Cuando era apenas una nena, su abuelo Coco, sindicalista de la UOM, le enseñaba a cantar la Marcha Peronista, mientras la llevaba de la mano al club del barrio, en El Palomar. Pero cuando Soledad Martínez creció, no se acercó al peronismo sino a una fuerza nueva, nacida con el milenio, que empezó a germinar en un búnker llamado Creer y Crecer. La fundación estaba dirigida por el primo de Mauricio Macri, el actual intendente de Vicente López, quien últimamente devino en su padrino político.
Es que fue Jorge Macri quien negoció personalmente un lugar para Soledad en la lista que encabezó Sergio Massa, incluso en contra de los deseos del jefe porteño, que anhelaba poner en los codiciados primeros puestos al economista Carlos Melconian y al ministro porteño Guillermo Montenegro.
Dicen en Pro que a Montenegro lo vetó Felipe Solá por su responsabilidad durante la represión en el hospital Borda. Pero, en verdad, el veto es más amplio: es la vieja guardia integrada por Alberto Fernández y Solá la que no digiere el acercamiento con Macri.
La lista del tigrense contiene tres candidatos macristas, representantes de tres sectores diferentes. Y esta joven Pro, que el próximo 14 de septiembre cumplirá 31 años y que durante la última década fue una referente de la juventud macrista –y de los jóvenes políticos en general–, es la mejor ubicada, en el sexto lugar. “Pero ya voy a pasar los 30, y aunque suene raro, para Pro ya estoy mayor”, dirá con seriedad, y no parece una broma.
Es que esta chica, que decidió acercarse a la política más por miedo que por amor, después del estallido de 2001, como tantos otros jóvenes de su generación, empezó su militancia a los 20. Y apenas unos años después se convertía en concejal por Tres de Febrero, en el conurbano.
Más tarde, a los 28, se convirtió en la diputada nacional más joven del Congreso. Entró en el parlamento por Unión Pro, la fórmula ganadora de 2009 que Macri había sellado junto con Felipe Solá y Francisco de Narváez. Hoy, sin embargo, es lapidaria con De Narváez: “Él decidió quedarse solo. El resultado de su última elección lo demuestra”.
No duda en sentirse “parte” del Frente Renovador de Sergio Massa en la Provincia, y lo subraya cada vez que puede. Más aún, antes de octubre se niega a evaluar si esa alianza con Macri, que el intendente de Tigre trata de diluir en público todo lo que puede para no quedar “pegado” al jefe porteño –una operación difícil, teniendo en cuenta que colocó a tres candidatos macristas en puestos expectantes–, podría desdibujar un triunfo de Pro en la Provincia.
“Primero hay que ganar las elecciones, focalizarnos en eso. Es importante dejar diferencias de lado y ganarle al kirchnerismo. Y después, veremos”, dice Soledad.
Nació en 1982, bajo el signo de Virgo, apenas terminada la guerra de Malvinas y a pocos meses de la apertura democrática. Sin memoria de la dictadura, pertenece a una generación que creció en democracia.
Junto con Laura Alonso, de quien se hizo amiga, votó a favor –y a contracorriente del ala más conservadora de Pro– de cuatro proyectos de ley que la politología clásica llamaría “progresistas”: identidad de género, matrimonio igualitario, fertilización asistida y muerte digna. Y un quinto: la Ley de Protección de los Glaciares, que tanta polémica trajo, dentro y fuera del kirchnerismo.
“No tiene que ver con ir a contracorriente. Voté por mi historia personal, por mis convicciones y también por los valores de mi generación. Vengo de una generación que tiene menos prejuicios”, asegura. Y remata: “Es que en Pro hay realmente libertad de conciencia para estas cosas. Una libertad que no existe en otras fuerzas, mucho menos en el kirchnerismo, donde todos tienen que votar igual”.
Tiene tres hermanos y dos medios hermanos, que se criaron en la misma casa. “Para nosotros –cuenta– no hay divisiones entre unos y otros, siempre vivimos todos juntos.” Cuando tenía diez años, falleció su mamá en un accidente de auto y, al tiempo, su papá, empresario, volvió a casarse.
Hoy vive sola en un departamento en Olivos, sin pareja, aunque no siempre fue así. “Tuve parejas, aunque ahora prefiero disfrutar de mi soltería, pero por favor… ¡no titules así, que pierdo credibilidad!”
Le resulta difícil compatibilizar los tiempos de la política con la vida privada. “Recorro mucho el conurbano, tratando de sumar jóvenes. Y sobre todo, tratando de que vayan a votar. Los horarios a veces no son tan fáciles de compatibilizar cuando estás con otra persona. Digamos que es una tarea atípica. No estamos en la lista por casualidad, ni tenemos en Pro tantos candidatos a concejales por casualidad. Estamos en la lista de Massa, en la Provincia, por nuestro trabajo y nuestra militancia de una década.” Cuando alude al plural se refiere a Gladys González y a Christian Gribaudo (ligado a Daniel Angelici), sus otros dos colegas Pro en la lista massista.
“Massa me ha escuchado cada vez que le planteé algo. Me da la sensación de que sabe escuchar”, destaca, y a tono con el lenguaje políticamente correcto del macrismo no se detendrá en los desplantes públicos del intendente sino en sus inclusiones. El vaso medio lleno, digamos. “En Tigre, en el lanzamiento de la lista, recalcó que entre los candidatos peronistas había de Pro”, dice Soledad.
Pasó por la Facultad de Derecho, y sostuvo una pelea en su interior entre la abogacía y la política, que resolvió por decantación y por deseo: “Me encanta lo que hago”. Después, la tentó Comunicación Social, carrera en la que aún no se recibió, aunque promete que lo hará.
Los fines de semana, la joven macrista no va al cine. No le gusta. Tampoco sale a bailar. Lo que verdaderamente disfruta es jugar al fútbol (parece que la mixtura entre fútbol y política no es solo cosa de hombres en Pro). Juega en un seleccionado de fútbol femenino que armó con chicas de Pro y de afuera, con amigas de la vida. “No me preguntes por eso. Justamente ahora acabamos de ganar un campeonato importante, y vengo agrandada.”