Daniel Melingo: “Mi camino fue buscar mi propia canción”

Daniel Melingo: “Mi camino fue buscar mi propia canción”

Por Enrique Colombano

Proveniente del rock, hace 15 años que se dedica al tango. Compone e interpreta sus temas y triunfa en Europa. Acaba de terminar de grabar un nuevo disco y se dispone a tocar en Buenos Aires.


Daniel Melingo acaba de terminar un nuevo disco. De tangos, género al que arribó hace ya quince años y del que tiene cinco placas en su haber. Referente ineludible del rock nacional, luego de tocar en los 70 junto al brasileño Milton Nascimento, fue parte de grupos que dejaron huellas imborrables en la cultura popular argentina, tales como Los Abuelos de la Nada, Los Twist y una de las más recordadas bandas que acompañó a Charly García, en la que también estaban Fito Páez, los GIT y Fabiana Cantilo. A fines de los 80 emigró a España, donde integró Lions in Love, cuyo sonido, adelantado a su tiempo, permitió vislumbrar la música pop que vendría después.

Multiinstrumentista, toca guitarra, saxo y clarinete. Canta y compone. Hoy divide su tiempo entre Buenos Aires y París. Y sus tangos son criaturas mimadas en Europa, donde no se cansa de hacer giras. Tangos bajos (1998), Ufa! (2003), Santa milonga (2004), Maldito tango (2007) y Corazón y hueso (2011) son, hasta ahora, sus discos dedicados al 2×4. Para el nuevo CD cuenta con el acompañamiento de su grupo, Los Ramones del Tango, e invitados especiales, como Jaime Torres, Skay Beilinson, Juan Valentino, Patán Vidal, Miguel Ángel Tallarita, Bebe Ferreyra y Alejandro Terán. El disco verá la luz en marzo del año que viene.

–¿Ya tiene nombre el último trabajo?

–Todavía no te puedo adelantar eso porque el disco aún está en formación. Lo tengo grabado. Pero por ahora son una serie de canciones.

–¿Pero sigue la línea de Corazón y hueso, más experimental desde el sonido, o retoma la onda de los primeros discos, si se quiere, más tradicionales?

–Va a ir en las dos direcciones. Por un lado, yo abro la puerta experimental cada vez más, y por otro, hago una vuelta a mis propias raíces.

–¿Buscás llegar a una síntesis?

–Sí, la verdad es que esa es mi intención. Creo que con las últimas grabaciones estoy logrando ir hacia ese lado.

–El 20 de diciembre vas a tocar en Boris. ¿Seguís presentando Corazón y hueso?

–En realidad, empiezo a presentarlo, porque no tuve muchas oportunidades de hacerlo acá. Solamente lo toqué en La Perla de Once y en el Festival de Tango del año pasado. Es decir, lo presenté más fuera del país que aquí. Desde París, todo el Reino Unido, pasando por Escandinavia, Italia, España y Montevideo. Ahora quería tocarlo acá en el barrio, en Palermo. Vamos a tocar íntegro el disco, más viejos temas y alguna que otra canción nueva.

–Anunciás que en esta oportunidad te acompañan Los Nuevos Ramones del Tango. ¿Qué tienen esta vez de nuevos?

–Le puse así porque voy a reunir a diferentes formaciones de Los Ramones del Tango. En vez de ser un cuarteto, vamos a ser una big band. Además de Pato Cotella (contrabajo), Markés Paglia (bandoneón), Rodrigo Guerra (trombón y guitarra eléctrica) y Hernán Reinaudo (guitarra), se va a sumar Pepo Onetto en piano, que estuvo grabando el disco con nosotros. Y van a tocar Gonzalo Santos, Javier Casalla, Juan Ravioli, Axel Krygier y Juan Valentino, entre otros.

–¿Qué significa para vos presentar el disco en Buenos Aires?

–Mirá, se da un caso muy especial, sobre todo con el tango. Yo hace más de 30 años que me dedico a la música profesionalmente y siempre me moví con cintura de un lado para el otro. Toqué y viví afuera mucho tiempo. Volver a la ciudad de uno y tocar luego de haberlo hecho fuera del barrio tiene un valor especial.

–¿Gana la interpretación de los temas luego de haberlos presentado afuera?

–Me parece que es un circuito correcto. Primero, hacer un chequeo con oídos ajenos al tango, toda esa baraja de posibilidades. Cuando volvés acá, se toca, te puedo asegurar, con más carga de experiencia. Vale correr el riesgo previo.

–Pero siendo un músico con tanta trayectoria en la Argentina, ¿por qué no se replican acá la cantidad de fechas que tenés en el exterior?

–Mirá, no lo sé. Pero lo que sí sé es que no modifico mi repertorio ni mi interpretación por el lugar en donde esté. Entonces, eso tal vez me haga hacer un trayecto diferente. Yo con mi propuesta original voy adonde me llaman. Entonces espero ese momento.

–¿Sentís que en el exterior hoy valoran más el tango que en la Argentina?

–Depende de la propuesta, porque venderles cubitos a los esquimales es complicado. Por eso el nivel de autenticidad tiene que ser cada vez más alto.

–En ese sentido, vos te destacás por componer tus propios tangos. Varios los hiciste en autoría conjunta con Luis Alposta, poeta y uno de los capos de la Academia Porteña del Lunfardo. ¿Cómo nació tu relación con él?

–Mi amistad con Luis comenzó hace muchos años. Lo ubiqué por la guía telefónica cuando iba a presentar Tangos bajos en el Club del Vino. Lo llamé por teléfono sin saber si estaba vivo o si me iba a atender. Pregunto por él, lo van a buscar y lo invito a mi presentación. Y ahí comienza una larga amistad y una sociedad en la autoría de muchos tangos, que empieza con el “Tango del vampiro”. Dicho por él, se le ocurrieron los primeros versos en el trayecto desde que salió del Club del Vino hasta el lugar donde tenía estacionado el auto. Fue un poco la impresión que tuvo del ambiente que había ese día en la presentación lo que lo inspiró.

–¿Y cómo es trabajar con él?

–La verdad, hacer tangos con Luis resulta algo sencillo, fácil y gracioso. Pasamos momentos de diversión a la hora de escribir los tangos. La lista comienza con el “Tango del vampiro” y le siguen “Jack the ripper”, “El extraño caso del Dr. Jeckill y Mr. Hyde”, “Sin enroque”, “Tres puntos”, “Soneto a un malevo que no leyó a Borges”, “En un bondi color humo”, “A lo Magdalena”, “La novia” y “Tatuaje”. En este último disco hicimos una milonga, que se llama “La maceta” y que habla de los últimos días en un geriátrico de una persona que sufre el mal de Alzheimer. Él, siendo médico clínico, homeópata y poeta del lunfardo, redondea su arte con mucha originalidad.

–¿Qué te pareció la versión que hizo Isabel de Sebastián de “Corazón y hueso”?

–Fantástica. La verdad, que el tema haya trascendido de mi casa y que exista no solo la versión de Isabel sino las de varias personas, me enorgullece. Escuché una de Pablo Dacal, otra de Vinicio Capossela, otra de Leo Power, una cantante andaluza. Es muy bueno que un tema tome vida propia.

–¿Cómo fue pasar de componer rock a componer tango?

–Mi camino fue buscar mi propia canción. Como porteño, hice la gama que conocemos: la canción de rock y la canción de tango. No me siento ajeno en ninguno de los dos géneros, que en la última década comenzaron a amigarse. Porque fueron géneros absolutamente enfrentados. Ahora voy sobre ruedas en el estilo que emprendí hace quince años.

–¿Cómo es el feeling con la gente en los países europeos?

–Muy bueno, la verdad que no deja de asombrarme que haya tantos oídos atentos a mi música. La verdad, agradecido de que eso pase.

–Te lo pregunto porque en tus tangos son muy importantes las letras, y en Europa tenés una barrera idiomática. ¿Cómo la superás?

–La música es un lenguaje universal, pareciera.

–Allá algunos te llaman el Tom Waits del tango. O te comparan con Nick Cave. ¿Cómo lo tomás?

–Con orgullo. No por recibir un rótulo sino por el hecho de que los oídos estén atentos a mi música.

–En una oportunidad dijiste que, en tu vida personal, tenías más relación con la gente del mundo del rock que con la del tango. ¿Sigue siendo así?

–Es natural. Hay una relación matemática: llevo más años haciendo rocanrol que tango.

–Y es algo que nunca terminás de dejar, ¿no?

–Y… son vicios que no se dejan así nomás.

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Melingo y Los Nuevos Ramones del Tango.
Viernes 20 de diciembre, en Boris Club (Gorriti 5568, CABA), a las 21.30.

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