Dos años después de que se cerrara la Confitería Richmond y tras los múltiples reclamos y trabas judiciales que afrontaron legisladores y distintos agentes participantes del asunto, el cuadro de situación cambió. El Gobierno porteño- para evitar casos como el de la Confitería del Molino- autorizó “otros usos” para el local y de esa manera anuló el pedido que impedía cambiar el rubro. Mientras tanto el bar notable espera un plan de salvataje que le devuelva el esplendor.
De esta manera, los dueños del inmueble están habilitados a buscar otros negocios. La luz verde la dieron desde la Dirección General de Interpretación Urbanística, el área que depende del Ministerio de Desarrollo Urbano y que es la encargada de la catalogación de los edificios que están dentro de las áreas “protegidas” por su valor patrimonial. De acuerdo con esta disposición y según publicó Clarín, se autoriza “desde el punto de vista urbanístico y patrimonial” a que los dueños del inmueble puedan reabrir la confitería manteniendo el “uso principal de café bar” pero sumándole otros rubros que pueden ser desde un paseo de compras, librería, juguetería, papelería, disquería, y galería de arte, hasta club de música en vivo, salón milonga, café concert, o incluso venta de pizzas o empanadas.
En su artículo 2, la resolución obliga a los dueños a informar cualquier reforma o modificación del inmueble, fachada o publicidad. Y en el tercero pone un plazo de 180 días para que se presente toda la documentación ante los organismos que correspondan.
Consultado sobre la situación, el ministro de Cultura Hernán Lombardi explicó que ”lo concreto es que la Ciudad tomó todas las medidas para que el local reabra, pero también para que tenga un uso sustentable, el resto es decisión de los propietarios, el Ejecutivo no puede obligar”.
Y agregó: “Estamos tratando de que exista el uso cultural, trabajando para que en este caso la Richmond tenga utilidad, pero también para que sea compatible con su historia, con el lugar que se busca preservar. En ese sentido es la primera vez que una medida rescata lo material, que en este caso es el mobiliario por ejemplo, y lo inmaterial, que es lo que la confitería representa: su historia, su pasado, un bien que debe ser tutelado”.
Asismismo, informó que la gestión se enmarca en el plan de recuperación del microcentro. “Se invirtió mucho dinero, pero el último paso, de todas maneras, es decisión de los dueños”.
En la Legislatura, los diputados declararon el bar como sitio histórico cuando ya no podía más y el final era anunciado. En paralelo, María José Lubertino presentó un amparo en el que se logró que se aprobara una acción para que no se pudiera “tomar ninguna medida de enajenación, transferencia, modificación, o destrucción del edificio sin la autorización expresa y fundada” del Gobierno porteño.
La misma diputada kirchnerista pidió la interpelación de Lombardi por “falta de respuesta a la problemática” y elevó varios pedidos de informes en la comisión para precisar qué estaba haciendo el Gobierno en relación al tema.