Si en una conversación te concentrás más en tu smartphone –sí, para estos fines, el cascote no cuenta– que en la persona que te está hablando cara a cara; si muy a menudo pisás baldosas flojas y te enchastrás ese jean blanco que tan bien te queda, te tocan bocina en una esquina porque están a punto de pisarte con el auto y solés llevarte puestos árboles, cestos de basura, personas o cualquier cosa que se cruce en tu camino; si llevás el cargador del celular a todas partes, porque siempre aflora el miedo de que ese bendito aparato último modelo te deje pagando, con una sola rayita de batería cuando estás dale que dale con el WhatsApp, y si –las posibilidades de la desgracia son casi infinitas– no largás el celular ni para dormir –y cuando dormís lo dejás prendido– ni para comer porque justo debe estar por caer alguna notificación que habla de tu gran popularidad en las redes sociales y, como si tuvieras 4 años, te manchás la ropa, no le des más vueltas al asunto: sos un celulómata. Y por eso te estás perdiendo, todo por una pantallita luminosa, casi románticamente, el universo que te envuelve.
“Un ‘celulómata’ es aquella persona que, por estar pendiente del celular, cuando camina por la calle se pierde todo lo que pasa en su entorno. Suele chocarse a las personas, se tropieza, se golpea y, en los casos más extremos, camina como un robot arrastrando los pies. Es muy fácil reconocerlo, solo basta con salir a la calle y observar a las personas que llevan un celular en la mano”, cuentan las integrantes de Celulómata, una de las campañas de bien público que impulsaron recientemente varios grupos de estudiantes de la orientación Publicidad de Ciencias de la Comunicación de la UBA.
¿Qué se propusieron? Demostrar, por medio de llamativas intervenciones en el espacio público, todo lo que nos podemos perder por esa dependencia tan arraigada que tenemos respecto al celular. Por ejemplo, a modo de estímulo, hace poco Celulómata, formada por Fernanda Blanco, Jorgelina Castiello, Martín Di Paolo y Leonardo Meyre, quienes para el lanzamiento de la campaña encuestaron por internet a 130 personas que hablaron de su vínculo con el teléfono móvil, llevó a cabo una que se llamó: “¿Quién dijo que las vacas no vuelan?”. “Mirá si justo se les ocurre volar y no las ves por no levantar la vista del celu mientras caminás por la calle. Guardalo un toque y prestá atención, hay mil anécdotas que no te vas a querer perder”, difundían la propuesta por las redes sociales, gran motor para este tipo de iniciativas. Y efectivamente las vacas, aunque fueran inflables, volaron hace unos días en Parque Chas.
“¿Cuántas veces pagamos el boleto del subte por no darnos cuenta de que los molinetes estaban liberados”, ejemplifica Jorgelina Castiello, una de las gestoras de la campaña, quien agrega entusiasmada: “¿A quién no le gustaría ver una vaca volando? En el extraordinario caso de que pudiera suceder, el celulómata no lo notaría”. Así, las intervenciones que encuentran su locación en veredas, plazas y parques recrean, con mucho atractivo, hechos fantásticos. A la vaca volando se sumaron un cocodrilo haciendo asado, un sapo leyendo, un pato patinando y un delfín tomando mate. Y no es cuento.
Además de situaciones graciosas, como ser testigo del choque de una cabeza con un poste de luz, la obsesión por los dispositivos móviles puede desencadenar accidentes, por no desprender la vista del celular al cruzar una calle. Y ni hablar, en las antípodas del uso responsable, de quienes manejan autos, motos o colectivos, hablando o chequeando mensajes. Ni el manos libres puede reducir las chances de pasarla mal o de perjudicar a otros. En ese sentido, según el segundo estudio observacional sobre hábitos y cultura vial de la Agencia Nacional de Seguridad Vial, el celular es uno de los principales factores de distracción, que alcanza al 21 por ciento de los peatones y al 5,4 por ciento de los motociclistas. A su vez, de acuerdo a estadísticas que la misma agencia maneja, el cinco por ciento de los automovilistas a nivel nacional utilizan su celular mientras conducen. Por otro lado, el riesgo de sufrir un accidente para quienes manejan usando el celular es cuatro veces mayor en relación a aquellos conductores que no tienen ese hábito. Se lo compara con manejar un vehículo con 0,8 de alcohol en sangre.
En tanto, el Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires informó que los servicios con más concurrencia por consultas relacionadas con las nuevas tecnologías, algo que se conoce como tecnoadicción, son los de oftalmología, traumatología y salud mental. “Las afecciones en la salud por los comportamientos relacionados a lo que se llama ‘la vida online’ aparecen cada vez con más frecuencia, sobre todo en la franja que va desde los 12 a los 40 años”, informó el ministro Alejandro Collia. “Lo que debemos saber, y lo que tratamos con los pacientes –añadió–, es que es posible modificar las conductas tecnológicas que afectan nuestra salud.”
Con bastante humor, otra de las campañas presenta al Sindicato Independiente de Celulares Estresados (Sincelu), “para defender los derechos de tu celular y protegerlo del uso excesivo”. “Numerosos estudios indican que en los últimos tres años ha crecido exponencialmente el uso de smartphones: un adulto promedio le dedica entre cuatro y seis horas diarias al celular. Día tras día, miles de celulares trabajan arduamente para que sus dueños descarguen aplicaciones, jueguen al Candy Crush en el subte o avisen que llegan tarde a trabajar. Por eso es necesario alguien que defienda sus derechos: el celular también se merece un descanso durante las vacaciones o unas horas libres por día después de tanto esfuerzo. Porque darle un descanso a tu celular es ayudar a que vos también te sientas mejor”, explicaron, como parte de lo más atractivo de la campaña.
Precisamente, en noviembre se conoció la noticia de que el Candy Crush se juega en el mundo más de 700 millones de veces por día, que ya superó las 500 millones de descargas y que la empresa prepara nuevos niveles para sus fanáticos. Así las cosas, desde Sincelu expresaron: “Hoy el Candy Crush, el gran responsable de la explotación sufrida por los smartphones, llega a las 700 millones de jugadas por día. ¿Cuál es tu juego o aplicación favorito? Sea cual sea, acordate de darle un descanso a tu smartphone de vez en cuando. Cuando él descansa, vos sos el beneficiado”.
Ahora bien, otra de las campañas es A un Paso, que también intenta dar cuenta de las consecuencias de no poder apartar la vista del teléfono móvil. “Uno puede estar a un paso de cometer un papelón o de perderse lo que sucede por el bendito celu”, contó Agustina del Molino Torres, una de las cuatro creadoras del proyecto. Hace unos días, las jóvenes estudiantes realizaron una intervención creativa en la plaza Mitre de San Isidro: colocaron carteles en los postes de luz, con la advertencia “Cuidado, vas a hacer un papelón”, y clavaron algunos otros en el pasto, alertando sobre la importancia de estar conectados con el medio ambiente. “Buscamos aconsejar y advertirles a las personas, con toques de humor, ironía y exageración, que el uso indebido de los móviles puede provocar que ciertas características de conductas humanas, como pueden ser la distracción o la ansiedad, se exacerben y puedan transformarse en trastornos más importantes y tornarnos más imprudentes u obsesivos”, expone Agustina. La gente que pasaba por el lugar advertía los mensajes, se acercaba a preguntar de qué se trataban y ahí nomás se sentía identificada con algún rasgo del celulómata. Luego de explicarles, las chicas les entregaban llaveros para el celular, “para que cada vez que lo miren sepan que se están perdiendo de algo”.
La salud, ese problema invisible
La coordinadora del Centro de Asistencia, Capacitación e Investigación de Socioadicciones (Cacis), Alejandra Cattán, explicó que la hiperconexión exagera la comunicación virtual a costa de los vínculos presenciales. “En definitiva, contrariamente a estar más socializado, se está más aislado porque se pierde la comunicación esencial”, afirma la especialista. El tratamiento más utilizado para superar esta adicción es la rehabilitación cognitiva, una terapia (cognitiva-conductual) que requiere varias sesiones semanales y que trabaja con los pacientes para volver a conectarlos con otras cosas por fuera de la tecnología.
“El adicto al teléfono comparte el mismo circuito de recompensa neurobiológico que cualquier adicción, solo que no produce daños neurológicos u orgánicos manifiestos, como sí ocurre con el consumo de alcohol o drogas”, señala. Y agrega: “Lo que sí producen su uso crónico indiscriminado son trastornos de atención, ansiedad, irritabilidad, tensión, aceleración, poca tolerancia a la espera, que se exacerba cuando el objeto no está; entonces, aparece cierta abstinencia y más ansiedad por la falta del objeto”.
Para caer en las redes
A un Paso y Celulómata tienen cuentas homónimas en Facebook y también en Twitter: @AunPasoCelular y @celulomata. Sincelu, por otro lado, tiene cuenta en Twitter: @sin_celu.