En la ciudad de Buenos Aires hay 997 geriátricos empadronados. Desde agosto del año pasado hasta la fecha, la Dirección General de Habilitaciones y Verificaciones del Gobierno porteño clausuró 60. El último cierre se llevó a cabo este lunes, en Villa Luro, luego de inspeccionar una vivienda, ubicada en la calle Miranda 5269, en la que se alojaba clandestinamente a 13 ancianos. Se encontró un basural en el fondo y un garage en el que estaban dispuestas 3 camas. Dentro del mencionado garage había un perro enfermo de sarna.
"Este tipo de actividad, como es la instalación de un geriátrico, necesita de una inspección previa a la habilitación, porque se tiene que averiguar si reúne las condiciones mínimas de seguridad e higiene", afirmó Horacio Spandonari, director del organismo habilitante.
Por su parte, la asesora jurídica de la Dirección, Andrea Jeckeln, mencionó algunas causas de la proliferación de los geriátricos clandestinos: "Los titulares no pagan impuestos a la AFIP y contratan personal en negro, al que le abonan bajos sueldos. Generalmente se trata de indocumentados". Sin embargo, ambos funcionarios coincidieron en que, muchas veces, las transgresiones a las reglas se deben a la desidia de los dueños y pueden evitarse si hay buena voluntad.
"En los establecimientos clandestinos, observamos que generlamente la gente que allí trabaja tiene vocación y no atiende mal a los ancianos, pero sucede que, muchas veces por comodidad, los dueños no toman las medidas correspondientes para ajustarse a lo establecido", sostuvo Jeckeln. "¿Qué cuesta, por ejemplo, no dejar los cables eléctricos a la vista, como muchas veces sucede?", preguntó Spandonari, que posteriormente afirmó que "de las 60 clausuras realizadas en geriátricos habilitados e ilegales, en 40 casos los titulares normalizaron luego su situación".
Las instituciones que alojan ancianos deben cumplir con reglas que garanticen su salud y su seguridad. También hay regulaciones sobre condiciones edilicias y de higiene que los geriátricos deben respetar. El hacinamiento de personas, la ausencia de matafuegos, la falta de limpieza (sobre todo en las cocinas, donde suelen encontrarse cucarachas y, a veces, roedores) y la existencia de medicamentos vencidos, de cables expuestos y de estufas de gas (solamente están permitidas las catalíticas y las de tiro balanceado) , son las infracciones más comunes.
En los geriátricos clandestinos, es frecuente descubrir, además, otras faltas, como la presencia de animales o de condiciones de edificación no aptas para albergar ancianos. Nunca hay un registro médico y es una constante que los empleados no posean las obligatorias libretas sanitarias.
"Déjenla morir"
Algo muy común que sucede durante los operativos de inspección es que nunca se hace presente el titular de la institución. "Siempre hay un encargado que no está al tanto de nada. Es una situación parecida a la que se da en esos supermercados chinos en los que los dueños se hacen los que no entienden el idioma", afirmó Spandonari.
"Pero lo peor -prosiguió el funcionario- es que tampoco aparecen los familiares de los ancianos. Una vez tuvimos que clausurar un geriátrico clandestino en Coghlan y, cuando nos comunicamos con los parientes de una viejita que estaba internada allí, nos dijeron textualmente: déjenla morir y no nos molesten". "Las familias -concluyó- abandonan a los ancianos y no quieren que les devolvamos el nono al living".