“Lame duck”, o “síndrome del pato rengo”, es el término que acuñó la ciencia política estadounidense para resumir el fenómeno de la pérdida de poder de los gobiernos sin posibilidad de reelección. Aquí, Hugo Moyano lo bajó al lenguaje camionero con su insuperable definición de “olor a cala”, ese tufillo a entierro que tan bien suele oler el peronismo para reacomodarse y aupar una nueva esperanza.
La sensación de the end que empezó a acompañar a Cristina Kirchner desde el 11 de agosto, cuando las primarias sepultaron la aventura de la re-reelección, llevó a muchos a adelantar el día después y programar cómo seguir arriba del barco. La experiencia, claro, también arrastró a varias consultoras, que se largaron a medir cómo sería esto de un mundo sin kirchnerismo. Con datos para analizar.
Las firmas Polldata y Federico González y Cecilia Valladares midieron un escenario presidencial, “si las elecciones fueran hoy”, con los cuatro nombres más consolidados del momento. Fue una medición de 600 casos, en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano. Sergio Massa, que ganó la primaria bonaerense, encabezó con 27,7 por ciento de intención de voto; lo siguió el gobernador ahora ultra-K Daniel Scioli, con 24,2 por ciento, y luego cerraron Mauricio Macri, con 14,3 por ciento, y el socialista Hermes Binner, con 10,2 por ciento.
Pero lo más interesante del sondeo fue el desglose de los virtuales votos de este cuarteto, cuando se especificaba el reparto según la imagen que los encuestados tenían de Cristina. Algo así como adónde aterrizará el gusto de los seguidores de la “pata renga”. Los que tenían una imagen positiva de la actual presidenta, en un 61,9 por ciento se manifestaron a favor de Scioli, lo que tira por la borda las supuestas diferencias de modelo e ideología que tanto debate gaseoso generaron dentro del séquito de intelectuales K. Del resto de los que aún ponderan bien a la Presidenta, un 9,7 por ciento se lo quedó Massa, un 3,9 Binner y solo un 2,4 Macri.
En la otra punta, entre los que peor ven a la Presidenta, el 34,6 por ciento se inclinó por el intendente de Tigre y un 21,4 por el Jefe de Gobierno porteño, que así se ubicó como uno de los principales opositores a los ojos de la gente. La ambivalencia de Massa, en cambio, también lo ayudó a colectar por el medio: según el mismo trabajo, el 35,9 por ciento de quienes tienen una imagen “neutra” de Cristina lo elegirían hoy para sucederla.
La encuesta de otra consultora, que suele trabajar para el gobierno de Macri pero también para el de Scioli, planteó un escenario más abierto, incluyendo a la propia Cristina, con un sondeo que se viene repitiendo desde agosto del año último. La pregunta, espontánea, era simple: “¿Quién le gustaría que fuera el próximo presidente de la Argentina?”. Los números de la señora de Kirchner no resultan nada despreciables: se mantienen inalterables entre los 16 y los 20 puntos. Va primera, cómoda. La sigue Massa, que pasó de un 3 por ciento en agosto de 2012 a 9 en julio pasado. Y luego vienen Binner (bajó de 7 a 6 por ciento), Macri (pasó de 10 a 5) y Scioli (de 9 a 4). Algunos que mostraron aspiraciones nacionales, como el gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, no llegan ni a 1 por ciento.
A dos meses de la elección general y a más de dos años de la presidencial, el ejercicio estadístico es casi un juego con un escenario virtual y con candidatos indefinidos. Pero sirve, y muchos dirigentes lo usan como un posicionamiento para empezar a negociar de cara a 2015. Con estos números, por caso, Scioli y Massa empiezan a recortarse como las dos figuras fuertes del próximo PJ. Y cada uno avanza a su manera: el gobernador apuesta a capturar al peronismo que hoy jura fidelidad al kirchnerismo pero ya piensa en un futuro sin K. El viernes se espera una muestra de poder en este sentido. Para ese día está prevista una reunión del partido en Corrientes, donde el bonaerense será figura central. Nuevos tiempos: hace solo unos meses hubo otro encuentro similar, y Scioli, mal visto por entonces, no fue siquiera invitado.
Lo de Massa corre por otra cuerda. El intendente sigue con su táctica de capturar dirigentes bonaerenses, pero ya no solo jefes comunales sino legisladores provinciales y hasta concejales. Casi una pelea mano a mano con el gobernador y algunos colegas municipales para terminar de consolidarse en el distrito que define cualquier proyecto nacional. Por ahora, ni uno ni otro piensan en una interna formal. Pero la pelea está lanzada.