El conurbano, un desierto para Scioli

El conurbano, un desierto para Scioli


El proyecto presidencial de Daniel Osvaldo Scioli tiene muchas letras de molde y chorros de tinta que lo cobijan y ensalzan. También encuestas que lo avalan (la Universidad de La Matanza publicó el mes pasado un sondeo que ubica al gobernador en 28% para 2015, seguido por Sergio Massa con 22%). Pero tiene un escollo: su construcción en el conurbano es casi inexistente.

Aquella marea humana ensimismada en apenas el 2% del territorio de la Provincia es clave para cualquier dirigente que desee pelear seriamente por ocupar el Sillón de Rivadavia. Lo cierto es que seis años después de ser gobernador, Scioli prácticamente no tiene tropa territorial propia y leal que logre traccionar votos y hacer funcionar una maquinaria electoral de la envergadura necesaria para una batalla política feroz como será la que comience tras el 27 de octubre.

CACIQUES SIN INDIOS. Los que conocen las peripecias de la política bonaerense señalan que existen los sciolistas pero no el sciolismo, tratándose de grupos afines al gobernador pero cuyo espacio político se remite al aparato estatal provincial, sin raíces ni liderazgos. De hecho, hay una decena de agrupaciones al estilo La Cámpora que respaldan a Scioli y están estructuradas en torno a altos funcionarios, como la Peronistas Sin Fronteras (del ministro Alejandro Arlía) o la Descartes (del ministro Oscar Cuartango).

Scioli no ostenta intendentes “propios” en el área metropolitana ni que apoyen siquiera en voz baja su proyecto presidencial. Sus jefes comunales más cercanos son Alberto Descalzo (Ituzaingó) y Julio Pereyra (Florencio Varela), y tiene un buen vínculo con el matancero Fernando Espinoza, con aspiraciones de gobernador.

Allí radica la gran ventaja de Massa en la contienda para 2015. El candidato a diputado logró estructurar una liga de más de 20 intendentes, con referentes extrapartidarios y sindicales. Scioli tiene mediatizado el vínculo con los municipios por el gobierno nacional y no parece tener tampoco mucho interés en cambiar ese statu quo.

“Lo de Scioli es una construcción mediática. Sus funcionarios le hacen política pero no territorial y a él lo que más le preocupa es que (el publicista, Ernesto) Savaglio se ocupe de su imagen”, explica a Noticias Urbanas un viejo lobo de la política platense y diputado provincial.

Scioli apuesta a lo comunicacional como gran apoyo de su futuro político y, por supuesto, el espinazo de esa construcción es el Grupo Clarín, al cual el gobernador le paga 400 millones de pesos al año en pauta oficial. “Mucha de la plata que el holding perdió por culpa de la Nación, la compensó con la publicidad de la Provincia”, cuenta un alto referente massista.

Esa misma fuente señala que “hoy por hoy, no hay diálogo” entre el intendente de Tigre y Scioli. Una relación fluida que se dilapidó tras el cierre de listas y la marcha atrás del gobernador en romper con el Gobierno a pesar de tener las candidaturas casi negociadas. La falta de diálogo refleja también que la contienda que avizora Scioli no es ni con Mauricio Macri ni con algún candidato panradical, sino con Massa.

EL SEÑOR PROVIDENCIAL. A la cabeza del equipo sciolista está sin dudas el jefe de Gabinete, Alberto Pérez, para quien todos reportan y que acompañará a Scioli a donde decida el destino, sin aspiraciones propias de sucederlo en la gobernación.

Los pocos dirigentes proclamadamente sciolistas y que cumplen rol de operadores son el senador provincial Alberto De Fazio (un hombre del secretario general, Eduardo Camaño), quien ahora lidera la Juan Domingo tras la fuga de “Cacho” Álvarez al massismo, y los diputados provinciales Guido Lorenzino y Marcelo Cosentino (ambos de la primera sección). También es de suma confianza de Scioli el presidente del Bapro, Gustavo Marangoni, con un rol “articulador”.

“Ellos creen que Scioli es un hombre providencial, que tiene una resiliencia especial y con una protección de Dios que le otorga un mandato predestinado a ser cumplido”, asegura el peronista platense.

Esa teoría parece encontrar eco en el diálogo de NU con un miembro del gabinete de Scioli, que recuerda que el equipo del gobernador estaba enojado tras el cierre de listas por no haber podido meter tropa propia tras el acuerdo con Cristina. “Pero a los dos días, nos convocó a una reunión a todos, dio un discurso impactante y salimos todos contentos y convencidos de que él tenía razón. Él es un ajedrecista y maneja los tiempos de la política de forma distinta al resto”, confiesa.

Este funcionario reconoce que “nunca se tuvo mejor trato que ahora” de parte de la Presidenta y que el diálogo con Francisco de Narváez está “bastante cortado”. Parece que la confianza mesiánica en su líder también contagia al análisis político. Llamativamente, a él, tanto como a Scioli, no les ocupa ni preocupa quién será el sucesor del gobernador al frente del mayor distrito del país. Prueba fehaciente de que no hay un tejido político que resguardar.

 

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