Mauricio Macri parecería finalmente instalado –o al menos en una situación más expectante– para disputar las elecciones presidenciales en el año próximo. Una serie de desatinos políticos y la férrea negativa de Gabriela Michetti a presentarse como candidata en la provincia de Buenos Aires en 2013 habían puesto en duda la posibilidad de que el Jefe de Gobierno de la Ciudad pudiera acceder a la compulsa mayor para suceder a Cristina Kirchner.
Si bien aún carece de muchos de los requisitos que se les exigen a quienes tienen esa ambición –por ejemplo, la famosa estructura a nivel federal que tienen garantizadas las fuerzas con base en el peronismo o en el radicalismo–, su figura parece haber perforado la oposición que ejercían importantes franjas de, justamente, esas dos corrientes, las que históricamente se repartieron el gobierno en los últimos cien años, cuando los golpes de Estado de los militares así lo permitían.
Si bien el gobierno Pro de la Ciudad contiene casi desde un principio a dirigentes peronistas con peso y a algunos radicales no muy encumbrados, siempre se dijo que los peronistas jamás iban a aceptar a Macri como candidato. Los sondeos indican que buena parte de los radicales tampoco. Pero Macri igual logra encolumnar mejor que nadie a todo aquel votante que no quiere que su sufragio tenga nada que ver con los gobernantes de turno.
Es posible que en las provincias más importantes del interior además logre conformar fuerzas respetables en el plano electoral a través de figuras locales, ya sean de la política o nuevos dirigentes con cierto prestigio social o conocidos en su lugar de origen. De ese modo, Mendoza, Córdoba y Santa Fe podrían ayudar a la Capital a engrosar el caudal del ingeniero.
Más problemático para él y para todos (menos para Martín Insaurralde) es el tema de la provincia de Buenos Aires. A pesar de contar con dos juegos en paralelo, el de su primo Jorge y el de María Eugenia Vidal, es muy difícil que en el escaso tiempo que les queda logren consolidar un guarismo propio que le permita al espacio entrar en el balotaje final. Es cierto que de ir separados Sergio Massa y Daniel Scioli, algo que se perfila como inexorable por estos tiempos, la división del voto panperonista les permitiría soñar con el milagro de existir, al menos, dignamente en ese territorio.
Por otro lado, cada día hay más especialistas que coinciden en que es tan difícil para Massa armar en la Ciudad de Buenos Aires como para Macri hacerlo en la Provincia. De ese análisis, si fuera cierto, se desprende claramente que ambos trabajan sobre electorados bastante similares, lo que haría más posible y lógico un acuerdo entre estas dos fuerzas que los que se pudieran generar entre Scioli con Massa o Macri con el Frente Amplio Unen (FAU).
Por otro carril va el apoyo subterráneo de la Casa Rosada a Macri.
Todos estos movimientos tienen que ver con las primarias obligatorias (PASO), en las que uno se imagina que ni Macri ni Massa pasarán por esa instancia compitiendo. Distintos son los casos del PJ y del FAU, en donde sí se vislumbra una elección previa para determinar al candidato. En el caso del peronismo, Scioli se encuentra, como siempre, en el lugar correcto para encarar esta instancia electoral. Pero conociendo al PJ nadie se la hará tan fácil y alguno se le animará en dicha instancia. Ya sea desde el ultrakirchnerismo (difícil) como desde algún gobernador con intenciones de posicionamiento a futuro. Para el FAU, en cambio, hay candidatos socialistas y radicales de fuste que competirán a fondo para ver quién encabeza la propuesta del espacio en octubre del año venidero.
Muy a pesar del gusto de Horacio Rodríguez Larreta, quien ya se imagina como el candidato Pro en la Ciudad, Macri adelantará las elecciones porteñas a junio del año que viene, tal como lo ha hecho en todas las ocasiones. El pobre Horacio no podrá ir enganchado. Esta vez le es imprescindible a Macri mostrar un triunfo en su distrito con un hombre (o mujer) propio/a como principal hecho político de campaña y paso previo a su candidatura nacional. Sería coronar su discurso de “vamos a lograr en el país lo que logramos en la Ciudad” con un tercer mandato popular en un año de fuerte tinte político.
Dos cosas para rematar, que están sucediendo o van a suceder en la Ciudad.
La primera es la revocatoria de mandato que impulsa un sector minoritario de la dirigencia opositora. Es poco serio, y del ridículo nunca se vuelve. Ensuciar la cancha no es el camino correcto para mejorarles la vida a los porteños. Consejo: despegar esos carteles, amigarse con la sociedad que lo votó, proponer mejores cosas y ganar las locales en 2015. Es así de fácil.
La segunda tiene que ver con las PASO del Pro. Ya podemos asegurar que Rodríguez Larreta, Gabriela Michetti, Diego Santilli y Cristian Ritondo están listos para competir en ellas. Si prosperara algún acuerdo previo entre ellos, quizás los competidores sean tres y no cuatro. Falta, pero hay que estar atentos. Solo les importa eso y se nota demasiado.