Se dijo una y cien veces que el kirchnerismo tenía los días contados. Se creyó, primero, que el golpe de muerte había sido la resolución 125 y la pelea con el campo. Para colmo al año siguiente, Néstor Kirchner perdería en la provincia de Buenos Aires a manos de Francisco De Narváez.
Sin embargo, dos años más tarde, Cristina Kirchner sería reelecta con el 54% de los votos. Posiblemente si el ex Presidente no hubiera fallecido la historia habría sido otra. Lo cierto es que el triunfo en las últimas presidenciales fue sin dudas categórico.
Hoy, ya pasadas las primarias, el panorama político para el oficialismo vuelve a ser oscuro. Con una diferencia sustancial respecto de los anteriores escenarios, esta vez, el kirchnerismo sabe que el poder en el Ejecutivo se le empieza a esfumar definitivamente.
Cristina busca ser la primera minoría, controlante del gobierno que viene. El kirchnerismo ya no será más EL poder, solo una parte él. Por eso ahora juega con diputados, senadores y hasta jueces de absoluta confianza, en un sistema de construcción política solo reservado para “los propios”. La paradoja es que su situación actual tiene mucho que ver con esta construcción que en el discurso es para “todas y todos” y en la práctica para pocos.
La historia ya tomó la curva descendente y quien reparó antes que nadie fue la mismísima Presidenta.
Otra etapa comienza en la Argentina, con nuevos liderazgos. Scioli, Massa, Macri y la conjunción de radicalismo y socialismo empiezan a disputar en esta elección su futuro en el 2015.
La Provincia, la madre de todas las batallas, tendrá su propia dinámica de discusión. Así, los intendentes alineados al oficialismo jugarán todas sus fichas para ser imprescindibles para el futuro candidato oficialista (Scioli) u opositor (Massa o Macri). No hay ninguna posibilidad de arreglo “por debajo de la mesa”, tienen que ganar a como dé lugar sus municipios.
En la Ciudad hoy el PRO se estaría llevando cómodamente los dos senadores de la mayoría. La minoría está en discusión. Hay una sensibilidad del electorado porteño orientada a votar en segundo lugar una opción no kirchnerista. Lo bueno si esto pasa es que Daniel Filmus está tan acostumbrado a competir como a perder. No se derramarán lágrimas.
Párrafo aparte para la otra disputa, la pos electoral, que será la presentación del resultado. Esta pelea será en los medios. La construcción del “relato” ante un triunfo, un empate o una derrota marcará la agenda hasta octubre.
Más allá de ello lo importante de todo es que seguramente los próximos líderes de la Argentina se animen a discutir públicamente sobre la inseguridad, la inflación y las formas de inclusión social. Bienvenida sea la nueva etapa.