El 7 de abril último, un panel integrado por el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri; el ministro de Trabajo, Carlos Tomada; el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, y el historiador Norberto Galasso presentó Vencedores vencidos: peronismo-antiperonismo, el último libro de Marcelo Koenig.
Entrevistado por Noticias Urbanas, el autor, que es abogado, relató que su libro abarca el período histórico que va desde el 16 de septiembre de 1955, cuando se inicia la Revolución Libertadora, hasta el 25 de mayo de 1973, cuando el peronismo vuelve por métodos democráticos al poder.
El nombre del libro surge como una alegoría a la frase pronunciada por el primer “presidente” surgido de la Revolución Libertadora, Eduardo Lonardi, que expresó que tras el golpe no había “vencedores ni vencidos”. Mientras, los salarios de los trabajadores disminuyeron un 40 por ciento en un año y muchas conquistas sociales fueron anuladas, en tanto que la actividad industrial cayó abruptamente hasta niveles anteriores al advenimiento del peronismo.
Koenig desarrolla su tesis de que el peronismo es un movimiento político que aprendió a reinventarse permanentemente, resignificando sus objetivos de acuerdo con las condiciones y las contradicciones de cada etapa de la historia que le toca protagonizar.
La obra se compone de diez capítulos y tiene dos prólogos, uno a cargo de Norberto Galasso, y el otro, de Carlos Tomada.
–Tu libro abarca el proceso que va de 1955 a 1973. En el 55, la vuelta del peronismo parecía inalcanzable. Era el momento de la derrota, la desolación y también de los crímenes del régimen.
–El que practicara el realismo político en ese tiempo hubiese dicho que el 73 era imposible. No solo eso, sino que la clase dominante creyó que iba a erradicar de la faz de la historia al peronismo. No solamente le denegaban entonces la posibilidad de una victoria futura, sino que le negaban la propia existencia. Esto tiene que ver con una lectura. Por eso el libro no comienza a narrar estrictamente desde el 55, sino que da cuenta de ese primer peronismo, busca entender cuál era la idea de esa revolución triunfante por las armas que ocurre en 1955. Ese golpe cívico-militar –como todos los golpes de Estado– partió de un principio erróneo, que era que el peronismo era solamente un acto de demagogia de Perón y del reparto de prebendas del Estado, que no era más que pan dulce y sidra, y que cuando se dejaran de repartir prebendas desde el Estado, el peronismo estaba condenado a muerte. Eso es quizá lo más interesante de esa etapa histórica, porque buscamos entender cómo el peronismo, una vez en el llano, se repiensa a sí mismo. Cómo se reformula, se replantea, se reconstituye. Cómo construye una nueva clase dirigente, porque no es la misma la clase dirigente del primer peronismo que la de la resistencia. Incluso, los nombres que se repiten son marginales. El personaje más gravitante de esta etapa, que es central para el peronismo revolucionario, es John William Cooke. Ninguno de los delegados personales de Perón fue declarado por este como su heredero, solo Cooke. Cuando Perón hace esa declaración, a pocos días sufre un atentado en Venezuela, en el que le volaron el coche, justo cuando él no estaba allí, y casi matan a su chofer. La designación de Perón no era un eufemismo, porque era muy real el peligro que corría.
–Entonces, estábamos en que el peronismo se repiensa a sí mismo…
–Totalmente, es otro peronismo el que nace en 1955, que se va desarrollando y que, como el agua, va buscando la forma de superar los obstáculos, tratando de encontrar sus niveles de organización. Si bien yo no creo, como algunos analistas extranjeros que se ponen a hacer peronismo como James (NdR: Daniel, un historiador inglés que escribió Resistencia e integración, un estudio sobre el peronismo y el rol de la clase trabajadora entre 1946 y 1976), que haya una primera y una segunda resistencia peronista. Él marca esas etapas, pero en realidad existe una continuidad, en la que el pueblo va aprendiendo de sí mismo a medida que se desarrolla este proceso, mientras el peronismo busca distintas estrategias para volver al poder. Esta es una época en la que va de derrota en derrota y, a veces, de empate en empate. Hay que ver lo que decía Cooke, que afirmaba: “Estamos en un empate técnico, porque nosotros no podemos volver al poder pero, al mismo tiempo, hacemos que aquellos que nos derrocaron no puedan gobernar”.
–Efectivamente, les costó mucho. Hubo plan Conintes, represión de todo tipo, fusilamientos, proscripciones, todos los métodos que utilizan los gobiernos antidemocráticos, aunque algunos habían sido elegidos en elecciones legales.
–La verdad es que en toda esta época el poder constituyente quedó en manos de las fuerzas armadas, que fueron los custodios de los intereses oligárquicos y varias veces armaron aperturas democráticas truchas, controladas, con proscripción del peronismo y también de los candidatos peronistas, aunque con la salvedad de que alguna vez permitieron la presentación de candidatos peronistas, mientras que no insistieran con la vuelta de Perón, que para los militares era un punto clave en esa época. Así, se van construyendo, con más profundidad, distintas estrategias, con distintos niveles de organización. Así se va creciendo hasta llegar a las organizaciones de cuadros de los 70, que son uno de los factores más importantes entre las organizaciones que terminaron arrinconando a la dictadura. Esas organizaciones son una consecuencia del aprendizaje del pueblo. No son un grupo de personas a las que se les ocurre un día que las contradicciones se resuelven por medio de la violencia, porque, de alguna manera, lo que se intenta desmentir en este libro es que la violencia se explica mediante la Teoría de los Dos Demonios, esa idea tan en boga en tiempos del alfonsinismo para estigmatizar a la militancia política y que buscaba imponer la visión de que eran tan malos aquellos que habían ejercido el terrorismo de Estado como aquellos que habían decidido resolver las contradicciones mediante la violencia. La verdad es que el ejercicio de la violencia nació en la Argentina desde las clases oligárquicas, a partir del punto de inflexión que cruza la línea de sangre, cuando ejecutaron el bombardeo del 16 de junio de 1955, cuando la Fuerza Aérea y la Marina bombardearon una plaza llena de civiles, que no podían ser objetivos militares. Incluso, la segunda tanda de aviones, cuyos pilotos ya sabían que habían fracasado en el objetivo del magnicidio, es decir, en el asesinato de Perón, lo mismo masacraron a la población civil. Y no fue, como relataron algunos historiadores liberales –los mitristas de esa época–, como Tulio Halperín Donghi, que dijeron que “hubo algunos bombardeos en el centro de la Ciudad de Buenos Aires”. No. El símbolo de la barbarie de la Guerra Civil española, que ejecutaron los criminales nazis, fue el bombardeo de Guernica, que inmortalizó Pablo Picasso en un cuadro. Bien, en ese bombardeo se tiraron menos kilos de explosivos que en la Plaza de Mayo y hubo menos muertos en esa ciudad del País Vasco que en Buenos Aires.
–Si el peronismo se repiensa después de 1955, ¿cómo se va viendo a sí mismo a partir de que “aquella década de la felicidad”, como dijo algún intelectual, había quedado atrás y tenía que pelear para que volviera?
–Yo utilizo la frase del pintor Daniel Santoro (una pintura de él es la ilustración de tapa de Vencedores vencidos), que llama al primer período peronista “La Patria de la Felicidad”. Volviendo al tema, eso fue fundamental, porque de alguna manera esa Patria de la Felicidad era la que permitía alimentar la mística de la abundancia, que no era una utopía, sino que era parte de la realidad efectiva que vivían los argentinos. Pero en este repensarse del peronismo, los peronistas se sacan de encima a muchos oportunistas y arribistas que se habían incorporado, sobre todo en los años inmediatamente anteriores a 1955. Mucha de esa burocracia estaba en el peronismo porque eso era el poder para ellos. Incluso, muchos de los golpistas, incluyendo al propio contraalmirante Isaac Rojas, habían recibido medallas a la lealtad peronista. Si a un personaje como Rojas se le entregó una medalla, podemos darnos cuenta de cuál fue la prosapia de algunos golpistas.
–Otro fue el almirante Alberto Tessaire.
–Efectivamente, Tessaire fue otro, pero hay que destacar que la mayoría de lo que podríamos llamar “la clase política” abjuró del peronismo. Hay algunas honrosas excepciones, pero casi todos los integrantes de los que se caracterizaba como la “rama política” fueron más bien claudicantes.
–Los sindicalistas no siguieron ese ejemplo.
–Los sindicalistas no, aunque hubo algunos cómplices de la Libertadora. Eso se puede ver, sobre todo, con el trato de la CGT con el general Lonardi. El primer paro de la CGT no se produce cuando derrocan a Perón, sino cuando cae Lonardi y sube Aramburu. De la misma manera, en ese conflicto interno, la mayoría de los políticos que formaban parte de las Juntas Consultivas jugaron contra Lonardi y por la entronización de Aramburu.
–Viniendo hasta 2003, ese año nació un peronismo diferente al que había gobernado hasta 1999. Volvió a reinventarse una vez más.
–Lo que pasa es que no es una identidad anquilosada. Yo presencié una discusión que de alguna manera recrea esta afirmación. En Mar del Plata, un pibe de barrio, el Turco, que milita en Descamisados, discutió con un compañero que vivió la década del 70, que militó en las FAP, y le dijo: “Yo soy peronista, pero más por Kirchner que por Perón”. El compañero más veterano se lo quería comer, porque para él existe una continuidad. El pibe inició su militancia tras la muerte de Néstor Kirchner, o sea que era nuevito. Para él, lo que le dijo al viejo militante era lógica pura. Cuando uno toma a ese movimiento nacional, popular y revolucionario que es el peronismo como si fuera algo ya recibido e inmutable, como si el peronismo fueran solo las 20 Verdades, lo cierto es que ese envoltorio no basta para contenerlo. El peronismo es mucho más complejo que eso, porque se renueva permanentemente. El kirchnerismo trajo muchísimos aportes a la identidad peronista. Muchas de las conquistas del kirchnerismo, que ampliaron derechos, quizá no estaban ni en la agenda ni en la mente de muchos militantes. Si a mí me hubieran dicho que una de las banderas iba a ser el matrimonio igualitario, yo no hubiese acordado en que esa era una de las prioridades y, sin embargo, el kirchnerismo nos enseñó que ampliar los derechos es siempre positivo.
–Siempre en el cambio.
–Si el peronismo no se reinventa a sí mismo, si el peronismo no se recrea a sí mismo, porque no empieza de cero sino que los valores que viene acumulando los resignifica en cada época histórica de acuerdo a las condiciones y las contradicciones que existen, el peronismo se muere, se anquilosa, se fosiliza. En esta etapa existe una discusión seria sobre lo que es el peronismo hoy. Massa es parte de esa discusión, Scioli es parte de esa discusión y, en especial, Cristina es la protagonista más importante de esa discusión.