Mauricio Macri enfrenta por estos días un dilema de hierro en su carrera hacia 2015, que comprometería hasta su posicionamiento político esencial.
El análisis del líder de Propuesta Republicana lo llevó a la conclusión de que los dos posibles candidatos peronistas, Daniel Scioli y Sergio Massa, ocupan la misma franja electoral que él aspira a representar, por lo que de ahora en más -con el terreno ocupado- deberá decidir a qué electorado va a dirigir su propuesta. La decisión futura de Macri no es fácil, porque un planteo equivocado podría significar el fin de su carrera política.
Además, el panorama de alianzas que se le presenta tiene un solo socio posible: el frente que conformaron el socialista Hermes Binner y el radical Ernesto Sanz, cuya expresión en territorio porteño -UNEN- realizó una buena performance el 27 de octubre último. En declaraciones al matutino porteño La Nación, el arquitecto del armado Pro, Emilio Monzó, señaló que “creemos que este será un año de consolidación y armado de cada espacio, pero también de diálogo, porque puede darse un escenario de confluencia con la UCR y otros sectores no kirchneristas”.
De todos modos, el primer obstáculo que deberá superar el jefe de Gobierno porteño estará en la hospitalidad que estén dispuestos a otorgarle los caciques políticos de la centroizquierda, que suelen mostrar su antagonismo con casi todos los movimientos que realiza el ingeniero en el tablero político.
El segundo óbice de Macri tiene que ver con los acuerdos internos, ya que no todos en el Pro están de acuerdo con tomar un camino que desdibuja las líneas básicas que el partido siguió hasta ahora. Una de las principales premisas, que incluso rigió la campaña del Pro en las últimas elecciones legislativas, era mostrarse como “lo nuevo”, alejado tanto del “populismo tercermundista” del peronismo como de la “socialdemocracia” radical. En ese sector militan con fuerza, aunque con matices diferentes, Gabriela Michetti, Patricia Bullrich y el propio Jaime Durán Barba, que vienen trabajando desde hace tiempo en pavimentar un camino político exclusivo del Pro, que signifique vivir separados de los dos grandes partidos tradicionales. Michetti apostó a un armado propio en la Provincia de Buenos Aires, que incluía alianzas con las fuerzas vivas de los distritos, en tanto que Patricia Bullrich se mostró esperanzada en armar una alianza que le diera volumen político a las protestas sociales del 8N y del 13S, en ambos casos, con escasa repercusión.
El tercer escollo que debe superar el Pro es su escasa inserción territorial, que casi no excede a la Ciudad de Buenos Aires, más aún cuando sus eventuales aliados radicales poseen una fuerte presencia en toda la Argentina. Para que este panorama sea completo, no se puede obviar la deserción en la carrera presidencial que protagonizó Mauricio Macri en 2011, cuando eligió consolidar su cabeza de puente en la Ciudad de Buenos Aires, en detrimento de la competencia copn Cristina Fernández de Kirchner.
En esa circunstancia, la mayoría de los analistas coincidían en que la sola presentación de su candidatura hubiera proyectado a Macri como dirigente nacional y hubiera facilitado el armado del Pro en todo el territorio, esa tarea que hoy parece casi imposible.
Por último, una encuesta reciente realizada por Raúl Aragón y Asociados para Infobae ubicó a Sergio Massa en el primer lugar en la intención de voto para presidente en 2015, con un 30 por ciento, seguido por Daniel Scioli, con el 17,1 por ciento y por Mauricio Macri, con el 13 por ciento. Después se ubican las candidatura casi testimoniales de Hermes Binner, con 6,2 por ciento; la resucitada Elisa Carrió, con el 5,1 por ciento; Jorge Capitanich, que logra el 4,8 por ciento y Julio Cobos, que alcanza un casi inexistente 3,4 por ciento.
Montado en estos guarismos, Macri aspira a luchar por ocupar el primer lugar en una grilla opositora que aúne a toda la oposición, un sueño que ha cosechado hasta ahora más fracasos que sucesos.