión fluida de un estado hecho mierda desde los años 70 por peronistas, militares y radicales.
Subestimar al pueblo es un grave error.
La municipalización de la política es la consecuencia, en el conurnbano, de que Cristina, que puso al ex vicepresidente de Kirchner como candidato a la gobernación, luego, lo apoyó, se apoyaron mutuamente, para la elección del 2011 y después desataron peleas solo sirvieron para desgastarse mutuamente. Por que ninguno parecía tener un proyecto estratégico: las pruebas están en la comedia de enredos que protagonizaron en estos tres meses.
Cristina cambió, de pronto, con respeto a Scioli. Y con respeto a Bergoglio. Y con respecto a las fuerzas armadas. Y con respecto al capital extranjero en YPF. Y con respecto a los subsidios a las tarifas. Y con respecto a las centrales sindicales. Y con respecto a la Corte Suprema. Y la mayoría de esas batallas tenían, desde mi postura ideológica al menos, una dirección progresista y democratizadora. Pero faltaron los resultados. La conducción, los Plan B por si algo falla. Y la construcción de los aliados necesarios para cada coyuntura. No se buscó nunca aliados, se buscó sectarizar. Poner un mojón propio en el lugar dle conflicto. Así, desde cosas nobles como Justicia Legítima a porquerías despreciables como Julio Grondona, los aliados cambiaban del día a la noche y pasaban de héroes a basuras. Moralizando la escena pública. E imponiendo un grado de disciplina que…
El ministro de agricultura, oriundo de Chubut, fue a competir allá e hizo un histórico papelón. ¿Nada que ver tiene la política agropecuaria y la estrategia de Cristina de opacar hasta el ridículo a su gabinete?
Esta suma de boludeces explican que en la Casa Rosada uno se sienta como un extraño. A la gente de los barrios, al no haber mediación entre la Presidenta y ellos, al no haber política, le tocaba empezar a creer en los intendentes. Con lo cual, el kirchnerismo pisó el palito de la despolitización. Regaló los territorios. A excepción de La Cámpora y del Movimiento Evita. Que están militando en los territorios. Pero sin poder. Sin construirlo.
Quizás lo mejor de la etapa esté en La Cámpora y el Evita, en la formación de militantes que perdurarán. Pero, sobre todo La Cámpora, demostró que con esa estructura organizativa, después, se le complica en la discusión electoral.
Pero ese es otro tema.
La economía viene con ruido: “ya no es lo mismo”
¿Qué se puede hacer ahora?
En principio, dejar de cobrarle a la sociedad lo hecho en 10 años y pensar, imaginar un futuro. Que derive en la necesidad de votar a quienes encarnan ese futuro. Redoblar las salidas a las calles. Tratar de escuchar, no de bajar línea en los barrios. Buscarle la vuelta para incorporar a las organizaciones barriales algunas mesas. Mejorar las políticas sociales. Apostar, fuerte, por los propios. Ahorrar energías de conflicto para cuando valgan la pena. Protestar por la corrupción y discutir el enriquecimiento lícito. Organizar a la militancia para empoderarse y empoderar los barrios (qué horrible palabra) por ejemplo, cuidando los precios pero dándoles mecanismos de participación en las decisiones gubernamentales que afecten los precios; lanzar un masivo plan de salud, que puede ser de anteojos y dentistas, por las villas. Salir a buscar a quienes aún no están en la AUH. Buscar ámbitos de acercamiento con otras agrupación (por ejemplo, en la universidad, en los sindicatos, clubes, intendencias) aún cuando su línea política sea diferente. Es necesario meter la tensión dentro del kirchnerismo. El 54% se hace con adictos y con no adictos.