Marangoni: “La intolerancia no tiene rating entre los porteños”

Marangoni: “La intolerancia no tiene rating entre los porteños”

Por Enrique Colombano

Construye políticamente en la Ciudad para Daniel Scioli y, con un discurso ágil y afilado, cuestiona aspectos de la administración macrista, aunque también le reconoce algunas cosas.


“Creemos que el porteño siempre tuvo empatía con Daniel Scioli y lo va a demostrar en 2015”, expresa Gustavo Marangoni, presidente del Banco Provincia y uno de los referentes de La DOS, la agrupación que lleva las siglas del nombre del gobernador bonaerense, y que desde hace un año y medio construye para su candidatura nacional desde la Ciudad de Buenos Aires. El funcionario prosigue con el desarrollo de su idea: “Daniel siempre fue muy bien recibido en Capital. Su lugar de nacimiento es acá. Creo que el porteño siempre se identificó con ese estilo constructivo y propositivo que él tiene”.

–A nivel local, ¿cómo se preparan para la elección a jefe de Gobierno?

–Nosotros queremos que el justicialismo, como eje de una propuesta que nuclea a otros sectores partidarios y también a independientes, gane la Jefatura porteña. Creemos que la gestión de Macri puede ser ampliamente superada. Que con los recursos que tiene el propio Gobierno de la Ciudad y con el nivel emprendedor que tiene nuestra gente, deberíamos tener una ciudad mucho mejor que la que hoy conocemos. Esto va a ser posible a partir de una mayor habilidad administrativa que contemple la articulación de políticas entre la Ciudad, la provincia de Buenos Aires y la Nación. Esto tendrá que ser un elemento diferenciador en el capítulo que comience en 2015.

–¿Qué precandidatos locales tiene el sciolismo?

–Antes que los nombres propios estamos delineando los ejes para una gestión 2015-2019. Queremos una ciudad que recupere su belleza arquitectónica. Una ciudad más limpia y más segura. Acá se hizo una enorme inversión de dinero en la Policía Metropolitana que no se traduce en acciones más concretas contra la inseguridad. Hay mucho para desarrollar allí. En cuestiones como la lucha contra el narcotráfico u otros delitos como el robo de autos, que no reconocen fronteras, hay que articular fuerzas con la Provincia y la Nación. Y desde el punto de vista de la limpieza, hoy la Ciudad está sucia en sus calles, está vandalizada, está absolutamente contaminada visual y auditivamente. Es una ciudad que no tiene una concepción moderna de tratamiento de los residuos sólidos. Y ni siquiera está en la agenda la posibilidad de generar energía a partir de los residuos, como se hace en las grandes ciudades del mundo. Buenos Aires merece una mejor performance de gobierno y una conducción que realmente la proyecte como lo que es: una de las grandes capitales de América latina y del mundo. Los temas de resolución metropolitana, como el caso de la basura, el transporte o la salud, no hay que presentarlos como un juego de suma cero entre la Ciudad y la Provincia. De quién gana y quién pierde. En el caso de la salud, si bien es cierto que hay una utilización de determinados servicios por parte de los bonaerenses, también hay una provisión de impuestos. Hasta el momento el tema ha sido abordado de este lado de la General Paz desde una visión un tanto mezquina. Ahora hay que hacer un planteo mucho más virtuoso. No podemos plantear la conducción de la Ciudad como una suerte de reducto neofeudal: tenemos que hacerlo con una concepción moderna, pujante, absolutamente en red, como lo marca la dinámica del siglo XXI. Con el uso más intensivo de las tecnologías. Hoy vivimos en un país que ha hecho progresos muy importantes en materia tecnológica. Sin embargo la Ciudad, siendo la vanguardia de muchas cosas, no lo es en esto. La Ciudad hoy no aprovecha todo el potencial de su sistema educativo. El enorme grado de sofisticación en materia formativa y cultural del porteño no está articulado adecuadamente para generar mayor valor agregado a la economía. Esta tiene que ser la ciudad de la tecnología y el diseño. Pero todo eso no se encuentra debidamente potenciado. Probablemente por la falta de imaginación de una gestión que ha aumentado la capacidad tributaria de una manera enorme pero que no la sabe reflejar en servicios ni tampoco en audacia para gestionar la ciudad que permanentemente fue distinción de la Argentina en el mundo.

–Se lo nota muy apasionado hablando de la Ciudad. ¿Le gustaría ser candidato a jefe de Gobierno?

–Por supuesto que me gustaría trabajar total y activamente en la Ciudad de Buenos Aires. Soy un porteño de alma. Pero, por sobre todas las cosas, siento que esta ciudad, que es la ciudad emblema del espíritu de la movilidad social ascendente, de la clase media argentina, hoy está devaluada. Otro gran déficit porteño es la vivienda: casi el 10 por ciento de la población de la Ciudad vive en establecimientos de emergencia. El tema no se soluciona solo pintando de colores las casillas de la Villa 31 que dan a la autopista, como hizo el Gobierno porteño. En esa cuestión hay un Estado ausente. Sin embargo, tampoco quiero ser injusto y decir que todo lo que hace la administración del Pro en la Ciudad está mal. Alternativas como el metrobús o los pasos bajo nivel, que han mejorado la conectividad de nuestra ciudad, son positivas y hay que ponderarlas en su justa medida. En materia de subtes, en cambio, los progresos han sido muy cortos. Lo que más ha progresado es la tarifa, no el servicio.

–¿Qué debería hacer el peronismo para revertir las últimas malas experiencias electorales en la Ciudad de Buenos Aires?

–Escuchar, trabajar y demostrar que hay un conocimiento acabado de lo que hay que hacer con la Ciudad. Hay que ganarse la confianza del porteño no solo hablando. Hay que escuchar mucho a nuestros vecinos, a nuestros pares. Hacerlo desde una posición de humildad que respete nuestra idiosincrasia. Los porteños tenemos una visión plural de la vida, nos gusta el cosmopolitismo y no queremos mirar todo por el prisma reduccionista de una ideología. Esta ciudad se ha construido y crecido en las diferencias. Esta es una ciudad que le debe muchísimo al espíritu emprendedor de esa clase media que en su momento tuvo su origen en la inmigración europea de italianos y españoles, pero que hace muchos años también le debe a la influencia positiva de las comunidades peruana, boliviana o paraguaya, que se instalan y que viven en la Ciudad y sus alrededores. La identidad porteña no solo surge de la diversidad de origen, de la diversidad cultural, de la diversidad de opciones sexuales. Todo esto es parte de un activo que el porteño quiere ver traducido en una expresión política. La intolerancia no tiene rating entre los porteños. Esta es una ciudad que quiere consensos, que quiere que se pueda dialogar, que se pueda reconocer los méritos del otro. Por eso no se puede hacer política a partir de desconocer lo que son progresos tanto a nivel de la Ciudad como a nivel de la Nación. La etapa que viene, necesariamente, tiene que ser una en la que podamos dialogar mucho más y, también, afinar las políticas que tenemos que llevar adelante. Hay mucho por hacer, y para que los peronistas podamos representar esto debemos estar abiertos a otras expresiones políticas, pero, más que nada, al ciudadano independiente.

Punto por punto

• Edad: 48 años.
• Estado civil: Casado.
• Hijos: Tres.
• Esquina porteña: Conde y García del Río.
• Un barrio: Saavedra.
• ¿Auto o bicicleta? Bicicleta (“No sé manejar”, confiesa).
• Un perfume: Amen.
• Un restaurante: Para comer hamburguesas, el Carlitos de Libertador y Olazábal. Para pizza, El Cuartito. Y un lugar italiano, Renato, ubicado en Álvarez Thomas y Tronador.
• Un cuadro de fútbol: River.
• Un hobby: Andar en bici y leer. “Mi lugar en el mundo es mi biblioteca”, dice.

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