“Las mafias que están detrás de la venta ilegal callejera no tienen nada que ver con la indigencia. Los verdaderos dueños del negocio son millonarios y usan a inmigrantes vulnerables para explotarlos”, dirá el empresario Vicente Lourenzo, vicepresidente de la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (Fecoba) y a cargo de la comunicación de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME).
En pleno combate contra la venta ilegal callejera en la Ciudad, Lourenzo representa a los empresarios del sector que se sienten perjudicados por los manteros. En la charla de contratapa con NU desarrollará un argumento similar al de los empresarios del juego: todo lo que es dinero negro deja de tributar y, por ende, de retornar hacia la inversión estatal en salud, educación y vivienda.
Para Lourenzo, la desactivación de “los verdaderos dueños” del negocio, como él los llama, solo depende de una decisión política.
Como buen contador, muestra el conflicto –o su mirada sectorial de él– en números. Asegura que, en todo el país, hay unas 522 “saladitas” distribuidas en 111 ciudades. “A no confundirse, este no es solo un problema de la Ciudad de Buenos Aires”, subraya. Solamente durante enero, afirma, la venta ilegal sumó 1.800 millones de pesos. En la misma línea, calcula que el negocio mantero en la Ciudad mueve 250 millones de pesos, con lo que el Estado porteño deja de percibir unos 6 millones de pesos por mes.
“Imaginemos todo lo que se podría hacer con ese dinero: hospitales, infraestructura, transporte”, señala.
A principios de febrero, condenaron a una mujer que lucraba en la zona de Retiro. La acusaron de organizar una importante red comercial y contar con varias propiedades. La Justicia contravencional falló en su contra –se trató de una mujer de nacionalidad boliviana– buscando que la medida sea “ejemplar” hacia el resto de los vendedores infractores.
Lourenzo asegura que, detrás de aquella embestida, hubo una fiscal “con los ovarios bien puestos” porque hizo toda una inteligencia previa antes de hacer los decomisos. “Está atacando el verdadero corazón del negocio, no siempre tenemos una Justicia tan valiente”, dice. La fiscal en cuestión es Verónica Guagnino.
–Pero, ¿ir contra los manteros no es cortar el hilo por lo más delgado? Estoy pensando en la cantidad de mujeres que hay presas en Ezeiza, por ejemplo, como mulas de la droga. Al margen del delito menor que cometieron, es obvio que los peces gordos están detrás de ellas. ¿No sería lo mismo en este caso?
–No, no sería lo mismo porque justamente esta fiscal, que hizo todo un trabajo de seguimiento, está dando con los verdaderos dueños del negocio, que son quienes explotan a los más vulnerables. En general, como son extranjeros, son más fáciles de precarizar. Y cuando hablo de mafia me refiero a bandas de piratas del asfalto que roban cargamentos de ropa; gente que ocupa casas en barrios –Flores es una base de operaciones bastante común– y pone un taller clandestino. Hablamos de trabajo esclavo y camas calientes: explotación extrema. Esta gente que es reclutada ni siquiera es la que tira piedras cuando viene la policía a decomisar la mercadería. Los verdaderos dueños del negocio utilizan grupos de choque, que son los que atacan a la policía. Te puedo asegurar que la impunidad es total.
–¿Cómo puede medirse ese grado de impunidad?
–Te puedo asegurar que si a mí me dan hoy 20 o 30 cargamentos de jeans robados de camiones, los vendo en pocos días sin que nadie me pregunte absolutamente nada. ¿Cómo le llamamos a eso?
–El punto es que la gente empleada de los peces gordos, como usted dice, extranjera y carenciada, es poco probable que encuentre un empleo en blanco. Estamos ante un problema social más amplio que el de un sector.
–Entiendo, pero en la medida en que estemos en la ilegalidad tiene menores chances de resolverse. Si nosotros tuviéramos más mercado, con todo gusto podríamos tomar a parte de esas personas. Pero en este momento sucede al revés: nos están quitando mercado. Entonces, es un círculo vicioso. No se puede justificar un delito con el argumento de que la gente necesita llevarles la comida a sus hijos. Con ese criterio cualquiera haría cualquier cosa para alimentar a la familia.
–¿Dentro de la mafia detrás de los manteros también hay falsificadores?
–Sí, por supuesto. En los talleres clandestinos se falsifica ropa de marca. Y hay segmentos en los que, directamente, no se puede competir: jeans, ropa interior. Si vos sos un comerciante legal, más vale que trabajes con marcas porque, de lo contrario, si intentás vender un jean cualquiera no hay forma de competirles a los manteros.
–Como empresarios, ¿qué estarían dispuestos a hacer para aminorar el costo social de desmantelar la venta ilegal?
–Como empresarios pagamos todos nuestros impuestos para que el Gobierno se haga cargo de las tareas sociales y, como te decía, en la medida en que se agrande el mercado tomaremos empleados. Eso también depende del Estado.
–¿Qué expectativas tiene para este año, teniendo en cuenta el nivel de inflación y la devaluación con la que arrancó?
–Lo visualizo como un año similar a 2012. Habrá que estar muy despiertos, ser prudentes y estar alertas para no perder dinero en las reposiciones de stock. Eso es fundamental en tiempos de inflación porque si vos vendés, luego cuando reponés la mercadería, si no estuviste atento a los costos, podés perder dinero. Los empresarios siempre estamos alertas, pero este año debemos estarlo mucho más.
Punto por punto
• Edad: 53 años.
• Estado civil: Casado, en segundas nupcias con una contadora.
• Hijos: Dos varones.
• Ocupación: Vicepresidente primero de la Federación de
Industria y Comercio de la Ciudad de Buenos Aires (Fecoba)
y secretario de prensa de CAME.
• Restaurante porteño: Teatriz.
• Perfume: Acqua di Giò.
• Barrio porteño: Caballito.
• Esquina preferida: Acoyte y Rivadavia.
• Libro: La trampa de los manipuladores.
• Película: Un lugar llamado Notting Hill.