Para aumentar la desesperación de los ansiosos funcionarios porteños del área de Hacienda, no se producirá esta semana la reunión con sus pares de la Nación, comandados por Oscar Lamberto. De todos modos -cuando aquellos se disponían a agotar el stock de "Lexotanil" existente en las farmacias de la ciudad- se enteraron de que habrá una decisión, posiblemente favorable, acerca de la viabilidad de su propuesta para el otorgamiento de un préstamo -a costa del fideicomiso formado por las provincias- de 300 millones de LECOP, que ofrecieron respaldar con los bonos que posee el Banco de la Ciudad de Buenos Aires por deudas de otras provincias y municipios.
Esta posibilidad demoró -por el momento- la orden a la empresa Ciccone Calcográfica para imprimir 360 millones de bonos "Porteño". Ciccone se impuso inesperadamente en la puja por imprimir el "Porteño", por sobre las ofertas de la Casa de la Moneda y de la empresa alemana DYG, que acuñó el Euro. Esto, aún a pesar de los repetidos escándalos en los que se vio envuelta aquella empresa. Hace pocos domingos atrás, por medio de una solicitada que publicó un matutino porteño, su proveedora de tintas para impresión – la empresa suiza SPAC- acusaba a los directivos de Ciccone de utilizar elementos que "estiran" la tinta, facilitando de esta manera la labor de los falsificadores. Además, en septiembre del año pasado, la justicia de instrucción de Tucumán pidió la captura de su directivo Roberto Molina, acusado por la duplicación de 1,2 millones de billetes de 20 pesos de Bonos de Cancelación de Deuda (BOCADE). A pesar de tantos tropiezos, quizás el éxito de esta empresa deba ser adjudicado por entero al efectivo "lobby" en su favor que suele realizar el ex embajador norteamericano en la Argentina, James Cheek.
Desde hace unas semanas, de todos modos, las caras preocupadas de los funcionarios de la Secretaría de Hacienda han ido virando de a poco hacia una moderada distensión. Después de todo, nada será peor que el escenario terrible que se planteó en el mes de diciembre, cuando la recaudación rodó hasta el borde del abismo, para detenerse justo allí.
Hasta ahora ha actuado como otro elemento de distensión, la posibilidad de que se concrete la entrega de 40 millones de LECOP. En este caso, éstos llegarían también provenientes del fondo fiduciario de las provincias, que prestan a cada uno de sus miembros el total de un mes de salarios públicos, que en el caso de la Ciudad de Buenos Aires es de 140 millones, de los que cobró 100 a fines de enero.
Pero si existe una moderada distensión, también deberían los funcionarios porteños estarle profundamente agradecidos a los vientos de la fortuna. Es que acudió en su ayuda -una ayuda absolutamente involuntaria y quizás hasta poco amigable- el jefe de la última misión del FMI, el excéntrico hindú Anoop Singh, que exigió el fin de los bonos provinciales y, paradójicamente, favoreció el pedido de auxilio del gobierno porteño. Devino así en el "gurú de la suerte" para los hombres de Ibarra, cuando éstos sentían que los problemas de su gobierno comenzaban a ser peligrosamente similares a los de las demás provincias.